Unos oyen sólo la música. Otros se alimentan de música y letra Copacabana, la playa de la fe y del Papa-estrella

(José Manuel Vidal, Rio de Janeiro).- De la playa del culto al cuerpo a la playa del culto a dios. Copacabana cambió por unas horas y, quizás, por unos días su aspecto y su finalidad: de la exhibición de la carne al orgullo de la fe, encarnada por la estrella de Dios, el papa Francisco.

El Papa argentino seduce y arrastra masas. Tiene magnetismo. Posee el ángel de la autenticidad. Suena, huele y sabe a verdadero. Más que cualquier estrella del cine o de la música. Más que cualquier astro del fútbol. Los organizadores hablaban de más de un millón de personas, casi millón y medio.

Y allí, in situ, la marea humana impresionaba y casi asustaba. De todas las edades, con predominio juvenil, lógicamente. Y de todos los países del mundo, como revelan banderas y bufandas. Una Babel unida por las camisetas de la jmj, que explica el vínculo que une a todos los forofos: la misma fe.

Se palpa el orgullo de ser católico. Francisco ha conseguido, en apenas cuatro meses, que el pueblo católico, tantos años cabizbajo, levante la cabeza. Ya no es vergonzante ser y proclamarse católico. Francisco les ha devuelto el orgullo de la fe. Una fe que pasa de ser una aguafiestas a ser una enorme fiesta.

Una fe que, en todos estos fenómenos masivos, corre el riesgo de convertirse en mero espectáculo: esperar dos o tres horas de pie para ver pasar de lejos al papamóvil un par de segundos. Pasa y se desencadena la emoción y los vivas y los gritos y los flashes de los móviles. Pro pasa tan pronto y tan rápido...Simples sensaciones, meras emociones instantáneas. ¿Una fe de usar y tirar?

Un minuto después, los mismos que vinieron a ver pasar al Papa se dan media vuelta y se van. Han venido a verlo, no a escucharlo. Lógicamente, otros muchos se quedan para escucharlo y vibrar con su verbo cálido y encendido que habla de Dios en parábolas que todo el mundo entiende y lanza mensajes que tocan el corazón: "La fe es revolucionaria".

Mi amigo Teófilo, hermano marista curtido en mil batallas, dice: "Lo decíamos en los años 80, después casi estaba prohibido y sonaba poco menos que a hereje. Y, ahora, es el propio Papa el que lo proclama".

Unos oyen sólo la música. Otros se alimentan de música y letra. Unos ven en el Papa un instrumento que lleva a Dios ( y de qué forma). Otros convierten al instrumento en fin y caen en el culto a la personalidad y en la papolatria. Porque de todo hay y de todo tiene que haber en la viña del señor. Pero unos y otros nos vamos a casa con una lección bien aprendida: que "Dios es pura misericordia". Lo dice el Papa que de eso algo sabrá.

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