Mindfulness

En el mundo anglosajón se ha puesto de moda esta palabra, mindfulness, cuya traducción literal es “plenitud de la mente” pero que no se queda reducida al intelecto sino que busca la plenitud de la persona. En general acuden a estas prácticas las personas que, por su trabajo están sometidas a mucho stress o que buscan un sentido a su vida. Yo tenía muchos amigos extranjeros que, sin ser religiosos, practicaban sus métodos lo que me extrañaba.

Pues aunque originario del budismo estas técnicas se han secularizado. En síntesis pretenden que el individuo medite buscando un estado de vaciamiento interior para conseguir llegar al yo profundo, sin juicios de bondad o maldad. Una amiga americana que me contaba las excelencias del método, me decía que la paz que se consigue aumenta las defensas contra las enfermedades, que apoya los pensamientos positivos frente a los negativos, que ayuda a sortear las distracciones, que aumenta la compasión, la empatía y el altruismo, que facilita las relaciones y… combate el stress.

Un poquito molesta por el entusiasmo que mostraba por unas ideas que me parecían familiares dentro del cristianismo, respondió que a ella nunca le habían enseñado en la Iglesia esas prácticas y tuve que darle la razón. En nuestro credo el camino de la meditación está reservado para los sacerdotes, personas consagradas y algunos laicos. Para los demás, a los laicos normalitos, se les aconseja que vayan a misa, reciban los sacramentos y practiquen la caridad.

Por eso hay que coger la influencia de la moda y hacerla nuestra. Dejar tiempo en las misas para que los fieles mediten dándoles pistas, organizar cursillos de meditación, olvidarse un poquito del pecado que genera sentimientos de tristeza y apoyar las cosas buenas que hemos hecho en la vida, abrir los ojos al sufrimiento de los demás y como dice el budismo fortalecer la espalda y que nuestro pecho se ablande para ser capaces de soportar los cuerpos que necesitan ser abrazados.

Si somos capaces de abandonar liturgias que no dicen nada, en aras de otras que si lo hacen, volverán los templos a llenarse y nuestros corazones de cristianos se volcarán con los que sufren haciendo que nos sintamos mejores. Algunas personas dentro de nuestras fronteras ya han iniciado este camino, organizando cursillos formativos a todos los niveles. Tengo en mi entorno, gentes poco interesadas en la religión, agnósticas o incluso ateas, que han abrazado este método y están felices. Se sienten bien y su alma se ha ensanchado porque se sienten unidas a toda la humanidad.

Es bueno este momento navideño para meditar estas cosas y que se puedan poner en práctica el próximo año.
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