La señal de la Cruz
Un jesuita suizo le escribió a un amigo diciéndole que había estado en Kiev y que se había quedado gratamente sorprendido cuando vio que los transeúntes hacían la señal de la cruz cuando pasaban delante de la catedral. Yo recuerdo cuando era niña que nos santiguábamos cuando salíamos de casa, al entrar a bañarnos en el Cantábrico en una playa con olas o al empezar un examen. Era una manera seminconsciente de rogar a Dios para que no nos pasara nada o que nos echara una mano a la hora de paliar nuestra ignorancia
Por eso me gusta cuando los deportistas al empezar una carrera o un partido hacen la señal de la cruz y cuando ganan miran al cielo en agradecimiento. La mayoría provienen de América del Sur donde estas costumbres siguen vigentes. Desconozco si son practicantes, pero tengo la seguridad de que en esos momentos piensan en Dios. Será posible que cuando truena llamen a Santa Bárbara y en otros momentos de su vida no se acuerden, pero con esos actos nos ofrecen un testimonio de su fe
El jesuita, en su carta al amigo, le decía que no sería una mala costumbre al empezar el año que al pasar delante de una iglesia hiciera la señal de la cruz. No es tan difícil como aprender inglés, ir al gimnasio o perder kilos que suelen ser las intenciones con las que empezamos en enero. Pero soy consciente de que es más fácil recordar a Dios en el interior de nuestro corazón que hacer un acto externo delante de otras personas. Nos da vergüenza porque no queremos que nos tachen de beatos o de fachas y negamos nuestra condición de cristianos.
Me han venido a la mente las tres negaciones de Pedro ante los criados y la profecía de Jesús cuando le dijo que cantaría el gallo tras haberle negado tres veces ¿Estaremos también nosotros negando al Dios encarnado?