PEDERASTIA Y CELIBATO A EXAMEN

Resulta insólito que en toda la historia de la Iglesia se encuentren expresiones descalificatorias y condenatorias, así como dicterios, de tanto relieve y veracidad como algunas de las que emplea el bendito y bondadoso papa Francisco. La ocasión para su plena justificación, se la brindan frecuentes hechos y noticias que llaman a sus propias puertas, relacionadas mayoritariamente con los “abusos de menores” como “una monstruosidad absoluta y un horrendo pecado”. De entre los hechos recientes destaco el prólogo con el que el mismísimo papa presenta el libro del suizo Daniel Pittet, “víctima de un cura pederasta, religioso capuchino” por más señas , titulado “Lo perdono, padre”

En tal atrio reafirma la determinación de “actuar con severidad contra los pederastas y obispos o cardenales encubridores, y contra los sacerdotes que traicionaron su misión , como ha sucedido en el pasado …” “¿Cómo un cura al servicio de Cristo puede causar tanto mal? ¿Cómo puede haber consagrado su vida para conducir a los niños a Dios, y sin embargo, los devora en lo que ha definido como un “sacrificio diabólico”? La calificación del citado prólogo y de su autor, de “testimonio necesario, valioso y valiente” es el denominador común en la prensa hablada y escrita.

Con la confianza de contribuir al correcto planteamiento y solución de un problema de tan transcendental relieve dentro y fuera de la Iglesia, aporto las siguientes sugerencias:

. Ya sé que achacar monstruosidad tan vergonzosa y horrible a la actual vigencia del celibato obligatorio en la Iglesia para el ejercicio ministerial de sacerdotes, obispos, frailes y monjes, no resiste análisis serios desde perspectivas científicas. Desdichadamente en áreas y esferas no celibatarias, y aún en las “matrimoniadas”, también se registran casos similares, de igual, o superior, gravedad, por lo de “antinatural”.

. Pero sé también que es generalizado el convencimiento de que, precisamente la condición celibataria citada está presente y condiciona el enjuiciamiento, la creencia y los dictámenes con los que la opinión pública se sitúa dolorosamente ante estos hechos,

. Solo estas sospechas tan generalizadas, y a las que no les faltan ciertas dosis de erudición, habría de ser suficientes para justificar cuantos análisis y estudios se estimaran convenientes en orden a revisar el estado y vivencia del celibato en la Iglesia actual, así como el escándalo que producen los casos de pederastia, de los que unos hallan eco en los medios de comunicación, y otros –la mayoría- permanecen en las tenebrosidades de las frustraciones, miedos y escrúpulos personales, familiares, sociales, políticos y, por supuesto, religiosos.

. Casi está de más recordar que el celibato clerical no es dogma de fe, que no siempre estuvo vigente en la Iglesia, ni que, aunque hubiera estado, tanto en papas, cardenales, obispos, sacerdotes, frailes y religiosos, su cumplimiento no fue virtuoso, no habiendo imposibilitado la legitimidad y validez del ministerio sagrado.

. Si en los más diversos sectores de la convivencia, con expresa inclusión de la política, los problemas se plantean, e intentan resolver civilizadamente, con felicidad y acierto, del mejor modo posible, con procedimientos democráticos, ¿por qué no se intenta hacer lo mismo dentro de la Iglesia, precisamente en relación con el celibato? ¿Qué razones humanas y divinas -bíblicas- pueden invocarse para impedirlo, contando además con que en otras Iglesias, tan Iglesias como la católica, el celibato es opcional y el matrimonio es recomendado para los sacerdotes y para los obispos?

. Para muchos, es ya más que razonable que se efectúen prospecciones sociológicas , encuestas y estudios, que aporten con santa libertad e independencia, elementos de juicio, veraces y suficientes, sobre la necesidad de otear el horizonte y desvelar cuantos, cuales, cuando y cómo son ya las respuestas a la necesidad, o conveniencia, de que el celibato sea opcional lo antes posible, y más en la hipótesis de que de alguna manera se le relacione con la pederastia.

. Es –será- cuestión de hacer intervenir a obispos, a curas y a laicos en encuestas y en votaciones, con la única y sagrada intención de tornar más eficaz y ejemplarizador el ministerio pastoral, en unas circunstancias de lugar y de tiempo tan extremas como las presentes. Las condenatorias y apocalípticas palabras del misericordiosa papa Francisco no se dirigen solo a los desdichados protagonistas de los respectivos casos, sino también a los cánones, normas o reglas institucionales que, de alguna manera, puedan haber intervenido, e intervengan, en estos problemas.

. Por elementales razones de religiosidad, doy por supuesto, que la referencia real objetiva, desoladora y desedificante del principio y norma “habitual” en la praxis jerárquica de que “más importante que ser casto, es ser cauto”, urge y apremia ser desterrada “in aeternum” et ultra”, es decir, “por los siglos de los siglos, AMÉN”.
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