Violencia, sexismo, silencip
Por casualidad comencé la lectura de un libro con este título cuya autora es Mercedes Navarro, el día que se recordaba en todo el mundo la violencia que han sufrido las mujeres y lo he terminado en la fecha que se conmemora la Inmaculada Concepción.
El libro ofrece una lectura feminista del libro bíblico de los Jueces con alguna incursión aclaratoria sobre el de Rut. Hay muchas protagonistas femeninas pero, con alguna excepción como la figura de Débora, aparecen en escenas de una violencia inusitada con violaciones masivas, torturas e incluso muerte llevadas a cabo por los varones de su familia o de su pueblo. Son estos relatos en los que incide la obra.
¿Qué pone el autor sagrado en boca de Dios en la medida que narra los acontecimientos finales? ¿Justifica la divinidad este comportamiento? Una de las novedades que aporta Navarro es el estudio sobre el silencio divino ya que la figura de Yahveh no aparece, ni de palabra ni de obra, en los capítulos más violentos contra las mujeres. Esta fórmula que ha escogido el editor final de Jueces nos deja con una pregunta abierta que se puede responder de varias formas. En primera instancia, podríamos pensar que el silencio otorga y entonces aparece Dios culpable por omisión, una alternativa reforzada cuando vemos que al hijo de Abraham un ángel lo salvó de ser sacrificado algo que no sucede con la concubina del levita la salva ningún mensajero divino, ni a la hija de Jefté de la promesa de su padre que le supone la muerte.
También esa ausencia puede tener otra lectura que supone la acusación de los responsables de esas acciones ominosas con quienes Dios no quiere tener relaciones. Son, nos dice Mercedes Navarro, todos aquellos que tenían la obligación de hacerle visible: el levita, responsable del culto, que despedaza a su concubina, la asamblea de las tribus de la promesa que deciden raptar a las vírgenes de Silo para que sean las esposas de la tribu de Benjamín y en general, todos los jefes de esas tribus que han apoyado estas decisiones moralmente inaceptables.
Esta posible crítica a los responsables de las religiones, a todos aquellos que tienen el deber de presentar a Dios, la podemos hacer extensiva a nuestro mundo pues hasta hace muy poco tiempo a los gritos de las víctimas femeninas, violadas, prostituidas, vejadas y malheridas no se le dieron altavoces para su denuncia. Yo he tenido amigas de recién casada cuyos maridos las maltrataban y a las que sus confesores decían que tenían que aguantar por el bien de sus hijos y porque era la cruz que les había tocado llevar. Con esas palabras sacaban del silencio a Dios para respaldar la violencia en la que vivían.
Aconsejo la lectura de esta obra a todos los interesados en la hermeneútica feminista de un libro en el que aparecen muchas mujeres protagonistas a las que Mercedes pasa revista de una forma seria y científica pero amena.
Estos libros nos permiten comprender que, cuando decimos que la Biblia es palabra de Dios, muchos textos no lo son. Al menos en estos capítulos del libro de los Jueces, en los que Dios está ausente, porque no puede reinar sobre el caos en el que se ha convertido su tierra prometida y no quiere certificar con su palabra, lo injustificable y condenable.
Termino este post el día de la Inmaculada Concepción y me vienen a la memoria todas las personas que han sido concebidas en la violencia y en la extorsión pues pienso que dejan huellas en su personalidad. Pero también quiero recordar a todas las mujeres, algunas niñas, que engendran hijos de parientes cercanos que se aprovechan de la convivencia, a las que son violadas, a las que son prostituidas sin su voluntad, a las que son vendidas como esposas a maridos que podrían, por edad, ser sus abuelos… Una memoria que estoy segura Dios lleva inscrita en su corazón misericordioso y nos empuja a utilizar nuestras voces para denunciar los hechos y la pasividad de algunos gobernantes que hacen la vista gorda. Nosotros somos responsables, en nuestra categoría de cristianos, de dejar bien clara la postura del padre de Jesús que no puede ser silente, sino todo lo contrario.
El libro ofrece una lectura feminista del libro bíblico de los Jueces con alguna incursión aclaratoria sobre el de Rut. Hay muchas protagonistas femeninas pero, con alguna excepción como la figura de Débora, aparecen en escenas de una violencia inusitada con violaciones masivas, torturas e incluso muerte llevadas a cabo por los varones de su familia o de su pueblo. Son estos relatos en los que incide la obra.
¿Qué pone el autor sagrado en boca de Dios en la medida que narra los acontecimientos finales? ¿Justifica la divinidad este comportamiento? Una de las novedades que aporta Navarro es el estudio sobre el silencio divino ya que la figura de Yahveh no aparece, ni de palabra ni de obra, en los capítulos más violentos contra las mujeres. Esta fórmula que ha escogido el editor final de Jueces nos deja con una pregunta abierta que se puede responder de varias formas. En primera instancia, podríamos pensar que el silencio otorga y entonces aparece Dios culpable por omisión, una alternativa reforzada cuando vemos que al hijo de Abraham un ángel lo salvó de ser sacrificado algo que no sucede con la concubina del levita la salva ningún mensajero divino, ni a la hija de Jefté de la promesa de su padre que le supone la muerte.
También esa ausencia puede tener otra lectura que supone la acusación de los responsables de esas acciones ominosas con quienes Dios no quiere tener relaciones. Son, nos dice Mercedes Navarro, todos aquellos que tenían la obligación de hacerle visible: el levita, responsable del culto, que despedaza a su concubina, la asamblea de las tribus de la promesa que deciden raptar a las vírgenes de Silo para que sean las esposas de la tribu de Benjamín y en general, todos los jefes de esas tribus que han apoyado estas decisiones moralmente inaceptables.
Esta posible crítica a los responsables de las religiones, a todos aquellos que tienen el deber de presentar a Dios, la podemos hacer extensiva a nuestro mundo pues hasta hace muy poco tiempo a los gritos de las víctimas femeninas, violadas, prostituidas, vejadas y malheridas no se le dieron altavoces para su denuncia. Yo he tenido amigas de recién casada cuyos maridos las maltrataban y a las que sus confesores decían que tenían que aguantar por el bien de sus hijos y porque era la cruz que les había tocado llevar. Con esas palabras sacaban del silencio a Dios para respaldar la violencia en la que vivían.
Aconsejo la lectura de esta obra a todos los interesados en la hermeneútica feminista de un libro en el que aparecen muchas mujeres protagonistas a las que Mercedes pasa revista de una forma seria y científica pero amena.
Estos libros nos permiten comprender que, cuando decimos que la Biblia es palabra de Dios, muchos textos no lo son. Al menos en estos capítulos del libro de los Jueces, en los que Dios está ausente, porque no puede reinar sobre el caos en el que se ha convertido su tierra prometida y no quiere certificar con su palabra, lo injustificable y condenable.
Termino este post el día de la Inmaculada Concepción y me vienen a la memoria todas las personas que han sido concebidas en la violencia y en la extorsión pues pienso que dejan huellas en su personalidad. Pero también quiero recordar a todas las mujeres, algunas niñas, que engendran hijos de parientes cercanos que se aprovechan de la convivencia, a las que son violadas, a las que son prostituidas sin su voluntad, a las que son vendidas como esposas a maridos que podrían, por edad, ser sus abuelos… Una memoria que estoy segura Dios lleva inscrita en su corazón misericordioso y nos empuja a utilizar nuestras voces para denunciar los hechos y la pasividad de algunos gobernantes que hacen la vista gorda. Nosotros somos responsables, en nuestra categoría de cristianos, de dejar bien clara la postura del padre de Jesús que no puede ser silente, sino todo lo contrario.