La ideología de género
Varios obispos europeos han levantado voces contra la ideología de género a la que acusan de todos los desmanes. Concretamente un obispo polaco, Tadeusz Pieronet, con fama de liberal, dijo en una convención este verano que “la ideología de género representa un peligro mayor que el nazismo y el comunismo combinados”. Cuando escuché la comparación me vinieron a la memoria los campos de concentración del holocausto o los siberianos de Stalin y la verdad es que no encontré semejanza alguna, tampoco el prelado pudo dar datos de víctimas asesinadas o mutiladas. Preguntado para que profundizara en la frase no hizo más que repetir que era una ideología contraria a la naturaleza y a sus leyes.
Pieronet no está solo en sus reflexiones porque sus compañeros en el episcopado advierten, en una carta pastoral conjunta, de los peligros a la familia que nacen en la ideología de género pues consideran que una de sus metas es “la sexualización de niños y adolescentes” abriendo el marco a la homosexualidad y a la transexualidad. Dicen, incluso, que la presión enorme contra la violencia de las mujeres “está promoviendo roles sexuales que no son estereotipos” y no comulgan con la Organización Mundial de la Salud que “promueve entre otras cosas la masturbación de niños pequeños fomentando la búsqueda de gozo y placer tocando sus cuerpos y el de sus compañeros… con la consecuencia de que la gente joven se convierte en consumidora de medicinas y pornografía, a la vez que se hace abortista”.
La carta produjo el consabido escándalo y horas más tarde de su publicación se produjo otra más suave aunque los obispos dicen que ambas son válidas: la primera para la pastoral y la segunda para los laicos. El periodista que publicó estas referencias en el New York Times de hace unos días se preguntaba los motivos de esta campaña en estos momentos para llegar a la conclusión de que era humo para tapar el desprestigio de la iglesia polaca tras los escándalos de pedofilia y los financieros, a raíz de la devolución de bienes robados a la Iglesia durante el comunismo.
No conozco el motivo pero en Francia, el equivalente al Tea Party católico, también protesta y lo mismo se puede decir de nuestro país. Una confrontación que aparece en un momento en el que todas las facultades están introduciendo en sus manuales teoría del género, ideología del género, estudios sobre el género… con la consideración de que, aparte del sexo biológico, en la identidad y composición de la persona, entran también las normas sociales
Se acusa al feminismo de ser la madre del cordero pero el término nació en los Estados Unidos, a mediados del siglo pasado, en los manuales de psicología y psiquiatría. Es verdad que el feminismo lo popularizó con la obra de Simone de Beauvoir “la mujer no nace, se hace mujer” lo que es una gran verdad. Yo, en pequeña medida, lo he vivido en mis carnes. Todos mis hermanos varones eran universitarios y cuando yo quise seguir su camino, mi madre intentó disuadirme: los estudios dificultarían mi matrimonio pues los hombres no querían casarse con mujeres cultas e inteligentes. Gracias a Dios no seguí sus consejos.
No sé si la ideología de género ha producido las maldades que estas personas anuncian pero tengo claro que para las mujeres, sus denuncias, han supuesto un cambio muy positivo. Ahora podemos escoger la profesión para la que nos sintamos llamadas sin cortapisas y no hace falta que sigamos los estereotipos por los que nos habían definido. No existe una manera de ser mujer sino muchas, tantas como mujeres existen en el mundo.
Pieronet no está solo en sus reflexiones porque sus compañeros en el episcopado advierten, en una carta pastoral conjunta, de los peligros a la familia que nacen en la ideología de género pues consideran que una de sus metas es “la sexualización de niños y adolescentes” abriendo el marco a la homosexualidad y a la transexualidad. Dicen, incluso, que la presión enorme contra la violencia de las mujeres “está promoviendo roles sexuales que no son estereotipos” y no comulgan con la Organización Mundial de la Salud que “promueve entre otras cosas la masturbación de niños pequeños fomentando la búsqueda de gozo y placer tocando sus cuerpos y el de sus compañeros… con la consecuencia de que la gente joven se convierte en consumidora de medicinas y pornografía, a la vez que se hace abortista”.
La carta produjo el consabido escándalo y horas más tarde de su publicación se produjo otra más suave aunque los obispos dicen que ambas son válidas: la primera para la pastoral y la segunda para los laicos. El periodista que publicó estas referencias en el New York Times de hace unos días se preguntaba los motivos de esta campaña en estos momentos para llegar a la conclusión de que era humo para tapar el desprestigio de la iglesia polaca tras los escándalos de pedofilia y los financieros, a raíz de la devolución de bienes robados a la Iglesia durante el comunismo.
No conozco el motivo pero en Francia, el equivalente al Tea Party católico, también protesta y lo mismo se puede decir de nuestro país. Una confrontación que aparece en un momento en el que todas las facultades están introduciendo en sus manuales teoría del género, ideología del género, estudios sobre el género… con la consideración de que, aparte del sexo biológico, en la identidad y composición de la persona, entran también las normas sociales
Se acusa al feminismo de ser la madre del cordero pero el término nació en los Estados Unidos, a mediados del siglo pasado, en los manuales de psicología y psiquiatría. Es verdad que el feminismo lo popularizó con la obra de Simone de Beauvoir “la mujer no nace, se hace mujer” lo que es una gran verdad. Yo, en pequeña medida, lo he vivido en mis carnes. Todos mis hermanos varones eran universitarios y cuando yo quise seguir su camino, mi madre intentó disuadirme: los estudios dificultarían mi matrimonio pues los hombres no querían casarse con mujeres cultas e inteligentes. Gracias a Dios no seguí sus consejos.
No sé si la ideología de género ha producido las maldades que estas personas anuncian pero tengo claro que para las mujeres, sus denuncias, han supuesto un cambio muy positivo. Ahora podemos escoger la profesión para la que nos sintamos llamadas sin cortapisas y no hace falta que sigamos los estereotipos por los que nos habían definido. No existe una manera de ser mujer sino muchas, tantas como mujeres existen en el mundo.