Dos modelos de mujer
No resulta ninguna novedad decir que la antropología mediterránea exportó al mundo entero un modelo que se mantuvo incólume hasta la revolución industrial del XIX y que una vez iniciada su descomposición fueron las dos guerras mundiales las que aceleraron el proceso. Pero el cambio no se vivió igual en todos los países del mundo pues yo recuerdo el escándalo que nos supuso a las españolas la actuación de las turistas que llegaron a nuestro país a mediados del siglo pasado. Eran dos concepciones de la forma de ser mujer abismales.
Las comunidades más tradicionales son las que se han visto más reacias a las innovaciones, precisamente por ser tradicionales y no encontrar modelos en el pasado donde apoyar las nuevas ideas. Dentro de ellas se encuentra la Iglesia católica.
¿Por qué saco a relucir un tema sobradamente conocido por todos en estos momentos? Porque me ha venido a la mente tras la asamblea que ha llevado a cabo la LCWR este mes de agosto. Es la famosa asociación de monjas católicas que ha sido puesta bajo la tutela de unos obispos por considerar el Vaticano que se habían metido por una senda equivocada, por un modelo de mujer y de religiosa, que no era el apropiado.
No sabemos nada de lo que pasó en su reunión pues sus tutores episcopales les prohibieron hacer declaraciones. Ya decía Sófocles que la mayor virtud de las mujeres era el silencio, algo que acogió con satisfacción Pablo cuando prohibió que hablaran en público pero me temo que a estas religiosas no les habrá hecho especial gracia. Siempre me ha parecido una observación parcial cuando se habla del silencio de María ya que esta mujer habló más que muchos apóstoles en los evangelios ¿Convenía decirlo como modelo femenino?
La asamblea coincidió con la fiesta de la Asunción y el celebrante fue el arzobispo Sartain, el principal tutor nombrado por Roma. Como era de esperar la homilía que pronunció versó sobre las virtudes y valores de la madre de Jesús y, es aquí, donde se ve con claridad que en la Iglesia hay dos modelos de mujer.
La homilía aparece en internet en inglés y nos presenta a una mujer que nunca dijo “no” y “mío”, que es lo primero que aprenden los niños, una mujer que aparece “quiet” (¿Silente, callada?) en los evangelios, que no buscó su realización personal y que no actuó dejando siempre que la gracia de Dios actuara en ella. El obispo recomendó a aquellas 825 mujeres que no buscaran libros ni formas de auto realizarse, pues esto solo se puede conseguir diciendo si a Dios, como hizo María.
No creo que fuera éste el modelo que han seguido esas monjas que han visto en María otro tipo de mujer; una mujer que antes de dar una contestación afirmativa al ángel, que era casi Dios, quiere saber; una mujer que a pesar de su juventud pronuncia en el Magnificat, un programa revolucionario; que viaja sola para consultar con otra mujer sus problemas (no acude ni al rabino, ni a su padre, ni a José…); que le echa en cara a su hijo su comportamiento despegado cuando se pierde en el templo; que se atreve a salir en su búsqueda cuando le parece que se está equivocando y que le desoye en las bodas de Caná y fuerza la llegada de la hora ¿Dónde aparece que era “quiet”? Ella sigue su conciencia que la fuerza a actuar.
Las religiosas que le escucharon tampoco son mujeres “quiet”, ni silentes ya que muchas presiden universidades, colegios y hospitales y han tenido que hablar mucho y auto realizarse para llegar a esos cargos. Ya no hablo de los hábitos que muchas han abandonado y que Roma añora o de la defensa de los intereses de las mujeres tanto a nivel de poder en la Iglesia como de sus cuerpos en la vida social, que tampoco gusta.
¿Serán capaces de convivir los dos modelos? ¿Cuál de ellos vencerá al final? ¿Por qué no dejan que sean las mujeres las que elijan? En los EEUU, el 20 % de las religiosas han optado por los hábitos y la reclusión en el convento y a nadie le parece mal, pero el otro 80% quiere seguir otro camino, más cercano al mundo en el que viven (no oculto cual es mi modelo) y entonces son puestas en cuarentena. Creo que a la Iglesia en su conjunto le conviene el diálogo y evitar la confrontación y eso es lo que pido.
Las comunidades más tradicionales son las que se han visto más reacias a las innovaciones, precisamente por ser tradicionales y no encontrar modelos en el pasado donde apoyar las nuevas ideas. Dentro de ellas se encuentra la Iglesia católica.
¿Por qué saco a relucir un tema sobradamente conocido por todos en estos momentos? Porque me ha venido a la mente tras la asamblea que ha llevado a cabo la LCWR este mes de agosto. Es la famosa asociación de monjas católicas que ha sido puesta bajo la tutela de unos obispos por considerar el Vaticano que se habían metido por una senda equivocada, por un modelo de mujer y de religiosa, que no era el apropiado.
No sabemos nada de lo que pasó en su reunión pues sus tutores episcopales les prohibieron hacer declaraciones. Ya decía Sófocles que la mayor virtud de las mujeres era el silencio, algo que acogió con satisfacción Pablo cuando prohibió que hablaran en público pero me temo que a estas religiosas no les habrá hecho especial gracia. Siempre me ha parecido una observación parcial cuando se habla del silencio de María ya que esta mujer habló más que muchos apóstoles en los evangelios ¿Convenía decirlo como modelo femenino?
La asamblea coincidió con la fiesta de la Asunción y el celebrante fue el arzobispo Sartain, el principal tutor nombrado por Roma. Como era de esperar la homilía que pronunció versó sobre las virtudes y valores de la madre de Jesús y, es aquí, donde se ve con claridad que en la Iglesia hay dos modelos de mujer.
La homilía aparece en internet en inglés y nos presenta a una mujer que nunca dijo “no” y “mío”, que es lo primero que aprenden los niños, una mujer que aparece “quiet” (¿Silente, callada?) en los evangelios, que no buscó su realización personal y que no actuó dejando siempre que la gracia de Dios actuara en ella. El obispo recomendó a aquellas 825 mujeres que no buscaran libros ni formas de auto realizarse, pues esto solo se puede conseguir diciendo si a Dios, como hizo María.
No creo que fuera éste el modelo que han seguido esas monjas que han visto en María otro tipo de mujer; una mujer que antes de dar una contestación afirmativa al ángel, que era casi Dios, quiere saber; una mujer que a pesar de su juventud pronuncia en el Magnificat, un programa revolucionario; que viaja sola para consultar con otra mujer sus problemas (no acude ni al rabino, ni a su padre, ni a José…); que le echa en cara a su hijo su comportamiento despegado cuando se pierde en el templo; que se atreve a salir en su búsqueda cuando le parece que se está equivocando y que le desoye en las bodas de Caná y fuerza la llegada de la hora ¿Dónde aparece que era “quiet”? Ella sigue su conciencia que la fuerza a actuar.
Las religiosas que le escucharon tampoco son mujeres “quiet”, ni silentes ya que muchas presiden universidades, colegios y hospitales y han tenido que hablar mucho y auto realizarse para llegar a esos cargos. Ya no hablo de los hábitos que muchas han abandonado y que Roma añora o de la defensa de los intereses de las mujeres tanto a nivel de poder en la Iglesia como de sus cuerpos en la vida social, que tampoco gusta.
¿Serán capaces de convivir los dos modelos? ¿Cuál de ellos vencerá al final? ¿Por qué no dejan que sean las mujeres las que elijan? En los EEUU, el 20 % de las religiosas han optado por los hábitos y la reclusión en el convento y a nadie le parece mal, pero el otro 80% quiere seguir otro camino, más cercano al mundo en el que viven (no oculto cual es mi modelo) y entonces son puestas en cuarentena. Creo que a la Iglesia en su conjunto le conviene el diálogo y evitar la confrontación y eso es lo que pido.