El paseo de Benedicto XVI
En un periódico matutino he visto una foto de Benedicto XVI paseando por los jardines del Vaticano que me ha dado que pensar. Hasta ahora siempre le habíamos visto rodeado de varones con sotanas, roquetes y sobre pellices que atendían a sus menores gestos y deseos, pero la imagen ha cambiado. El papa dimisionario, ya mayor, alejado del poder y falto de fuerzas, pasea junto a cuatro mujeres, vestidas normalmente que son las que le cuidan. Tengo la impresión de que es una imagen de su diario vivir y reconozco que echo en falta que a su lado camine algún varón, alguno de aquellos a los que nombró obispos, nuncios o cardenales y que tanto le querían cuando ostentaba el poder.
Muchos dirán que sus importantes obligaciones les impiden perder su valioso tiempo y, será verdad, aunque no deja de ser triste. Cuando yo era joven, un personaje muy importante de la vida española renunció a su cargo por salud y se quedó muy sorprendido de que el número de sus “amigos” había descendido de la noche a la mañana drásticamente.
Pero la noticia tiene su lado positivo, siempre aparecen Rosellas, Loredanas, Carmelas y Cristinas, mujeres al lado del sufrimiento que no buscan beneficios ni poder. La imagen del periódico no es distinta de la que vemos a las cabeceras de los enfermos hospitalizados, de las colas de las cárceles y de las madres de todos los mayos de la historia. ¿Será que sólo ellas pensaron que el lavatorio de los pies las concernía? Soy consciente de que exagero porque hay varones maravillosos al lado de los desfavorecidos de la sociedad pero ¿no es cierto que son muchos menos?
¿Qué va a pasar ahora que las mujeres se han incorporado a la vida pública? ¿Quién se va a ocupar de niños, viejos y enfermos? Creo que los cristianos deberíamos ser una punta de lanza y demostrar con nuestra conducta que todos estamos llamados al cuidado de los que sufren, incluso los más ocupados o con trabajos más importantes. Tenemos todos que pasar del "hay que hacer" al "voy a hacer" que nos compromete personalmente.
Muchos dirán que sus importantes obligaciones les impiden perder su valioso tiempo y, será verdad, aunque no deja de ser triste. Cuando yo era joven, un personaje muy importante de la vida española renunció a su cargo por salud y se quedó muy sorprendido de que el número de sus “amigos” había descendido de la noche a la mañana drásticamente.
Pero la noticia tiene su lado positivo, siempre aparecen Rosellas, Loredanas, Carmelas y Cristinas, mujeres al lado del sufrimiento que no buscan beneficios ni poder. La imagen del periódico no es distinta de la que vemos a las cabeceras de los enfermos hospitalizados, de las colas de las cárceles y de las madres de todos los mayos de la historia. ¿Será que sólo ellas pensaron que el lavatorio de los pies las concernía? Soy consciente de que exagero porque hay varones maravillosos al lado de los desfavorecidos de la sociedad pero ¿no es cierto que son muchos menos?
¿Qué va a pasar ahora que las mujeres se han incorporado a la vida pública? ¿Quién se va a ocupar de niños, viejos y enfermos? Creo que los cristianos deberíamos ser una punta de lanza y demostrar con nuestra conducta que todos estamos llamados al cuidado de los que sufren, incluso los más ocupados o con trabajos más importantes. Tenemos todos que pasar del "hay que hacer" al "voy a hacer" que nos compromete personalmente.