El empoderamiento de las mujeres
En unas recientes declaraciones de un prelado español se acusaba al feminismo de la búsqueda del poder, una acusación que va en línea con la carta del 2004 de la Congregación de la Doctrina de la Fe sobre la colaboración del varón y la mujer en la Iglesia y en el mundo. El texto denunciaba las nuevas tendencias femeninas que contestaban “al abuso del poder con una estrategia de búsqueda del poder”. La carta no da soluciones para atajar ese mal y puede que tenga en mente poner la otra mejilla pero para cortar de raíz las injusticias del poder no hay otra fórmula que hacerse con el poder. El ejemplo de las democracias nórdicas demuestra que da buen resultado pues, en la medida que las mujeres han alcanzado los puestos de responsabilidad en la política, han fomentado las vacaciones por maternidad, las guarderías, la conciliación laboral… con la consecuencia de un aumento de la tasa de natalidad en esos países, hasta entonces, los abanderados de lo contrario.
Nuestra Iglesia, tan preocupada con los abortos (una lacra más que preocupante), debería de potenciar el acceso de las mujeres al poder como un camino, entre otros muchos, para facilitar que las nuevas madres se sientan con fuerzas y capacidad para serlo. No es fácil tener hijos en nuestra sociedad y más en tiempos de crisis. Reconozco que me cuesta encontrar el motivo de este rechazo eclesial.
Hay un mito menos conocido que el de Eva que habla de una primera mujer de Adán, Lilith. Habiendo sido creada de la tierra como su compañero se negó a vivir como subordinada y huyó del Paraíso. Entonces Adán descubrió su soledad y pidió a Dios que intercediera para que su compañera volviera a su lado, a lo que Lilith se negó ¡Ni siquiera Dios consiguió que renunciara a su libertad para ponerse a disposición del varón!
Como comprenderán los lectores tamaña osadía la hizo responsable de todos los males del mundo. Su figura se encarnó en la serpiente del Paraíso, tentó a Eva e incitó a Caín para matar a su hermano. Ante el fratricidio, un Adán horrorizado, rehusó tener más relaciones sexuales con Eva y derramó su semilla sobre la tierra, una ocasión que aprovechó Lilith para recogerla, y a lo largo de los siglos, crear con ella miles de demonios causantes de todos los horrores imaginables.
Tengo la impresión de que el feminismo, siempre tachado de radical, es la nueva Lilith culpable de la homosexualidad, del aborto, de los matrimonios homosexuales…lo que me recuerda la historia de aquel gitano que en la comisaría, acusado del robo de una gallina, confesó que había matado a Calvo Sotelo. Puede que el día menos pensado se nos acuse a las feministas de magnicidio por buscar nuestro empoderamiento (la nueva palabreja que define este intento de búsqueda del poder).
Nuestra Iglesia, tan preocupada con los abortos (una lacra más que preocupante), debería de potenciar el acceso de las mujeres al poder como un camino, entre otros muchos, para facilitar que las nuevas madres se sientan con fuerzas y capacidad para serlo. No es fácil tener hijos en nuestra sociedad y más en tiempos de crisis. Reconozco que me cuesta encontrar el motivo de este rechazo eclesial.
Hay un mito menos conocido que el de Eva que habla de una primera mujer de Adán, Lilith. Habiendo sido creada de la tierra como su compañero se negó a vivir como subordinada y huyó del Paraíso. Entonces Adán descubrió su soledad y pidió a Dios que intercediera para que su compañera volviera a su lado, a lo que Lilith se negó ¡Ni siquiera Dios consiguió que renunciara a su libertad para ponerse a disposición del varón!
Como comprenderán los lectores tamaña osadía la hizo responsable de todos los males del mundo. Su figura se encarnó en la serpiente del Paraíso, tentó a Eva e incitó a Caín para matar a su hermano. Ante el fratricidio, un Adán horrorizado, rehusó tener más relaciones sexuales con Eva y derramó su semilla sobre la tierra, una ocasión que aprovechó Lilith para recogerla, y a lo largo de los siglos, crear con ella miles de demonios causantes de todos los horrores imaginables.
Tengo la impresión de que el feminismo, siempre tachado de radical, es la nueva Lilith culpable de la homosexualidad, del aborto, de los matrimonios homosexuales…lo que me recuerda la historia de aquel gitano que en la comisaría, acusado del robo de una gallina, confesó que había matado a Calvo Sotelo. Puede que el día menos pensado se nos acuse a las feministas de magnicidio por buscar nuestro empoderamiento (la nueva palabreja que define este intento de búsqueda del poder).