SOBRAN RITUALISMOS Y SOLEMNIDADES

Teniendo en cuenta las solemnísimas celebraciones celebradas con ocasión, por ejemplo, de la consagración-ordenación reciente del nuevo obispo de Plasencia, abrogo por la desaparición, o mitigación radical de las mismas. Las siguientes reflexiones les ayudaran a unos a su replanteamiento, sin descartar que a otros les puedan suponer un cierto alivio en la valoración más aproximada de la vivencia de su fe y del testimonio tanto personal como colectivamente.

. Revisados y meditados los resultados a los que llegan los estudios sociológicos, los índices de religiosidad decrecen en España de modo y manera ciertamente preocupantes. Por ejemplo, mientras que en el año 2.000 las bodas canónicas –“en” o “por” la Iglesia-, alcanzaban el porcentaje del setenta por ciento, en la actualidad ellas rondan tan solo el 26 por ciento. En Cataluña, al margen de que la mayoría de sus obispos y arzobispos se declaren independentistas “ y no comulgan con tan sensible materia, también religiosa, con el resto del episcopado”- las cruces –, las“X”- a favor de la Iglesia en la declaración de la renta, apenas si tienen cabida, brillando por su ausencia.

. La falta de vocaciones –ellos y ellas- , de asistencia y participación en las misas y otros sacramentos, las llamadas “Primeras Comuniones por lo civil”, la identificación de corruptos con los políticos y empresarios “educados en colegios religiosos o de religiosos”, la discrepancia de los criterios de los “de derechas de toda la vida” con el evangelio, en mayores proporciones que los contenidos en los idearios de los “de la izquierda”, aportan elementos de juicio suficientes como para tener que anatematizar a unos y canonizar a otros, en disonancia precisamente con los declarados, impuestos y seguidos por la Iglesia oficial, con carácter, a veces, casi dogmático.

. Mientras tanto, paradójicamente, y en tal contexto, en las ceremonias episcopales aludidas, se congregaron, como detalladamente refieren las crónicas, además de los tres obispos-arzobispos cosagrantes, tres cardenales y más de una veintena de “hermanos en el episcopado”, más de un centenar de sacerdotes , y el pueblo de Dios que acampó en los claustros catedralicios y, por supuesto, pero en lugares de honor, con la presencia de las correspondientes autoridades políticas y representantes de organismos e instituciones sociales.

. La pieza teatral fue interpretada y realizada a la perfección, tal y como los liturgistas e intérpretes de los protocolos lo habían previsto, con el “Visto Bueno” de los interesados y satisfacción general de los asistentes, quienes con gloriosa `piedad y benevolencia siguen creyendo que tales ceremonias son del agrado de Dios y contribuyen a la educación, reafirmación y crecimiento de la fe, como signos y testimonios de vivencias sagradas.

.En las prédicas que se acompasaron con el ritmo litúrgico de las ceremonias, no se escatimaron por parte del cardenal consagrante, y del obispo consagrado, alusiones y citas referidas a los pobres y a la propia esencia del “episcopo” como “ayuda, protección” y “defensa”, con una sola referencia a “gobierno”. Hacer presentes a los pobres en medio de tan nutrido bosque de mitras, de colorines y de signos paganos, deslumbrantes de arte, opulencia y riqueza, creen muchos que es un intento vano, ocioso, nada evangelizador, y hasta ofensivo para la “grey- pueblo santo de Dios.

. La estudiada y repetida cita a la Virgen del Puerto, patrona de la población placentina
-“ut placeat Deo et homínibus”, desde su refundación-, y el silencio canónico y político a la patrona extremeña de Guadalupe, a muchos les pareció que se trató como de un obituario- artilugio de arte y astucia poco sagrada, para silenciar así las legítimas aspiraciones de que esta advocación, con su popular contenido reivindicador de ser cuanto antes reintegrada a su nacencia extremeña, ajena a la castellano- manchega de Toledo, escándalo para propios y extraños.

. En tan solemnísimo contexto sobran ya ceremonias y ritos e invocaciones al santo nombre de Dios y a la intervención directa del Espíritu Santo, ajeno la mayoría de las veces a políticas y politiquerías eclesiásticas y feudales. Términos aplicados a estas circunstancias y ritos, como “entronización”. “investir”, “detentar” y otros, carecen de sentido religioso y no pasan de ser puramente administrativos, por mucha “sacramentalidad” que se les adjudiquen, aún con la mejor y más rebuscada de las intenciones.
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