“PATRES ORNATÍSSIMI”
Hubo tiempos, lugares y circunstancias concretas, tanto litúrgicas como canónicas, en las que al conjunto de sus obispos se le denominó y reconoció como “Patres Ornatíssimi”. Lo de “Padres”, para bien o para mal, resulta un concepto fácilmente inteligible. No así acontece con el de “ornatíssimi”, superlativo que con cierta fragilidad fonética habría que traducir como “engalanadísimos”, con fiel referencia a “galas, atavíos, emperelijamientos, adornos, decoración, como un palmito o, en castizo, “más galán que Mingo”. (Con honradez semántica y petición de toda clase de disculpas, reclamo en esta ocasión actualizar con comprensión y absolución casi- sacramentales, la idea de que la lectura de esta página de RD. se efectúe en clave de humor- amor y de estética-ascética, única fórmula existente para que sea de provecho y no les sirva de escándalo a determinados grupos de cristianos, o aspirantes imposibles a serlo algún día)
. La reunión masiva del episcopado en días señalados, con sus correspondientes justificaciones litúrgicas o para- litúrgicas, como las celebradas con el sobrenombre de “sínodos”, e “imposiciones de palios”, demandan urgen e importante revisión. Valores sustantivamente religiosos como la sobriedad, el buen gusto, la ascética y la mística, la carencia de información acerca de los símbolos, la patente incapacidad para la correcta interpretación de su lenguaje, la inequívoca y popular convicción de que estos y otros “desfiles procesionales” no pueden conducir a las fuentes de la gracia y del evangelio, instan a organizadores y expertos en este tipo de protocolos misteriosos, al estudio y actualización seria, real y sincera.
. El velo de no pocos misterios y arcanos, equívocos y ambivalentes, se rasgó hace tiempo, aún para gran parte del devoto pueblo de Dios, gracias a la información y cultura que recibieron, por lo que palabras, signos y gestos que no sean los propios y comunes en sus relaciones de convivencia, les parecerán ociosos, inútiles, contradictorios y hasta ofensivos.
. Tal es el caso del palio, “vestidura a modo de manto, que se usaba en la antigüedad griega, insignia pontifical, que el papa concede a algunos arzobispos y obispos, con cruces negras, más tarde, rojas, que pende de los hombros sobre el pecho”, y que se fabrican con el vellón de corderos criados por las Religiosas de Santa Inés de Torre Spechi, en su basílica extra-muros en Roma, y bendecidos todos los años por el Papa el dia 21 de enero, conservados en una caja de plata junto al sepulcro del Apóstol, como “Symbolum unitatis et cum Apostólicae Sedis communione”. (La faceta de la “autoridad” y del “privilegio” suplantó bien pronto a la del “servicio”, tal y como con pagana condescendencia aparece, cuando reyes y políticos –dictadores o no-, entran o salen “bajo palio” en los templos catedralicios, en las solemnidades de mayor relieve “sagrado”).
. La revisión de la liturgia en la Iglesia es urgente. Urgentísima. En la actualidad, y más en las áreas episcopales, no educa. Deseduca. Equivoca y confunde. Desdibuja y embrolla. Sorprende, escandaliza, miente y falsea la verdad y calumnia en multitud de lugares y tiempos. Apenas si resulta ya respuesta de salvación, de libertad, de verdad y de iniciativa de vida. Convertida en rito, ceremonia o costumbre, en el mejor de los casos es puro espectáculo, hoy en desuso, por ser tal condición la antítesis de lo que el pueblo- pueblo estima y valora como “religioso”.
. A la Iglesia católica le sobran espectáculos en los que los obispos sean sus protagonistas, con colorines, gestos y símbolos, que ni entiende, ni quiere llegar a entender el pueblo, por no disponer para ello ni de humor ni de tiempo, y de condenarlo a la inoperancia e inactividad “religiosas”. Como nota amorosamente cristiana no rehuyo hacerme aquí eco respetuoso de la desfavorable impresión que proporcionan la mayoría de los obispos revestidos con sus “ornamentos” sagrados, “orondos y esponjados”, `pero llevados con “noble sencillez y noble belleza”, en disconformidad con la que ofrecen en circunstancias similares otros colectivos con los que comparten el pan de su autoridad y capacidad de servicio, mediante el sacratísimo procedimiento de la elección democrática.
. Obipos “Patres” sí, pero no”ornatíssimi”, y menos en tiempos de tantas y tan severas carencias por una parte, y por otra, expuestos a tan numerosas supercherías y veleidades sociales y aún “religiosas”, en infantil pugilato por superarse unos a otros en el número de incensaciones, de cruces y de genuflexiones.
. La reunión masiva del episcopado en días señalados, con sus correspondientes justificaciones litúrgicas o para- litúrgicas, como las celebradas con el sobrenombre de “sínodos”, e “imposiciones de palios”, demandan urgen e importante revisión. Valores sustantivamente religiosos como la sobriedad, el buen gusto, la ascética y la mística, la carencia de información acerca de los símbolos, la patente incapacidad para la correcta interpretación de su lenguaje, la inequívoca y popular convicción de que estos y otros “desfiles procesionales” no pueden conducir a las fuentes de la gracia y del evangelio, instan a organizadores y expertos en este tipo de protocolos misteriosos, al estudio y actualización seria, real y sincera.
. El velo de no pocos misterios y arcanos, equívocos y ambivalentes, se rasgó hace tiempo, aún para gran parte del devoto pueblo de Dios, gracias a la información y cultura que recibieron, por lo que palabras, signos y gestos que no sean los propios y comunes en sus relaciones de convivencia, les parecerán ociosos, inútiles, contradictorios y hasta ofensivos.
. Tal es el caso del palio, “vestidura a modo de manto, que se usaba en la antigüedad griega, insignia pontifical, que el papa concede a algunos arzobispos y obispos, con cruces negras, más tarde, rojas, que pende de los hombros sobre el pecho”, y que se fabrican con el vellón de corderos criados por las Religiosas de Santa Inés de Torre Spechi, en su basílica extra-muros en Roma, y bendecidos todos los años por el Papa el dia 21 de enero, conservados en una caja de plata junto al sepulcro del Apóstol, como “Symbolum unitatis et cum Apostólicae Sedis communione”. (La faceta de la “autoridad” y del “privilegio” suplantó bien pronto a la del “servicio”, tal y como con pagana condescendencia aparece, cuando reyes y políticos –dictadores o no-, entran o salen “bajo palio” en los templos catedralicios, en las solemnidades de mayor relieve “sagrado”).
. La revisión de la liturgia en la Iglesia es urgente. Urgentísima. En la actualidad, y más en las áreas episcopales, no educa. Deseduca. Equivoca y confunde. Desdibuja y embrolla. Sorprende, escandaliza, miente y falsea la verdad y calumnia en multitud de lugares y tiempos. Apenas si resulta ya respuesta de salvación, de libertad, de verdad y de iniciativa de vida. Convertida en rito, ceremonia o costumbre, en el mejor de los casos es puro espectáculo, hoy en desuso, por ser tal condición la antítesis de lo que el pueblo- pueblo estima y valora como “religioso”.
. A la Iglesia católica le sobran espectáculos en los que los obispos sean sus protagonistas, con colorines, gestos y símbolos, que ni entiende, ni quiere llegar a entender el pueblo, por no disponer para ello ni de humor ni de tiempo, y de condenarlo a la inoperancia e inactividad “religiosas”. Como nota amorosamente cristiana no rehuyo hacerme aquí eco respetuoso de la desfavorable impresión que proporcionan la mayoría de los obispos revestidos con sus “ornamentos” sagrados, “orondos y esponjados”, `pero llevados con “noble sencillez y noble belleza”, en disconformidad con la que ofrecen en circunstancias similares otros colectivos con los que comparten el pan de su autoridad y capacidad de servicio, mediante el sacratísimo procedimiento de la elección democrática.
. Obipos “Patres” sí, pero no”ornatíssimi”, y menos en tiempos de tantas y tan severas carencias por una parte, y por otra, expuestos a tan numerosas supercherías y veleidades sociales y aún “religiosas”, en infantil pugilato por superarse unos a otros en el número de incensaciones, de cruces y de genuflexiones.