Mi amigo Tim

Mis padres tuvieron una gran amistad con un matrimonio norteamericano que hemos seguido las sucesivas generaciones. Cuando nuestros hijos fueron a USA para estudiar o trabajar sabían que podían acudir a la casa de lo que ellos llamaban “su familia americana”. El padre de nuestra generación era un hombre de profunda raigambre cristiana y conservadora, una forma de ser que siguió su hijo Tim, hoy un hombre de 50 años que hizo la carrera de medicina especializándose en enfermedades raras. Hace unos años hicimos unas etapas del camino de Santiago juntos lo que unió aún más nuestra amistad.

Se había casado con una doctora de origen ruso, tan inteligente y preparada que fue aceptada en la universidad a los 14 años y en la facultad de medicina a los 17 (en USA hay que hacer antes 4 años de estudios universitarios antes de acceder). Tras el nacimiento de cuatro hijos pensaron en adoptar un quinto y se fueron a Rusia, patria original de la esposa. El juez ruso les interrogó por el motivo extrañado de que una familia numerosa quisiera aumentar la prole, sin dudar contestaron que “habían pensado que podían dar amor y cariño a otra criatura que no lo recibían”.

Con tanta gente en casa Luba, que es como se llama su mujer, comprendió que no podía estar en el hospital todas las horas que su contrato demandaba y pidió reducción de jornada. Una mujer con una inteligencia y preparación excepcionales decidió que era mejor dedicar más tiempo a su familia.

Los hijos fueron creciendo y Tim decidió estudiar teología, dedicando un tiempo que no le sobraba. Cuando yo le preguntaba si tenía intención de recibir el diaconado permanente me contestaba ¿por qué no? Las fotos que nos mandaron del funeral de su padre el curso pasado ya estaba al lado del sacerdote que presidía ejerciendo de diácono ¡Lo que le hubiera gustado verle en esta función al difunto!

Ayer llamé a su casa por teléfono pues una nieta se ha ido a Boston a pasar el año escolar y quería darle sus coordenadas por si pasaba algo. Cogió el teléfono Luba que me dijo que Tim, había pedido permiso en el hospital y se había ido dos meses a África a luchar contra el ébola. Hay que ser un cristiano convencido y tener muchas agallas para hacer algo así. Está claro que mi amigo las tiene y es un ejemplo para todos nosotros que vivimos una fe de iglesia dominguera que no edifica a nadie ni invita a seguir el camino.
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