LOS POBRES, LA IGLESIA Y LOS PARTIDOS POLÍTICOS
Con, o sin púrpuras y otros atuendos y titulaciones cardenalicias eminentísimas, al actual arzobispo de Valencia se le brindaron siempre facilidades de aparecer en los medios de comunicación social para emitir sus criterios acerca de temas político- religiosos de actualidad, en las circunstancias concretas de lugar y de tiempo. Entre unas cosas y otras, este cardenal es hoy el más conocido para los televidentes, radio-oyentes y lectores de la prensa escrita, con notable aceptación y aplauso de los “fieles” cristianos instalados mayoritariamente en ámbitos no distinguidos precisamente como “partidarios” y seguidores del Papa Francisco.
“Las Provincias”, diario de toda la vida de la región, hoy Comunidad Autónoma, de Valencia, recogió a su tiempo unas declaraciones cardenalicias pronunciadas en su “Aula”, que merecen y justifican estas reflexiones:
. “No veo ninguna opción por los pobres en ningún partido político…” Descalificación tan dogmática y generalizada del ideario y actividad del sistema al servicio del pueblo, me parece injusta, falta de veracidad y “per se” antidemocrática. Supuesto que el término “pobre” engloba a quienes así son reconocidos por el diccionario, por el resto del pueblo y por el evangelio, la manifestación de no haber descubierto en los programas de ninguno de los partidos políticos tal preocupación a su favor, además de una vacua y ofensiva exageración, podría interpretarse como una auto-defensa vulgar de lo que, por ejemplo, la Iglesia, y más le jerárquica, es punto de referencia, arquetipo y modelo y además basada en el mandato de Jesús y en su testimonio consecuente y leal.
. La lectura atenta y responsable de los programas de los partidos políticos, en cualquiera de las posiciones del arco parlamentario, lleva a la conclusión de que los “pobres” y sus necesidades son sus prioridades. Los marginados de cualquier tipo y condición, las mujeres, los débiles, los “dependientes”, los “sin techos” bajo los que cobijarse, e hipotecados, los emigrantes, los parados, los enfermos y los no “escolarizados”, ocupan apartados diversos en los programas de los partidos políticos, con soluciones y subvenciones diversas. Si estas no son suficientes, no se aplican a tiempo, o se olvidan a perpetuidad, no habrá que achacárselo a los partidos políticos por su propia condición, sino a las debilidades de la condición humana y al afán superior de ellos, y de quienes aspiran a ocupar sus puestos y de coronar sus deseos de mantenerse en los mismos con sus privilegios, previa “compra” de sus votos.
. La ancha y plural superficie de las diócesis levantinas, con espectacular mención para la metropolitana, debió ofrecer anchas, urgentes y profundas denuncias “en el nombre de Dios”, con anatemas fulgurantes contra los miembros corruptos de determinado partido, supuestamente identificado con acciones y actividades oficialmente religiosas que, por ejemplo, tan prestamente hicieron posibles la visita y estancia del bendito Papa Benedicto XVI en la capital levantina.
. Es de suponer que el cardenal de Valencia, la jerarquía eclesiástica y todos los miembros de la Iglesia, abriendo a tiempo los ojos, y conociendo el evangelio como corresponde, hayan llegado a idénticas conclusiones al comprobar que los responsables de la coincidencia de la doctrina y ejemplo de Cristo con los de la Iglesia oficial, no se hayan consagrado en mayor proporción a desenredarla de la fama tan merecida que tiene de “rica” y de poderosa, con mención expresa y terminante para su actividad educadora en la fe y en sus compromisos, de los dirigentes y empresarios.
. En la comparación entre los partidos políticos- pobres, y estos e Iglesia, y más le jerárquica, el primero de los dos términos seguramente que ganaría en consideración , veracidad y respeto por parte del pueblo, tanto por los signos externos palaciegos , litúrgicos y sociales, como la nómina, el talante, la vistosidad, los cánones, las amistades y las relaciones con las “fuerzas vivas de la localidad” y los estamentos políticos más poderosos de las Autonomías y del Estado, el clero lleva las de ganar, con amplia suficiencia y “porque así lo han querido Dios y sus legítimos representantes”.
. “Al Papa Francisco le preocupa España…” La confirmación de esta realidad, efectuada por el cardenal de Valencia en las referidas declaraciones, no debería interpretarse a la luz de los más recientes acontecimientos netamente políticos. Sería más justa, “franciscana” y veraz su exégesis y explicación, teniendo sagradamente presente el ritmo de pigricia y desaplicación que caracteriza a los miembros de la Conferencia Episcopal Española quienes, conscientes de haber llegado tarde al Concilio Vaticano II, corren el riesgo de no acompasarse al que encarna el Papa Francisco, en desprestigio y descrédito para la Iglesia.
. El ruego y la petición de “perdones a mis amigos políticos” con el que terminan las declaraciones cardenalicias, no pasan de ser, y significar, el penúltimo gesto y remate del insípido formulismo de las ordenanzas estético- sociales con remembranzas a “besa el anillo pastoral de Vuecencia y se encomienda a sus oraciones”, contenidos en los prontuarios para- litúrgicos o protocolarios.
. En los casos concretos de los “pobres” con nombres, situaciones y status de la mujer, por mujer, cualquier partido político rebasa con creces el respeto y el reconocimiento que aún como persona le corresponde, y que la Iglesia ignora y desprecia. La falta de respeto a los derechos humanos es, con frecuencia, triste y dramática noticia en la propia Iglesia.
“Las Provincias”, diario de toda la vida de la región, hoy Comunidad Autónoma, de Valencia, recogió a su tiempo unas declaraciones cardenalicias pronunciadas en su “Aula”, que merecen y justifican estas reflexiones:
. “No veo ninguna opción por los pobres en ningún partido político…” Descalificación tan dogmática y generalizada del ideario y actividad del sistema al servicio del pueblo, me parece injusta, falta de veracidad y “per se” antidemocrática. Supuesto que el término “pobre” engloba a quienes así son reconocidos por el diccionario, por el resto del pueblo y por el evangelio, la manifestación de no haber descubierto en los programas de ninguno de los partidos políticos tal preocupación a su favor, además de una vacua y ofensiva exageración, podría interpretarse como una auto-defensa vulgar de lo que, por ejemplo, la Iglesia, y más le jerárquica, es punto de referencia, arquetipo y modelo y además basada en el mandato de Jesús y en su testimonio consecuente y leal.
. La lectura atenta y responsable de los programas de los partidos políticos, en cualquiera de las posiciones del arco parlamentario, lleva a la conclusión de que los “pobres” y sus necesidades son sus prioridades. Los marginados de cualquier tipo y condición, las mujeres, los débiles, los “dependientes”, los “sin techos” bajo los que cobijarse, e hipotecados, los emigrantes, los parados, los enfermos y los no “escolarizados”, ocupan apartados diversos en los programas de los partidos políticos, con soluciones y subvenciones diversas. Si estas no son suficientes, no se aplican a tiempo, o se olvidan a perpetuidad, no habrá que achacárselo a los partidos políticos por su propia condición, sino a las debilidades de la condición humana y al afán superior de ellos, y de quienes aspiran a ocupar sus puestos y de coronar sus deseos de mantenerse en los mismos con sus privilegios, previa “compra” de sus votos.
. La ancha y plural superficie de las diócesis levantinas, con espectacular mención para la metropolitana, debió ofrecer anchas, urgentes y profundas denuncias “en el nombre de Dios”, con anatemas fulgurantes contra los miembros corruptos de determinado partido, supuestamente identificado con acciones y actividades oficialmente religiosas que, por ejemplo, tan prestamente hicieron posibles la visita y estancia del bendito Papa Benedicto XVI en la capital levantina.
. Es de suponer que el cardenal de Valencia, la jerarquía eclesiástica y todos los miembros de la Iglesia, abriendo a tiempo los ojos, y conociendo el evangelio como corresponde, hayan llegado a idénticas conclusiones al comprobar que los responsables de la coincidencia de la doctrina y ejemplo de Cristo con los de la Iglesia oficial, no se hayan consagrado en mayor proporción a desenredarla de la fama tan merecida que tiene de “rica” y de poderosa, con mención expresa y terminante para su actividad educadora en la fe y en sus compromisos, de los dirigentes y empresarios.
. En la comparación entre los partidos políticos- pobres, y estos e Iglesia, y más le jerárquica, el primero de los dos términos seguramente que ganaría en consideración , veracidad y respeto por parte del pueblo, tanto por los signos externos palaciegos , litúrgicos y sociales, como la nómina, el talante, la vistosidad, los cánones, las amistades y las relaciones con las “fuerzas vivas de la localidad” y los estamentos políticos más poderosos de las Autonomías y del Estado, el clero lleva las de ganar, con amplia suficiencia y “porque así lo han querido Dios y sus legítimos representantes”.
. “Al Papa Francisco le preocupa España…” La confirmación de esta realidad, efectuada por el cardenal de Valencia en las referidas declaraciones, no debería interpretarse a la luz de los más recientes acontecimientos netamente políticos. Sería más justa, “franciscana” y veraz su exégesis y explicación, teniendo sagradamente presente el ritmo de pigricia y desaplicación que caracteriza a los miembros de la Conferencia Episcopal Española quienes, conscientes de haber llegado tarde al Concilio Vaticano II, corren el riesgo de no acompasarse al que encarna el Papa Francisco, en desprestigio y descrédito para la Iglesia.
. El ruego y la petición de “perdones a mis amigos políticos” con el que terminan las declaraciones cardenalicias, no pasan de ser, y significar, el penúltimo gesto y remate del insípido formulismo de las ordenanzas estético- sociales con remembranzas a “besa el anillo pastoral de Vuecencia y se encomienda a sus oraciones”, contenidos en los prontuarios para- litúrgicos o protocolarios.
. En los casos concretos de los “pobres” con nombres, situaciones y status de la mujer, por mujer, cualquier partido político rebasa con creces el respeto y el reconocimiento que aún como persona le corresponde, y que la Iglesia ignora y desprecia. La falta de respeto a los derechos humanos es, con frecuencia, triste y dramática noticia en la propia Iglesia.