Madres santas

Se me había olvidado lo que supone ser madre de muchos hijos en distintas edades pero la convivencia este verano con hijos y nietos me lo ha recordado. Si son pequeños lloran, cogen pataletas, no quieren comer verdura, se forran a chuches y no encuentran el momento de irse a la cama. Todo hay que negociarlo con gran paciencia. Con los mayores es peor pues hay que ir, poco a poco, dándoles libertad y siempre quieren más: salir de noche, volver tarde, nunca irse a la cama y no levantarse por la mañana… Si en una familia hay niños grandes y pequeños es un caos del que, en general, se ocupan las madres que además tienen que ir a la compra, hacer la comida y atender la limpieza y la ropa.

Y todo esto me hace preguntarme el motivo por el que nuestra Iglesia no ha canonizado a más mujeres madres, aunque para algunas se abrió una posibilidad cuando se quedaron viudas, vendieron todas sus posesiones y se metieron en un convento aunque esta nueva vida las impidió ocuparse de sus nietos para facilitar la vida de sus hijos.

He estado leyendo un artículo que analizaba las posibilidades de las mujeres madres para que la Iglesia las reconociera su santidad. La primera condición fue nacer en una familia rica y la segunda casarse, mejor si el matrimonio no fue feliz y que la familia política no facilitara la vida de la esposa. El siguiente paso es que los hijos murieran jóvenes o entraran en la vida religiosa.

El marido debía morir o que ambos cónyuges decidieran entrar en distintas órdenes religiosas. Existía la posibilidad de entrar en un convento al que subvencionaban o incluso fundaron. Una última oportunidad para ser canonizada, que no supone hacerse religiosa o ser rica, es el martirio.

El tema recuerda a que en el momento que nacen los hijos las madres no salen en las fotos pues suelen ser ellas las que las sacan aunque hoy con los selfies hay más posibilidades. Pero hay que reconocer que las madres están en segundo plano y son poco reconocidas por la sociedad.

Sería importante que la jerarquía reconociera la santidad en las labores que hacen las madres todos los días. Yo os aseguro que elevaría a los altares a mis hijas y nueras con las que he convivido este verano
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