No al "Opus"
Todo en el mundo, y fuera de él, es “obra de Dios” Por tanto, cualquier alusión al término latino “opus” –“obra”- hace arrodillar a quienes por la gracia de Dios nos confesamos cristianos, con irrevocable repulsa para toda clase y expresiones de ateismo. “Opus Dei” –“Obra, o la Obra de Dios”-, se presenta e interpreta en la terminología popular como una especie de asociación o movimiento religioso, con rigurosa inserción canónica en el Código, con fórmulas y figura para algunos un tanto misteriosas e inéditas, como la de sodalicio y que, por tanto, se ajusta con todos los predicamentos positivos al pensamiento y procedimientos oficiales de la Iglesia.
Sirvan estos elementos de juicio para destacar que mi “No al “Opus” es opinión que no cuestiona para nada, ni en nada, a la misma Iglesia y que está elaborada en el marco de la libertad de la que disponen todas las personas, y más los “hijos de Dios”. Sirva también de orientación el dato de que en mi comentario confluyen los de grupos de católicos que, individual y colectivamente, y sin apostatar absolutamente nada de su piedad, religiosidad y amor a la Iglesia, no comulgan con los habituales procedimientos que se les adscriben y encarnan los seguidores del “Opus”, como propios y característicos de su condición religiosa y práctica de la fe .
. El hecho de su denominación canónica como “Obra”- “La Obra – de Dios”- parece incluir el riesgo de que, ya desde la concepción de la idea e inicio fundacional, exige, muestra y explicita la condición de “obra única “o, al menos, “la obra por antonomasia”, lo que no resultaría apasionadamente cristiano, con la seguridad de provocar discriminaciones y susceptibilidades dignas de mejor causa, en la Iglesia y en sus aledaños.
. En conformidad con ideas- eje y modos de encarnar la realidad y misión de la Iglesia en la actualidad, los miembros del “Opus”, sus jerarquías, y quienes de alguna manera se relacionan con el movimiento, coinciden en conductas y apreciaciones singularmente uniformados y estrictos. De entre ellos pongo el acento en algunos, haciéndome eco del sentir y de la opinión de muchos católicos.
. Se prestan con excesiva e inútil facilidad a hacer creer a los demás que ellos son la única Iglesia. O, por lo menos, la más perfecta y en consonancia plena con la fundada por Cristo Jesús y con la querida por la jerarquía eclesiástica. Con dificultades muy serias aceptan, y reconocen, como católicos a quienes no piensen y actúen como ellos. Su comportamiento dentro de la institución eclesiástica transpira y da la sensación de privilegiados y santos, con piadoso interés, y prisas, por engrosar el listado oficial de su Año Cristiano
. Pese a ciertas formalidades y apariencias de modernidad en la proclamación de la palabra de Dios, el cristianismo con el que se comprometen es inactual y discriminatorio, por ejemplo, en todo lo que respecta a la promoción de la mujer y a la atención pastoral a los pobres, salvo excepciones, por otra parte, muy publicitadas. La absoluta prohibición de la coeducación en sus colegios de elite, es una de las muestras.
. Todo o casi todo alrededor del “Opus” es arcano, reservado, enigmático y misterioso, y más “en el nombre de Dios” y “por el bien de las almas”. Las ayudas que se prestan entre sí, a sus miembros y a sus seguidores, resultan proporcionadas a las que no les prestan a quienes no simpatizan con ellos. La selección de aspirantes a la Obra, los métodos para mantenerlos en ella y las reacciones experimentadas ante sus fallos, o defecciones, merecieron ya largas reflexiones y libros no desmentidos.
. La imagen de la Iglesia triunfante, multitudinaria, beligerante y gloriosa, que con tantos afanes contribuyen a forjar, no parece estar de acuerdo, y en consonancia, con la que quieren hoy el Pueblo de Dios y los santos evangelios.
. La impresión pastoral que dan los sacerdotes del “Opus”, sublimes, canonistas, con impecables atuendos clericales, puridad y limpieza, distancia, verbo obediente, bien cuidado y sumiso, selectas gesticulaciones y citas la mayoría “itinerantes”, - de “Camino”-, no es del agrado y edificación de muchos, aunque no deje de serlo para sus congéneres. La selección y uniformidad de sus santos y teólogos es posible que recorte alas al Espíritu, trinitariamente empeñado en aportarle a la Iglesia libertad y pluralidad.
. El temor, el dolor, el déficit de expresiones de satisfacción y alegría y de resurrección y de vida en sus actos de piedad y liturgia, destacan sobre las cultivadas por otros movimientos religiosos igualmente católicos, pero sustantivamente festivos.
Está de más confesar que este comentario no entraña crítica alguna. Si ayuda a que el examen de conciencia individual, colectiva e institucionalmente resulte más efectivo, hasta podría considerarse como humilde destello de la gracia de Dios. Conste también que personalmente, y por las razones que sean, que yo sepa, jamás fui, ni me sentí víctima de ninguno de los procedimientos aludidos. Y conste, por fin, que cuando algunos de mis amigos barruntaron el contenido de este comentario, absurdamente, aunque todos de acuerdo, me advirtieron que tuviera cuidado…No les presté, ni les prestaré, mayor atención que la de que por vida hay que tener para caminar-“Camino”- por ella, confiando sobre todo en la misericordia de Dios.
Sirvan estos elementos de juicio para destacar que mi “No al “Opus” es opinión que no cuestiona para nada, ni en nada, a la misma Iglesia y que está elaborada en el marco de la libertad de la que disponen todas las personas, y más los “hijos de Dios”. Sirva también de orientación el dato de que en mi comentario confluyen los de grupos de católicos que, individual y colectivamente, y sin apostatar absolutamente nada de su piedad, religiosidad y amor a la Iglesia, no comulgan con los habituales procedimientos que se les adscriben y encarnan los seguidores del “Opus”, como propios y característicos de su condición religiosa y práctica de la fe .
. El hecho de su denominación canónica como “Obra”- “La Obra – de Dios”- parece incluir el riesgo de que, ya desde la concepción de la idea e inicio fundacional, exige, muestra y explicita la condición de “obra única “o, al menos, “la obra por antonomasia”, lo que no resultaría apasionadamente cristiano, con la seguridad de provocar discriminaciones y susceptibilidades dignas de mejor causa, en la Iglesia y en sus aledaños.
. En conformidad con ideas- eje y modos de encarnar la realidad y misión de la Iglesia en la actualidad, los miembros del “Opus”, sus jerarquías, y quienes de alguna manera se relacionan con el movimiento, coinciden en conductas y apreciaciones singularmente uniformados y estrictos. De entre ellos pongo el acento en algunos, haciéndome eco del sentir y de la opinión de muchos católicos.
. Se prestan con excesiva e inútil facilidad a hacer creer a los demás que ellos son la única Iglesia. O, por lo menos, la más perfecta y en consonancia plena con la fundada por Cristo Jesús y con la querida por la jerarquía eclesiástica. Con dificultades muy serias aceptan, y reconocen, como católicos a quienes no piensen y actúen como ellos. Su comportamiento dentro de la institución eclesiástica transpira y da la sensación de privilegiados y santos, con piadoso interés, y prisas, por engrosar el listado oficial de su Año Cristiano
. Pese a ciertas formalidades y apariencias de modernidad en la proclamación de la palabra de Dios, el cristianismo con el que se comprometen es inactual y discriminatorio, por ejemplo, en todo lo que respecta a la promoción de la mujer y a la atención pastoral a los pobres, salvo excepciones, por otra parte, muy publicitadas. La absoluta prohibición de la coeducación en sus colegios de elite, es una de las muestras.
. Todo o casi todo alrededor del “Opus” es arcano, reservado, enigmático y misterioso, y más “en el nombre de Dios” y “por el bien de las almas”. Las ayudas que se prestan entre sí, a sus miembros y a sus seguidores, resultan proporcionadas a las que no les prestan a quienes no simpatizan con ellos. La selección de aspirantes a la Obra, los métodos para mantenerlos en ella y las reacciones experimentadas ante sus fallos, o defecciones, merecieron ya largas reflexiones y libros no desmentidos.
. La imagen de la Iglesia triunfante, multitudinaria, beligerante y gloriosa, que con tantos afanes contribuyen a forjar, no parece estar de acuerdo, y en consonancia, con la que quieren hoy el Pueblo de Dios y los santos evangelios.
. La impresión pastoral que dan los sacerdotes del “Opus”, sublimes, canonistas, con impecables atuendos clericales, puridad y limpieza, distancia, verbo obediente, bien cuidado y sumiso, selectas gesticulaciones y citas la mayoría “itinerantes”, - de “Camino”-, no es del agrado y edificación de muchos, aunque no deje de serlo para sus congéneres. La selección y uniformidad de sus santos y teólogos es posible que recorte alas al Espíritu, trinitariamente empeñado en aportarle a la Iglesia libertad y pluralidad.
. El temor, el dolor, el déficit de expresiones de satisfacción y alegría y de resurrección y de vida en sus actos de piedad y liturgia, destacan sobre las cultivadas por otros movimientos religiosos igualmente católicos, pero sustantivamente festivos.
Está de más confesar que este comentario no entraña crítica alguna. Si ayuda a que el examen de conciencia individual, colectiva e institucionalmente resulte más efectivo, hasta podría considerarse como humilde destello de la gracia de Dios. Conste también que personalmente, y por las razones que sean, que yo sepa, jamás fui, ni me sentí víctima de ninguno de los procedimientos aludidos. Y conste, por fin, que cuando algunos de mis amigos barruntaron el contenido de este comentario, absurdamente, aunque todos de acuerdo, me advirtieron que tuviera cuidado…No les presté, ni les prestaré, mayor atención que la de que por vida hay que tener para caminar-“Camino”- por ella, confiando sobre todo en la misericordia de Dios.