Mater Ecclesia Gaudet
En una reunión con amigos alguien preguntó si la sociedad que teníamos hoy era mejor o peor que la de nuestra juventud - aclaro que éramos todos personas mayores. La conclusión fue unánime: los tiempos pasados fueron mejores. Yo mostré mi disconformidad argumentando que había aumentado el compromiso con los desfavorecidos (léase pobres, otras razas o mujeres), habíamos descubierto la dignidad humana en todas las personas y se habían aceptado diversas formas de vivir que hasta entonces eran anatema. No tuve ningún éxito
Al día siguiente me vino a la memoria el famoso discurso que hizo Juan XXIII en la apertura del Concilio Vaticano II cuando sus primeras palabras fueron Gaudet Mater Ecclesia, alégrate madre Iglesia. El Papa también era mayor y el mundo en el que había vivido no admitía muchas esperanzas: dos guerras mundiales, las purgas rusas y chinas, la subyugación del nazismo en Europa, las bombas nucleares y las grandes hambrunas por las que había pasado la humanidad recientemente, sin embargo, sus palabras reflejaban la vitalidad de la Iglesia Católica y su esperanza en el crecimiento de sus riquezas espirituales, mirando intrépida hacia el futuro
También decía el pontífice que había personas que no veían en el presente, en los tiempos modernos, más que prevaricación y ruina a los que llamaba profetas de calamidades, “avezados a anunciar siempre infaustos acontecimientos, como si el fin de los tiempos estuviese inminente”. Él veía a la Providencia conduciendo a un nuevo orden las relaciones humanas para conseguir planes superiores inesperados, a la Iglesia instalada en el presente, en el mundo actual, en los que se habrían nuevos caminos para el apostolado que anunciaban un día prometedor de luz resplandeciente
Resulta muy fácil ser profeta de calamidades si sólo se tienen anteojos para ver la maldad en el mundo, aunque debo reconocer que la bondad es más humilde ya que oculta sus buenas obras. Quiero pensar que nuestro Papa actual piensa como Juan XXIII ya que mira el entorno con una mirada que acierta a descubrir lo bueno y esperanzador y no le asusta la crítica o el disentimiento interior… que no le falta
Mis palabras vienen a cuento también al escuchar al presidente de la conferencia episcopal de los Estados Unidos, Monseñor José Gómez, hablar generalizando de muchos movimientos de nuestro momento actual a los que tilda de “pseudo religiones” y pelagianismo, entre ellos al Black Lives Matter. Pero en España también tendemos a descalificar costumbres modernas como Halloween, que no hace daño a nadie sino a la estética, al movimiento feminista per se, aunque no sea radical y a la cruzada LGBT que lucha por lograr la dignidad de las personas que no son heterosexuales. Los metemos a todos en el mismo saco, agitamos el cubilete y anunciamos triunfalmente que nuestro tiempo pasado fue mejor
Es cierto que en la Iglesia española hay pocas vocaciones sacerdotales y religiosas, que menos fieles acuden a los templos con la merma de las colectas dificultando las labores eclesiales. Pero ¿no será nuestra culpa? ¿No habremos sido incapaces de tocar la tecla de la espiritualidad que precisan nuestros contemporáneos? Nunca es demasiado tarde y debemos intentar caminos nuevos para que en la Iglesia aparezcan esas luces resplandecientes de las que hablaba Juan XXIII para conducir por caminos esperanzadores a las personas que es, al fin y al cabo, a lo que nos convoca Jesucristo