NO SE TELEVISAN LOS MILAGROS
Una veintena de “hermanos en el episcopado” se suelen reunir en la consagración de los recientemente nombrados obispos de las diócesis “sede vacante”. Hecho de tanta solemnidad, evangelización y liturgia, diocesana y universal, justifica con creces estas y otras reflexiones estrictamente pastorales:
. El nombramiento de los obispos reclama radical reforma en los usos y tradiciones, en los cánones y “santas” costumbres y protocolos vigentes imperantes hoy en la Iglesia católica. El pueblo-pueblo –sacerdotes y laicos/as- habrá de hacerse, de manera eficaz, presente en la elección –í, elección democrática- de sus propios pastores.
. Idéntica, y urgente, reforma demandan los ritos y las ceremonias impuestas por los manuales litúrgicos y sus fieles intérpretes, los llamados “maestros de ceremonias”, para que se salven la validez , a la vez que la fastuosidad de estas “funciones” o “acto público , festividad o espectáculo al que concurre mucha gente”, que se intitulan “religiosas” por antonomasia.
. Si por encima de todo lo que se pretende es educar en la fe y en el sentido y contenido pastoral de la figura episcopal, una ceremonia no puede superar las tres horas, por mucho atractivo que posea, por muchos ensayos que antes hayan sido efectuados, por poco farragosa que resulte y por inteligibles que sean los símbolos, los gestos y las palabras con que estos se interpreten,
. La urgencia de la reforma se torna apremiante, cuando, por ejemplo, se intenten esculcar motivaciones de piedad y de religión, en la imposición del anillo, episcopal, de la mitra, del trono-cátedra-sede, de la postración, de los incensarios, del solideo, de las genuflexiones imposibles a consecuencia de la artrosis y de los años, y de tantas cortesías y cortejos, protocolos y mágicos formulismos.
. Todas, o la mayoría de estas reglas establecidas para el culto, y más para las consagraciones -¿”tomas de posesión”?- de los obispos, están obsoletas, son incomprensibles, incomunicables, arcanas, esotéricas, supersticiosas y, en definitiva, paganas. La pretensión de educar hoy en la fe , con términos y adjetivaciones como los referidos, condenan al personal al aburrimiento y a la desolación en esta vida y en la otra.
. El personal –pueblo de Dios- no está hoy dispuesto a perder el tiempo de esta manera, o a emplearlo en espectáculos, representaciones, fiestas, sueños y ensueños mágicos y lejanos, contando con otros mucho más divertidos y al alcance de sus posibilidades, como los diseñados por los expertos en los medios de comunicación social, o , simplemente, por los profesionales de la cultura o del ocio.
. Inmiscuir y entrometer al Espíritu Santo en los nombramientos y en las ceremonias relacionadas de esta manera con el “Orden Episcopal”, se corre el riesgo de profanar términos y referencias muy sacrosantas. Todo cuidado en estas materias es poco. Con la función- ministerio episcopal, ni se puede ni se debe jugar. Ni se comercia, ni se premia y ni substituye o suplanta.
. Como además, las ceremonias episcopales – consagración y traslados- se suelen televisar en días festivos, entre unas cosas y otras, ellas acaparan parte importante de las programaciones, cuando la cadena o cadenas, son de propiedad eclesiástica, y más si su titular es, en algunos casos, la misma Conferencia Episcopal.
. Tener fiel y honestamente en cuenta este dato, en tiempos de recientes y apremiantes reformas y renovaciones “profesionales” en la “13 TV”, es de utilidad y provecho, si a las referidas retransmisiones hay que prestarles tanta atención y tiempo, con imposibilidad de apaños y añadidos, del índice de teleespectadores será difícil –imposible- conseguir su acrecentamiento. Vaya en descargo de los profesionales recientemente fichados, esta circunstancia. Los “milagros” no se televisan, ni son, de por sí, televisivos. Y, por supuesto, pastoral y teológicamente, repudian toda ostentación, fastuosidad y boato.
. El nombramiento de los obispos reclama radical reforma en los usos y tradiciones, en los cánones y “santas” costumbres y protocolos vigentes imperantes hoy en la Iglesia católica. El pueblo-pueblo –sacerdotes y laicos/as- habrá de hacerse, de manera eficaz, presente en la elección –í, elección democrática- de sus propios pastores.
. Idéntica, y urgente, reforma demandan los ritos y las ceremonias impuestas por los manuales litúrgicos y sus fieles intérpretes, los llamados “maestros de ceremonias”, para que se salven la validez , a la vez que la fastuosidad de estas “funciones” o “acto público , festividad o espectáculo al que concurre mucha gente”, que se intitulan “religiosas” por antonomasia.
. Si por encima de todo lo que se pretende es educar en la fe y en el sentido y contenido pastoral de la figura episcopal, una ceremonia no puede superar las tres horas, por mucho atractivo que posea, por muchos ensayos que antes hayan sido efectuados, por poco farragosa que resulte y por inteligibles que sean los símbolos, los gestos y las palabras con que estos se interpreten,
. La urgencia de la reforma se torna apremiante, cuando, por ejemplo, se intenten esculcar motivaciones de piedad y de religión, en la imposición del anillo, episcopal, de la mitra, del trono-cátedra-sede, de la postración, de los incensarios, del solideo, de las genuflexiones imposibles a consecuencia de la artrosis y de los años, y de tantas cortesías y cortejos, protocolos y mágicos formulismos.
. Todas, o la mayoría de estas reglas establecidas para el culto, y más para las consagraciones -¿”tomas de posesión”?- de los obispos, están obsoletas, son incomprensibles, incomunicables, arcanas, esotéricas, supersticiosas y, en definitiva, paganas. La pretensión de educar hoy en la fe , con términos y adjetivaciones como los referidos, condenan al personal al aburrimiento y a la desolación en esta vida y en la otra.
. El personal –pueblo de Dios- no está hoy dispuesto a perder el tiempo de esta manera, o a emplearlo en espectáculos, representaciones, fiestas, sueños y ensueños mágicos y lejanos, contando con otros mucho más divertidos y al alcance de sus posibilidades, como los diseñados por los expertos en los medios de comunicación social, o , simplemente, por los profesionales de la cultura o del ocio.
. Inmiscuir y entrometer al Espíritu Santo en los nombramientos y en las ceremonias relacionadas de esta manera con el “Orden Episcopal”, se corre el riesgo de profanar términos y referencias muy sacrosantas. Todo cuidado en estas materias es poco. Con la función- ministerio episcopal, ni se puede ni se debe jugar. Ni se comercia, ni se premia y ni substituye o suplanta.
. Como además, las ceremonias episcopales – consagración y traslados- se suelen televisar en días festivos, entre unas cosas y otras, ellas acaparan parte importante de las programaciones, cuando la cadena o cadenas, son de propiedad eclesiástica, y más si su titular es, en algunos casos, la misma Conferencia Episcopal.
. Tener fiel y honestamente en cuenta este dato, en tiempos de recientes y apremiantes reformas y renovaciones “profesionales” en la “13 TV”, es de utilidad y provecho, si a las referidas retransmisiones hay que prestarles tanta atención y tiempo, con imposibilidad de apaños y añadidos, del índice de teleespectadores será difícil –imposible- conseguir su acrecentamiento. Vaya en descargo de los profesionales recientemente fichados, esta circunstancia. Los “milagros” no se televisan, ni son, de por sí, televisivos. Y, por supuesto, pastoral y teológicamente, repudian toda ostentación, fastuosidad y boato.