Creced y multiplicaos
La bendición de Dios en Génesis 1,28 parece que ha dado un vuelco en la mentalidad de la humanidad. Ya no son sólo las naciones ricas de occidente sino que nos encontramos que cada día hay más pueblos que renuncian a una natalidad elevada, sinónimo de riqueza en tiempos no muy remotos.
Los índices de reproducción de España o Italia, naciones supuestamente católicas, están entre los menores del mundo. Y las razones son varias: el trabajo público de las mujeres gracias a su mayor educación, el costo de criar hijos y el deseo de seguir gozando de un nivel de vida conseguido tras muchos esfuerzos.
El caso de China es especialmente curioso porque tras las prohibiciones de no pasar de un hijo único ahora el gobierno se ha dado cuenta de que la curva de la población está alcanzando cifras aterradoras de un número creciente de ancianos y decreciente de jóvenes. Una situación que se agrava por la disminución de las mujeres a las que se eliminaba, antes de nacer o recién alumbradas, pues de tener un solo hijo… al menos que fuera varón.
Recientemente se ha sumado al carro de una población que decrece Irán y sus clérigos han montado una campaña en la televisión en la que aconsejan a la población que “no hagan caso a la horrible cultura que llega de occidente y que aconseja tener sólo uno o dos hijos”. Una cifra menor de cinco es inadmisible pero el número ideal es doce, algo que me recuerda mi juventud y los premios de natalidad del franquismo a matrimonios con 22 hijos (que solo alumbra la mujer con su deterioro físico correspondiente). Como ejemplo a imitar se pone a la familia del profeta: su persona, su hija Fátima, su yerno Ali y sus dos nietos Hassan y Hussein, un ejemplo que no entiendo pues sólo aparece una hija y no habla de su madre.
Todos los slogan de “menos hijos, mejor vida” de los que se había echado mano en otros tiempos han sido borrados del mapa, ya no suministran condones ni se mantienen oficinas de asesoramiento a las familias que no quieren tener hijos. Estas medidas van acompañadas de grandes posters de familias numerosas sanas y felices junto a castigos de cárcel por vasectomías y prácticas semejantes.
El tema no es baladí pues el mundo está sometido a una gran presión porque las crisis económicas no impulsan la natalidad lo que genera un importante problema para los jubilados ¿Quiénes estarán en el mercado de trabajo para pagar sus pensiones? Pero por otro lado una joven generación en paro no arregla nada y puede ser todavía peor.
Me gustaría conocer si Dios sigue pensando, que crecer y multiplicarse es algo positivo o si en el mundo que nos ha tocado vivir hay que ponerle coto a ese crecimiento. El sentido de los fieles se ha adelantado a la respuesta pero ¿estamos en lo cierto?
Los índices de reproducción de España o Italia, naciones supuestamente católicas, están entre los menores del mundo. Y las razones son varias: el trabajo público de las mujeres gracias a su mayor educación, el costo de criar hijos y el deseo de seguir gozando de un nivel de vida conseguido tras muchos esfuerzos.
El caso de China es especialmente curioso porque tras las prohibiciones de no pasar de un hijo único ahora el gobierno se ha dado cuenta de que la curva de la población está alcanzando cifras aterradoras de un número creciente de ancianos y decreciente de jóvenes. Una situación que se agrava por la disminución de las mujeres a las que se eliminaba, antes de nacer o recién alumbradas, pues de tener un solo hijo… al menos que fuera varón.
Recientemente se ha sumado al carro de una población que decrece Irán y sus clérigos han montado una campaña en la televisión en la que aconsejan a la población que “no hagan caso a la horrible cultura que llega de occidente y que aconseja tener sólo uno o dos hijos”. Una cifra menor de cinco es inadmisible pero el número ideal es doce, algo que me recuerda mi juventud y los premios de natalidad del franquismo a matrimonios con 22 hijos (que solo alumbra la mujer con su deterioro físico correspondiente). Como ejemplo a imitar se pone a la familia del profeta: su persona, su hija Fátima, su yerno Ali y sus dos nietos Hassan y Hussein, un ejemplo que no entiendo pues sólo aparece una hija y no habla de su madre.
Todos los slogan de “menos hijos, mejor vida” de los que se había echado mano en otros tiempos han sido borrados del mapa, ya no suministran condones ni se mantienen oficinas de asesoramiento a las familias que no quieren tener hijos. Estas medidas van acompañadas de grandes posters de familias numerosas sanas y felices junto a castigos de cárcel por vasectomías y prácticas semejantes.
El tema no es baladí pues el mundo está sometido a una gran presión porque las crisis económicas no impulsan la natalidad lo que genera un importante problema para los jubilados ¿Quiénes estarán en el mercado de trabajo para pagar sus pensiones? Pero por otro lado una joven generación en paro no arregla nada y puede ser todavía peor.
Me gustaría conocer si Dios sigue pensando, que crecer y multiplicarse es algo positivo o si en el mundo que nos ha tocado vivir hay que ponerle coto a ese crecimiento. El sentido de los fieles se ha adelantado a la respuesta pero ¿estamos en lo cierto?