Sembradores de esperanza "La misión del ministro ordenado no es inventar la presencia de Dios, sino descubrirla"

"En la parábola del sembrador (Mt 13,1-23) no se especifica qué es la tierra buena ni sus peculiaridades propias. Tan solo se indica que la tierra buena son aquellos que 'comprenden' el mensaje (13,23). Es entonces cuando pueden dar fruto en proporciones diversas"
"Este es el sentido del 'Día del Seminario' que celebramos hoy. Necesitamos orar por este ministerio de esperanza para que sean muchos los que sean 'tierra buena' y puedan dar buen fruto. Necesitamos 'Sembradores de esperanza'"
"La espiritualidad de este discípulo misionero exige comprender que el Señor está actuando siempre. Porque la actitud y la misión del ministro ordenado no es inventar la presencia de Dios, sino descubrirla"
"La espiritualidad de este discípulo misionero exige comprender que el Señor está actuando siempre. Porque la actitud y la misión del ministro ordenado no es inventar la presencia de Dios, sino descubrirla"
Estimadas y estimados, en la parábola del sembrador (Mt 13,1-23) no se especifica qué es la tierra buena ni sus peculiaridades propias. Tan solo, en la explicación de la parábola, se indica que la tierra buena son aquellos que «comprenden» el mensaje (13,23). Es entonces cuando pueden dar fruto en proporciones diversas. Además, en la exposición del porqué de las parábolas que se encuentra en el mismo pasaje (13,10-17), se llega a comprender que el Sembrador es el mismo Señor Jesús.
Ahora bien, para que hoy pueda «comprenderse» el mensaje, el Sembrador se vale de todos los cristianos, quienes debemos convertirnos en «discípulos misioneros», como afirma el Papa Francisco. Y, entre ellos, se vale especialmente de aquellos ministros ordenados que lo representan sacramentalmente en la comunidad. Este es el sentido del «Día del Seminario» que celebramos hoy. Necesitamos orar por este ministerio de esperanza para que sean muchos los que sean «tierra buena» y puedan dar buen fruto. Comprender la Buena Nueva de la parábola del sembrador significa dejar que el Señor tome el timón de la vida de las personas, que esté presente en su trabajo, que sea estímulo y esperanza en las dificultades y que el mal no triunfe en sus corazones. Por eso necesitamos «Sembradores de esperanza».
En íntima conexión con el Año Jubilar, este lema se adapta perfectamente al papel que los ministros ordenados debemos desempeñar dentro de la Iglesia. Tenemos el deber de anunciar la Palabra de Dios, de hacer presente al Señor celebrando los sacramentos y de servir a la comunidad desde nuestros cargos pastorales. Como Pablo, hemos sido llamados a ser apóstoles de Jesucristo «por mandato de Dios, Salvador nuestro, y de Cristo Jesús, esperanza nuestra» (1Tm 1,1).
Todos los cristianos, como discípulos misioneros, tenemos la misión de vivir y sembrar la fe, la esperanza y la caridad que vienen de Dios en medio del mundo. Nadie puede dar lo que no tiene. Por eso, es necesario que nuestras comunidades vivan con intensidad estas tres virtudes. En este contexto, la santificación y la animación de las comunidades es la principal tarea del cristiano que recibe y acepta la llamada del Señor al ministerio ordenado. Y la espiritualidad de este discípulo misionero exige comprender que el Señor está actuando siempre, que siempre va por delante, y que nosotros solo ayudamos al Sembrador a sembrar y, en el momento de la verdad, procuramos ser «recolectores» de alguien que ya ha sembrado. Se trata de destacar, en primer lugar, la primacía de la gracia y de los dones del Señor en la vida pastoral. Porque la actitud y la misión del ministro ordenado no es inventar la presencia de Dios, sino descubrirla.

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