El Indice de natalidad ¿bueno o malo?
La pregunta tiene trampa porque es desde donde se mire. Recientemente me informaron de que el obispo de un pequeño país africano, había recomendado a sus feligresas que tuvieran 10 hijos. Estoy segura de que lo hacía con la mejor voluntad del mundo y creía que, de esta forma, se cumplía lo que aconseja la Iglesia en materia de anticoncepción. También es una realidad que en el seno de las familias numerosas crecen las vocaciones sacerdotales, algunas auténticas pero otras llevadas por el hambre o por el deseo de educación.
Traigo a colación el tema por el informe que ha sacado la fundación Bill y Melinda Gates el 13 de septiembre y en el que demuestra que nunca había existido en el mundo una cifra menor de pobreza extrema y mala salud. Pero el informe era pesimista con el futuro pues consideraba que las ganancias obtenidas en distintos sectores estaban empezando a fallar. Había muchos factores implicados desde la demografía de ciertos países, la climatología y la política pero querían llamar la atención.
Nos hacía ser conscientes de que los países más pobres del mundo tienen una fuerte natalidad. En Nigeria en los años 50 del siglo pasado una mujer tenía 6,4 hijos de media, en China 6,0, en la India 5,9 y en Brasil 6,1. Si llevamos estas cifras a nuestros días la fertilidad de Nigeria sigue muy alta 5,7 mientras que Brasil, China y la India están por debajo del 2,5.
Hoy sabemos que los grandes índices de natalidad suponen muchas preocupaciones para los países pues la pequeña población de mayores tiene que soportar muchos jóvenes y en las sociedades agrícolas los agricultores deben buscar su vida en parcelas más reducidas. También conocemos, que al ritmo actual, la población del África subsahariana se duplicará en 30 años.
Es cierto que la pobreza ha disminuido enormemente en Asia y América Latina donde China, India, Indonesia y Vietnam “están secando las grandes lagunas de la pobreza asiática” en palabras de la fundación Gates. Pero la realidad es muy distinta en el África subsahariana con la triste conclusión de que la mitad de los pobres del mundo son africanos.
Las guerras tribales y las catástrofes climáticas son parte del problema pero al frente se colocan las enfermedades infecciosas como la malaria y el sida. Tenemos la sensación en occidente de que hemos vencido estas contingencias pero se necesita mucho dinero para seguir en el empeño y ¿los países ricos se han cansado? ¿emplean los recursos en sus naciones? Tampoco estos países pobres dedican mucho dinero, o el poco que tienen, a invertirlo en la salud de sus ciudadanos. Mucha gente joven implica más sexo y los esfuerzos que estamos haciendo para controlar el sida, serán insuficientes. En cuanto a la malaria se necesita más investigación para que las vacunas sean más eficientes.
La conclusión general es que la mejor solución es un descenso dramático de la natalidad en estos países africanos y que los avisos de aumento exponencial no se hagan realidad. Entre las predicciones optimistas, (las personas que viven en las ciudades tienen menos hijos y Europa buscará fórmulas que eviten la inmigración) y las pesimistas, (no hay suficientes recursos para atender a tanta gente), viven millones de personas. Jeremy Farrar del Welcome Trust, una ONG dedicada a la investigación médica, lanza un mensaje al mundo entero “estamos en un momento que nos demanda escoger caminos”.
Y vuelvo al obispo de este pequeño país africano ya que no creo que la mejor senda sea que las mujeres tengan muchos hijos… en esa zona del mundo pues en otras, como España, otro gallo cantaría. Pero recuerdo con vergüenza que en mi niñez Franco premiaba a las familias con más hijos. Los que se llevaban la palma eran matrimonios con más de 20 retoños de una sola mujer, y aquello, aunque eran otros tiempos, me parecía ya indignante pues se parecía demasiado a una feria de ganado.
Traigo a colación el tema por el informe que ha sacado la fundación Bill y Melinda Gates el 13 de septiembre y en el que demuestra que nunca había existido en el mundo una cifra menor de pobreza extrema y mala salud. Pero el informe era pesimista con el futuro pues consideraba que las ganancias obtenidas en distintos sectores estaban empezando a fallar. Había muchos factores implicados desde la demografía de ciertos países, la climatología y la política pero querían llamar la atención.
Nos hacía ser conscientes de que los países más pobres del mundo tienen una fuerte natalidad. En Nigeria en los años 50 del siglo pasado una mujer tenía 6,4 hijos de media, en China 6,0, en la India 5,9 y en Brasil 6,1. Si llevamos estas cifras a nuestros días la fertilidad de Nigeria sigue muy alta 5,7 mientras que Brasil, China y la India están por debajo del 2,5.
Hoy sabemos que los grandes índices de natalidad suponen muchas preocupaciones para los países pues la pequeña población de mayores tiene que soportar muchos jóvenes y en las sociedades agrícolas los agricultores deben buscar su vida en parcelas más reducidas. También conocemos, que al ritmo actual, la población del África subsahariana se duplicará en 30 años.
Es cierto que la pobreza ha disminuido enormemente en Asia y América Latina donde China, India, Indonesia y Vietnam “están secando las grandes lagunas de la pobreza asiática” en palabras de la fundación Gates. Pero la realidad es muy distinta en el África subsahariana con la triste conclusión de que la mitad de los pobres del mundo son africanos.
Las guerras tribales y las catástrofes climáticas son parte del problema pero al frente se colocan las enfermedades infecciosas como la malaria y el sida. Tenemos la sensación en occidente de que hemos vencido estas contingencias pero se necesita mucho dinero para seguir en el empeño y ¿los países ricos se han cansado? ¿emplean los recursos en sus naciones? Tampoco estos países pobres dedican mucho dinero, o el poco que tienen, a invertirlo en la salud de sus ciudadanos. Mucha gente joven implica más sexo y los esfuerzos que estamos haciendo para controlar el sida, serán insuficientes. En cuanto a la malaria se necesita más investigación para que las vacunas sean más eficientes.
La conclusión general es que la mejor solución es un descenso dramático de la natalidad en estos países africanos y que los avisos de aumento exponencial no se hagan realidad. Entre las predicciones optimistas, (las personas que viven en las ciudades tienen menos hijos y Europa buscará fórmulas que eviten la inmigración) y las pesimistas, (no hay suficientes recursos para atender a tanta gente), viven millones de personas. Jeremy Farrar del Welcome Trust, una ONG dedicada a la investigación médica, lanza un mensaje al mundo entero “estamos en un momento que nos demanda escoger caminos”.
Y vuelvo al obispo de este pequeño país africano ya que no creo que la mejor senda sea que las mujeres tengan muchos hijos… en esa zona del mundo pues en otras, como España, otro gallo cantaría. Pero recuerdo con vergüenza que en mi niñez Franco premiaba a las familias con más hijos. Los que se llevaban la palma eran matrimonios con más de 20 retoños de una sola mujer, y aquello, aunque eran otros tiempos, me parecía ya indignante pues se parecía demasiado a una feria de ganado.