Vida oculta
| Isabel Gómez Acebo
Es el título de la última película de Terrence Malik que nos trae a la pantalla, la vida real de un campesino austriaco, Franz Jagerstatter, que no se quiso incorporar al ejército nazi por problemas de conciencia, una objeción que le ocasionó una sentencia de muerte. Como todas las obras de Malik es lenta y larga, pero en este caso viene acompañada de una magnitud espiritual que huele a trascendencia. Los planos de los montes austriacos son bellísimos y las escenas familiares denotan una gran ternura, un menú que nos llega arropado por una excelente música
La cinta, poco a poco, nos adentra en la historia de un hombre con una fe extraordinaria que pretende caminar por los mismos pasos que dio Jesucristo y que le exigen tomar un camino - el que considera mejor para él - que todos los que le conocen encuentran equivocado. El temor es libre, especialmente si es nazi, y los habitantes del pequeño pueblo en el que vive con su mujer y sus tres hijas lo tienen, de forma que les apartan de su convivencia para no quedar contaminados y correr su misma suerte
Las escenas de amor del matrimonio muestran que la esposa no cuestiona las decisiones que, aunque afectan a la familia, toma el marido. El público se queda con una gran pregunta pues al protagonista la muerte le llega por no querer levantar el brazo y exclamar Heil Hitler, unas palabras que podía desmentir en su corazón y que no le obligaban a combatir con las armas ¿Es mejor dejar a su mujer y a sus tres hijas pequeñas en una granja, con vacas, cerdos y sementera donde hacían falta un par de brazos de varón? ¿Pensó antes de tomar su decisión lo desamparada que dejaba a su familia? ¿Pide Dios esta renuncia?
A la salida, como en los toros, palmas y pitos, pues la longitud de la cinta se le hizo larga a muchos, especialmente las tomas en la prisión, pero otros salimos pensando que valía la pena el tiempo transcurrido mirando la pantalla y embriagándonos de esa nube de trascendencia que nos había invadido