“PATRIMONIO CULTURAL INMATERIAL”
En una u otra dirección, lo cierto es que también en los últimos tiempos, en España y fuera de España, los temas relacionados con la religión acaparan la atención y los titulares de los medios de comunicación de manera, ciertamente espectacular a veces, y siempre significativa. Un alto porcentaje de espacios informativos y, por tanto, de comentarios y conversaciones ciudadanas, están inspirados por la temática religiosa en diversidad de versiones y de interpretaciones, primando las que todavía ampara la densa y perifrástica sombra de la adjetivación de “anticlericales”. Circunstancias sobre todo políticas, echarán bien pronto más leña al fuego, por lo que es de esperar que el olor a incienso por una parte, y por otra, el generado por la combustión de pecados y pecadores en las profundidades eternas del infierno, se haga presente con asiduidad, con temor para algunos, y complacencias para otros.
Aquí y ahora, con simple y humilde reconocimiento de haber sido RD., marco principal de la promoción de la idea de que la Semana Santa de España llegara a ser declarada “Patrimonio de la Humanidad” por la UNESCO, acentuamos el dato de que en cierto grado y sentido pudiera preparar el camino para tan honrosa y merecida denominación universal, el hecho de que la “Comisión de Cultura del Congreso de los Diputados” diera recientemente luz verde a una iniciativa para instar al Gobierno a declarar la Semana Santa como “Manifestación Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial”, por su condición de conmemoración religiosa compartida por la mayor parte de ciudades y pueblos de España, superando así el ámbito territorial de una Comunidad Autónoma, lo que lleva consigo, significa y reclama particular protección, investigación y difusión de tan rico patrimonio”.
La noticia es laudable de por sí, al menos con referencias directas al hecho de que un Estado laico, administrado por las siglas correspondientes a un partido político – en este caso el PP-, reconozca y proclame los méritos que alberga, y de los que es depositaria, la Semana Santa, en el orden cultural, artístico y convivencial, aparte de los estrictamente religiosos, tradicionales, populares y sociales. Algo es algo, por lo que es de destacar el “sensus fudelium” que el pueblo en general, al margen de disquisiciones políticas y politiqueras, mantiene y expresa, en ocasiones determinadas, con mención fervorosa para los actos celebrados, vividos y participados en el entorno de sus Semanas Santas..
De todas maneras, se trata de un paso importante en el reconocimiento, también de los valores cívicos inherentes a los religiosos, con fundamentos populares, que no coinciden exhaustivamente con los actos de piedad y de culto “semanasanteros”, con sus capirotes, tambores, saetas, inciensos, presidencias procesionales, y exhibiciones de riquezas, coronas y joyas. La idea de las Cofradías, con sus prácticas y lecciones de instrucción- educación en la fe y en el ejercicio de la caridad y atención a los necesitados, ha sido, y seguirá siendo, santo y seña de vida de Iglesia, participada por los laicos, responsables máximos en esta ocasión del desarrollo y actividades de las “Hermandades”, uno de los signos primarios del estilo de santa democracia que algún día habrá de abrirse paso en las instituciones eclesiásticas.
La Semana Santa, con las debidas correcciones, y a la luz de las renovadas ideas sobre la Iglesia y la religiosidad, amparadas por el Papa Francisco, puede seguir siendo y ofreciendo testimonios de piedad y de compromiso social ciertamente evangélicos,, justificando el creciente aluvión de asistentes y participantes, no solo por razones culturales o turísticas, sino netamente sagradas y penitenciales . El papa actual, ni pretende ni pretenderá jamás que la religión sirva para mantener las cosas tal y como están, sino para suscitar en los fieles afanes de renovación y atemperamiento a las necesidades, proyectos, sueños e ideales de los tiempos nuevos, en cuyos horizontes no son la cruz y la muerte su destino, sino la alegría de la firme creencia en la resurrección y en la vida verdadera.
El pueblo- pueblo demanda el replanteamiento de sus “Semanas Santas” al estilo del papa Francisco, y cuanto contribuya a su proclamación en veraz sintonía con el evangelio y sus santas tradiciones conformarán su fe y su esperanza.
Aquí y ahora, con simple y humilde reconocimiento de haber sido RD., marco principal de la promoción de la idea de que la Semana Santa de España llegara a ser declarada “Patrimonio de la Humanidad” por la UNESCO, acentuamos el dato de que en cierto grado y sentido pudiera preparar el camino para tan honrosa y merecida denominación universal, el hecho de que la “Comisión de Cultura del Congreso de los Diputados” diera recientemente luz verde a una iniciativa para instar al Gobierno a declarar la Semana Santa como “Manifestación Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial”, por su condición de conmemoración religiosa compartida por la mayor parte de ciudades y pueblos de España, superando así el ámbito territorial de una Comunidad Autónoma, lo que lleva consigo, significa y reclama particular protección, investigación y difusión de tan rico patrimonio”.
La noticia es laudable de por sí, al menos con referencias directas al hecho de que un Estado laico, administrado por las siglas correspondientes a un partido político – en este caso el PP-, reconozca y proclame los méritos que alberga, y de los que es depositaria, la Semana Santa, en el orden cultural, artístico y convivencial, aparte de los estrictamente religiosos, tradicionales, populares y sociales. Algo es algo, por lo que es de destacar el “sensus fudelium” que el pueblo en general, al margen de disquisiciones políticas y politiqueras, mantiene y expresa, en ocasiones determinadas, con mención fervorosa para los actos celebrados, vividos y participados en el entorno de sus Semanas Santas..
De todas maneras, se trata de un paso importante en el reconocimiento, también de los valores cívicos inherentes a los religiosos, con fundamentos populares, que no coinciden exhaustivamente con los actos de piedad y de culto “semanasanteros”, con sus capirotes, tambores, saetas, inciensos, presidencias procesionales, y exhibiciones de riquezas, coronas y joyas. La idea de las Cofradías, con sus prácticas y lecciones de instrucción- educación en la fe y en el ejercicio de la caridad y atención a los necesitados, ha sido, y seguirá siendo, santo y seña de vida de Iglesia, participada por los laicos, responsables máximos en esta ocasión del desarrollo y actividades de las “Hermandades”, uno de los signos primarios del estilo de santa democracia que algún día habrá de abrirse paso en las instituciones eclesiásticas.
La Semana Santa, con las debidas correcciones, y a la luz de las renovadas ideas sobre la Iglesia y la religiosidad, amparadas por el Papa Francisco, puede seguir siendo y ofreciendo testimonios de piedad y de compromiso social ciertamente evangélicos,, justificando el creciente aluvión de asistentes y participantes, no solo por razones culturales o turísticas, sino netamente sagradas y penitenciales . El papa actual, ni pretende ni pretenderá jamás que la religión sirva para mantener las cosas tal y como están, sino para suscitar en los fieles afanes de renovación y atemperamiento a las necesidades, proyectos, sueños e ideales de los tiempos nuevos, en cuyos horizontes no son la cruz y la muerte su destino, sino la alegría de la firme creencia en la resurrección y en la vida verdadera.
El pueblo- pueblo demanda el replanteamiento de sus “Semanas Santas” al estilo del papa Francisco, y cuanto contribuya a su proclamación en veraz sintonía con el evangelio y sus santas tradiciones conformarán su fe y su esperanza.