Los secretos inconfesables... y la confesión

El diccionario de la Real Academia Española de la Lengua define secreto, en su primera acepción, como “cosa que cuidadosamente se tiene reservada” y me ha resultado interesante un estudio, que hacen profesores de la universidad de Columbia, sobre los secretos que tienen las personas y la manera por la que afectan a su psique. El artículo en el que publican sus ensayos aparece en la revista Journal of Personality and Social Psychology y está firmado por los profesores Slepian, Chun y Mason.

En este trabajo demuestran que las personas guardan secretos en todos los aspectos de la vida, incluso cuando no están acompañadas pues afirman que “el secretismo es algo que puede darse a solas en un cuarto” ya que al generar frecuentes imágenes pueden dañar al bienestar pues nuestros pensamientos, se estima, abarcan un tercio de nuestra vida alerta. De aquí, que los estudios sobre la depresión sugieren que el pensamiento negativo y repetitivo produce estados depresivos mientras que la imaginación, si es positiva, genera sentimientos de bienestar. Pero además los secretos que guardamos nos hacen considerarnos no auténticos al no estar revelando situaciones o cosas sobre nuestras vidas que cambiarían el concepto que los demás tienen sobre nosotros.

Para realizar el estudio buscaron a participantes por Internet y, vis a vis, mediante encuentros que se realizaban en el Central Park de Nueva York. Dividieron los secretos en 38 categorías, las que consideraron más comunes: drogadicción, robo, aborto, mentiras, pensamientos de infidelidad, infidelidad sexual, haber hecho daño, deslealtad… Y les preguntaron a los voluntarios participantes si mantenían algún secreto, si les dedicaban frecuentes pensamientos y si consideraban que habían afectado a su bienestar. Una amplia mayoría confesó que tenía alguno de los secretos (13 fue la cifra) mencionados en las categorías y sólo un 2% negó tener alguno. Los que se veían afectados consideraban que les pesaban en sus conciencias ya que estaban proyectando una imagen no auténtica de sus personas.

Me preguntarán, y con razón, los motivos que me llevan a ofrecer los resultados de este artículo, tan profesional, a los lectores pero creo que existe una conexión con la confesión católica. Con frecuencia revelar un secreto descarga la conciencia pero no siempre tenemos a mano a la persona en la que confiar, no estamos seguros de que mantendrá su boca sellada y no nos delatará. Los judíos descargaban sus culpas sobre un carnero, el chivo expiatorio, que el Sumo Sacerdote despeñaba por un precipicio. Los católicos hemos colocado mucho peso sobre nuestras culpas, creo que demasiado pues la historia de la cristiandad ha producido algunas conciencias torturadas, pero teníamos a mano los confesionarios para descargarnos, una labor que en un mundo secular llevan a cabo los psicólogos que nos cobran por unos servicios que los sacerdotes suministran gratis et amorem ¿Éramos más felices cuando había colas ante los confesionarios o ahora? Cada uno dará su respuesta.
Volver arriba