Quejas de las contemplativas españolas
A lo largo de estos meses he estado publicando una serie de blogs con noticias de las religiosas estadounidenses y sus problemas con el Vaticano que han motivado que me escriban algunos conventos de contemplativas españolas. Quieren que dé a conocer sus quejas, pues ellas no se atreven por miedo a las consecuencias, a lo que me ofrezco gustosa.
Parece ser que en 1996 se aprobaron los estatutos para el funcionamiento de la Federación y Asociación de monasterios de monjas por el cardenal Eduardo Martínez Somalo. En ellos, se suprimía la figura del “asistente” porque se pensó que no necesitaban niñera unas mujeres adultas a las que se reconocía su madurez y autonomía personal. Ellas se asesoraban con las personas que consideraban más capaces de entender sus problemas.
En septiembre del 2012 recibieron una carta firmada por el cardenal Braz de Aviz, prefecto de la Congregación para la Vida Consagrada y por el secretario Joseph Tobin, que las volvía al estado anterior de no reconocimiento de su mayoría de edad ya que las imponía el nombramiento de un asistente,ad nutum Sancta Sedis. El latín en roman paladino significa que el Vaticano decide la persona que debe vigilar a los monasterios y transmitir todos los años una breve relación sobre su funcionamiento, una relación que debe ser más detallada cada cuatro. Todos los asistentes, si los hubiera y habían sido nombrados por las religiosas, cesaban automáticamente con la publicación del decreto.
Ha producido un profundo dolor esta decisión que es una vuelta atrás y una ofensa innecesaria contra la libertad de las religiosas a las que se les impone una persona determinada mediante un claro abuso del poder y sin un solo razonamiento para apoyar la medida: obedeces porque soy tu padre. Y lo malo es que esto ocurre cuando en la sociedad civil las mujeres han recuperado su dignidad y sus derechos como personas, mientras que en la eclesiástica vuelven a formas más cercanas a la Edad Media.
No conozco si este decreto ha sido enviado también a la Federación de Monasterios de Varones (¿existe esta federación?) pero si tuviera que apostar diría que es algo exclusivo para las féminas. Estamos una vez más ante el poder masculino que se agarra a un clavo ardiendo para no perder su control sobre la clase de tropa de la Iglesia, sobre la servidumbre a la que se ha sometido a las mujeres de la que se quejaba el mismo papa. ¿Cómo se pueden compaginar estas imposiciones con la libertad de conciencia y con la moral autónoma que se exige a los cristianos actuales? No me parece que se logre por estos caminos.
Parece ser que en 1996 se aprobaron los estatutos para el funcionamiento de la Federación y Asociación de monasterios de monjas por el cardenal Eduardo Martínez Somalo. En ellos, se suprimía la figura del “asistente” porque se pensó que no necesitaban niñera unas mujeres adultas a las que se reconocía su madurez y autonomía personal. Ellas se asesoraban con las personas que consideraban más capaces de entender sus problemas.
En septiembre del 2012 recibieron una carta firmada por el cardenal Braz de Aviz, prefecto de la Congregación para la Vida Consagrada y por el secretario Joseph Tobin, que las volvía al estado anterior de no reconocimiento de su mayoría de edad ya que las imponía el nombramiento de un asistente,ad nutum Sancta Sedis. El latín en roman paladino significa que el Vaticano decide la persona que debe vigilar a los monasterios y transmitir todos los años una breve relación sobre su funcionamiento, una relación que debe ser más detallada cada cuatro. Todos los asistentes, si los hubiera y habían sido nombrados por las religiosas, cesaban automáticamente con la publicación del decreto.
Ha producido un profundo dolor esta decisión que es una vuelta atrás y una ofensa innecesaria contra la libertad de las religiosas a las que se les impone una persona determinada mediante un claro abuso del poder y sin un solo razonamiento para apoyar la medida: obedeces porque soy tu padre. Y lo malo es que esto ocurre cuando en la sociedad civil las mujeres han recuperado su dignidad y sus derechos como personas, mientras que en la eclesiástica vuelven a formas más cercanas a la Edad Media.
No conozco si este decreto ha sido enviado también a la Federación de Monasterios de Varones (¿existe esta federación?) pero si tuviera que apostar diría que es algo exclusivo para las féminas. Estamos una vez más ante el poder masculino que se agarra a un clavo ardiendo para no perder su control sobre la clase de tropa de la Iglesia, sobre la servidumbre a la que se ha sometido a las mujeres de la que se quejaba el mismo papa. ¿Cómo se pueden compaginar estas imposiciones con la libertad de conciencia y con la moral autónoma que se exige a los cristianos actuales? No me parece que se logre por estos caminos.