“VATICANITIS” Y MÁS
Enfermedades “profesionales” hay muchas. Y unas son graves y otras son leves. La mayoría de ellas están catalogadas, con expresa mención de sus respectivas consecuencias, en las legislaciones laborales que se precien de actuales y consensuadas entre los componentes oficiales del ramo. El concepto de “profesional” engloba de por sí también el de “vocacional”, dado que la señalización precisa de los efectos de algunas de ellas, a la hora de la verdad, no siempre es nítido, claro y preclaro. Por lo que respecta a la Iglesia como institución y Estado, tal y como hoy se considera, se vive e impera, es posible que el neologismo de “vaticanitis” se aplique con aproximación piadosa a parte importante el grupo de patologías, dolencias y caquexias “religiosas”. Entre tantas, las siguientes reflexiones facilitarán situar el problema entre sus debidas proporciones.
. En su reciente, complejo y ejemplar viaje a tres países centroafricanos, el papa Francisco, tal vez obsesionado con la definición de la Iglesia también como “Hospital de campaña o de sangre”, hizo explícita y dolorida referencia a la enfermedad de la diabetes, como dulce encubridora de corrupciones, sin dejar de citar las que padece la Iglesia aún dentro del mismo Vaticano.
. En otra ocasión africana le prestó atención pormenorizada al verbo “derrengar” (de las dos piernas), que con frecuencia afecta gravemente al creciente y armonioso ritmo de marcha que exige la renovación- reforma del estamento eclesiástico, por impedir el movimiento de las caderas en su ascético y penitencial camino de perfección, por exigencias evangélicas y por las demandadas por los tiempos nuevos, con absoluta denuncia para toda “doble vida”.
. “Prefiero una Iglesia accidentada a una Iglesia enferma”, es diagnóstico certero –aunque tal vez audaz para algunos-, que formula el papa Francisco, subrayando cada una de sus palabras con resonancias del santo evangelio, fiado y confiado además en las fuerzas que dimanan del testimonio del santo de Asís, que le sigue confiriendo imagen, contenido y sentido pastorales.
. Del modo de intentar ejercer misericordiosamente tal ministerio supremo, se desprende con facilidad el acusado recelo que le tiene el papa a enfermedades eclesiales que pudieran relacionarse con el conjunto de signos que sirven para fijar su naturaleza . De entre ellas, y sus especialidades, con destreza y valimiento, destacarían diagnósticos tales como “ episcopalitis, cardenalitis, teocratitis, infantilismos a perpetuidad, obediencia ciega y total, ritualismos a ultranza, comportamientos palaciegos, satrapismos imperiales y decrépitos, misoginia, canonitis, cielitis, negocios –aunque se trate del de la salvación eterna- , mieditis, desconfianzas, hipocresías, desalientos, frivolidades, jerarquismos…”
. Para las citadas enfermedades “divinales” y no tanto, el “médico de cabecera” papa Francisco, jamás dejará de aplicar tratamientos en los que prevalezcan elementos y componentes tan eficaces como la amistad, el afecto, el amor, la comprensión, la dulzura, la oración, la caricia, el beso, el abrazo, el ejemplo de vida, la audacia, la transparencia, además del gozo y de la verdad, con generosas dosis de evangelio y de “florecillas” nacidas a orillas de los caminos que, por ejemplo, conducirán sempiterna y contradictoriamente, a la renovación- reforma de la Iglesia.
. Al paso por la floresta de estos compromisos y programas de vida cristiana, surge la noticia de que los obispos españoles no comenzarán a conceder las “nulidades” matrimoniales hasta el próximo verano … Resulta que, por exigencias de la interpretación del “Motu Proprio” del papa para agilizar el proceso de tales “nulidades”, que tantos y tan graves problemas de conciencia han provocado y provocan en la comunidad eclesial, las imprevisiones curiales, el dinero, la pereza mental, los miedos y desconfianzas “canónicas” en las setenta demarcaciones diocesanas, han de retrasar aún más la puesta en práctica de tan misericordiosa y justa medida, con lo que la “eternización” de irregularidades a la luz del Código de Derecho Canónico, derrochara ríos de de intranquilidades por una parte, y, por otra, de desconfianzas, al comprobar que las facilidades de la concesión de “nulidades” para los ricos, famosos y famosillos, no sufrirán retrasos de importancia …
. La letanía de enfermedades “divinales”, profesionales y vocacionales, que padece la Iglesia y que demandan el rezo y la penitencia perdonadora de expertos en humanidad y en pastoral, como el papa Francisco, es inaplazable y urgente. Lu última experiencia africana lo confirma, pese a miedos, reverenciales o no, de algunas personas o grupos, con criterios dudosamente evangélicos.
. En su reciente, complejo y ejemplar viaje a tres países centroafricanos, el papa Francisco, tal vez obsesionado con la definición de la Iglesia también como “Hospital de campaña o de sangre”, hizo explícita y dolorida referencia a la enfermedad de la diabetes, como dulce encubridora de corrupciones, sin dejar de citar las que padece la Iglesia aún dentro del mismo Vaticano.
. En otra ocasión africana le prestó atención pormenorizada al verbo “derrengar” (de las dos piernas), que con frecuencia afecta gravemente al creciente y armonioso ritmo de marcha que exige la renovación- reforma del estamento eclesiástico, por impedir el movimiento de las caderas en su ascético y penitencial camino de perfección, por exigencias evangélicas y por las demandadas por los tiempos nuevos, con absoluta denuncia para toda “doble vida”.
. “Prefiero una Iglesia accidentada a una Iglesia enferma”, es diagnóstico certero –aunque tal vez audaz para algunos-, que formula el papa Francisco, subrayando cada una de sus palabras con resonancias del santo evangelio, fiado y confiado además en las fuerzas que dimanan del testimonio del santo de Asís, que le sigue confiriendo imagen, contenido y sentido pastorales.
. Del modo de intentar ejercer misericordiosamente tal ministerio supremo, se desprende con facilidad el acusado recelo que le tiene el papa a enfermedades eclesiales que pudieran relacionarse con el conjunto de signos que sirven para fijar su naturaleza . De entre ellas, y sus especialidades, con destreza y valimiento, destacarían diagnósticos tales como “ episcopalitis, cardenalitis, teocratitis, infantilismos a perpetuidad, obediencia ciega y total, ritualismos a ultranza, comportamientos palaciegos, satrapismos imperiales y decrépitos, misoginia, canonitis, cielitis, negocios –aunque se trate del de la salvación eterna- , mieditis, desconfianzas, hipocresías, desalientos, frivolidades, jerarquismos…”
. Para las citadas enfermedades “divinales” y no tanto, el “médico de cabecera” papa Francisco, jamás dejará de aplicar tratamientos en los que prevalezcan elementos y componentes tan eficaces como la amistad, el afecto, el amor, la comprensión, la dulzura, la oración, la caricia, el beso, el abrazo, el ejemplo de vida, la audacia, la transparencia, además del gozo y de la verdad, con generosas dosis de evangelio y de “florecillas” nacidas a orillas de los caminos que, por ejemplo, conducirán sempiterna y contradictoriamente, a la renovación- reforma de la Iglesia.
. Al paso por la floresta de estos compromisos y programas de vida cristiana, surge la noticia de que los obispos españoles no comenzarán a conceder las “nulidades” matrimoniales hasta el próximo verano … Resulta que, por exigencias de la interpretación del “Motu Proprio” del papa para agilizar el proceso de tales “nulidades”, que tantos y tan graves problemas de conciencia han provocado y provocan en la comunidad eclesial, las imprevisiones curiales, el dinero, la pereza mental, los miedos y desconfianzas “canónicas” en las setenta demarcaciones diocesanas, han de retrasar aún más la puesta en práctica de tan misericordiosa y justa medida, con lo que la “eternización” de irregularidades a la luz del Código de Derecho Canónico, derrochara ríos de de intranquilidades por una parte, y, por otra, de desconfianzas, al comprobar que las facilidades de la concesión de “nulidades” para los ricos, famosos y famosillos, no sufrirán retrasos de importancia …
. La letanía de enfermedades “divinales”, profesionales y vocacionales, que padece la Iglesia y que demandan el rezo y la penitencia perdonadora de expertos en humanidad y en pastoral, como el papa Francisco, es inaplazable y urgente. Lu última experiencia africana lo confirma, pese a miedos, reverenciales o no, de algunas personas o grupos, con criterios dudosamente evangélicos.