El pueblo pregunta : ¿POR QUÉ NOS HACEN CALLAR A LOS CRISTIANOS?.
Es esta una de las más apremiantes preguntas que se hace el pueblo “católico, apostólico y romano”, al llegarles tantas y tan documentadas noticias acerca de la situación que sigue viviendo la Iglesia, también en España….
“Sigue viviendo…”. Es decir, que no es agua pasada, con inefables recordaciones y explicaciones atribuibles al Nacional Catolicismo de los ex amores, perfectos o pluscuamperfectos de muchos, pero todavía amores de otros. Y que conste, y así lo destaco, que las noticias a las que aquí y ahora me refiero no tienen exclusiva denominación de origen en Francia, Irlanda, Estados Unidos, Italia o , países hispano americanos. Tienen también marca española y para su curación y la de sus protagonistas, apenas si se registra todavía la aplicación de la correspondiente denuncia. Esta, la denuncia, a tiempo, con nombres y apellidos y cuantas circunstancias se precisen, son únicos y eficaces remedios para males tan nefastos…
¿Y por qué no se denuncian, o estas se efectúan tan tímidamente, prevaleciendo por encima de todo el silencio jerárquico…?. ¿No se les debería caer la mitra, y la cara, de vergüenza, a quienes sabiendo, o debiendo saber, lo que saben, no mueven su báculo y, rompiendo toda clase barreras e hipocresías, con cáligas o sin ellas, les facilitan a las víctimas dar curso judicial a sus querellas, sin mandarlas callar a ellas y a sus familiares y amigos, con escándalos y pérdidas de la fe para todos.?. ¿Cuándo y por qué los medios de comunicación, propiedad de la Iglesia oficial, no son los primeros en adelantarse a distribuir unas noticias, que han de saberse bien pronto y tal vez no siempre con las matizaciones precisas?
¿Qué por qué no hablan las víctimas, y todo su entorno ha de guardar “sacrosanto” silencio?
Falazmente por respeto a personas, sus victimarios, que se intitulan sagradas, vocacionadas, con hábitos, sacramentos y ritos, dignas del crédito social, avaladas por argumentos arrancados del tratado de los “Novísimos y postrimerías”- en esta vida y en la otra-, y porque en jamás de los jamases sus testimonios hubieran sido creídos y no cuestionados y hasta perseguidos. ¡Qué asco, qué aversión, cuanto delirio y plus de hipocresía “religiosa”¡ Así se educaron no pocos de nuestros” educadores “, con el añadido de sus buenas dosis de celibato y pobreza , - no siempre por el reino de Dios y otras excusas-y para quienes el Código de Derecho Canónico y el ritual romano- y no los santos evangelios-, fueron ordenanza suprema.
Las apariencias eran y son canonizadas y canonizables y ellas son lo que verdaderamente les importa a muchos. Santos y más santos y a vivir de revelaciones y de cuentos de niños, de miedos, de reverencias y del santo temor de Dios, que premia a los buenos -ellos- y castiga a los malos, es decir a todos cuantos no sean ellos y los suyos.
Pero eso si, que no se entere la gente y nada de nada por lo que respecta a la transparencia. La transparencia es pecado. Y además, grave o mortal. El silencio es virtud. Y para subsanar las deficiencias -si fuera menester- para eso están los confesonarios y los padres espirituales, sabios en manejar y administrar los comportamientos que se decían “propios de los fieles cristianos de toda la vida”.
Aunque resulte más relevante cuanto se relacione con la sexualidad en sus grados y protagonistas más deleznables, sobre todo en la esfera de la infancia y de la adolescencia, pero no todo se queda en estos ámbitos, sino que irrumpen también en los profesionales. Los corruptores disponen de medios y modos casi- todo poderosos, para justificación de sus comportamientos, creyendo hacerlo todo “en el nombre de Dios y por la salvación del alma”, la suya y la de sus víctimas…
Por tanto, los cristianos han de callarse por no ser nada o casi nada en la Iglesia, y a lo más a lo que pueden aspirar es a ser y ejercer de acólitos. Las mujeres, apenas si eso. Los curas., obispos, arzobispos y así sucesivamente, lo son todo en la Iglesia. Sin ellos, ella no existe. Templos, catedrales, Años Litúrgicos, referencias ético-morales, poder ejercido” por la gracia de Dios” y hasta sus penúltimas consecuencias, son imagen cabal de la Iglesia y no solo en el medio rural y al toque de campanas.
Pero, por fin, ya no es de obligado cumplimiento tener que seguir callados. Hay que hablar. Y denunciar cuando y cuanto sea preciso. El papa Francisco reconoce y proclama este derecho. Los archivos en España están hasta rebosar. Seguir ignorándolo es pecado grave. Gravísimo. Y además, absurdo. Hoy todo se sabe o se sabrá muy prestamente y con pelos y señales.
Hemos estado, y seguimos estando callados, porque no somos auténticos cristianos. El cristiano es “palabra”. Palabra de Dios. Y sus siglas son las del VERBO.