Asombro y custodia de la Palabra
Cabe empezar diciendo que la fiesta del Corazón de María se celebra al día siguiente de la del Sagrado Corazón de Jesús. Y, evidentemente, no es casualidad. Desde la Encarnación los corazones de Jesús y María están conectados por un «cordón umbilical».
Fue en ese día en que el ángel anunció a María que concebía a Jesús por obra del Espíritu Santo (Lc 1,26-38), que María se asombró de tal manera que después en sus propias palabras dirá «el Señor hace en mí maravillas».
El Evangelio del día narra el asombro de María al encontrar a Jesús entre los doctores de la ley en el Templo (Lc 2,41-52).
Abro un paréntesis: ¿Por qué nos empeñamos en decir «El niño perdido y hallado en el Templo», cuando en realidad deberíamos decir «El adolescente escapado y hallado en el Templo»?
Sí, a los doce años se es adolescente hoy en día. y aún más lo era en un tiempo y lugar en que se vivían menos años o se empezaba a trabajar antes.
Y escapado porque Jesús supo en todo momento dónde estaba, lo que hacía y lo que decía.
Pues de todo ello se asombraron María, José y, por supuesto, los doctores de la Ley.
Pero advirtió el Papa que «no se puede vivir siempre en el asombro» y que, por tanto, «María leía la vida con la Palabra de Dios y esto justamente significa custodiar».
De por sí, María ya atestigua su conocimiento de la Palabra cuando en la Visitación sus palabras del Magnificat (Lc 1,46-55) parafrasean el Cántico de Ana (1Sam 2,1-10).
Y sigue el Papa: «Custodiar la Palabra de Dios: ¿Qué cosa quiere decir esto? ¿Que recibo la Palabra, tomo una botella, meto la Palabra en la botella y la custodio? No. Custodiar la Palabra de Dios quiere decir que nuestro corazón se abre, se ha abierto a aquella Palabra como la Tierra se abre para recibir las semillas».
Y a partir de aquí desarrolla brevemente la Parábola del Sembrador (Mt 13,1-9; Mc 4,1-9; Lc 8,4-8):
«La Palabra de Dios es una semilla que es sembrada. Y Jesús nos ha dicho qué cosa ocurre con la semilla: algunas caen a lo largo del camino, vienen los pájaros y las comen; esta Palabra no ha sido custodiada, esos corazones no han sabido recibirla. Otras, continuó, caen en una tierra pedregosa y la semilla muere. Y Jesús dice que aquellos no saben custodiar la Palabra de Dios porque no son constantes: cuando les sucede una tribulación se olvidan».
Y, como es habitual en el Papa Francisco, aterriza en lo concreto de mi vida personal cristiana y acaba pues con un pensamiento-interrogante para mi oración:
«Nos hará bien cuestionarnos: 'Con las cosas que ocurren en la vida, me hago la pregunta: ¿en este momento, qué cosa me dice el Señor con su Palabra?'. Esto se llama custodiar la Palabra de Dios, la Palabra de Dios es el mensaje que el Señor nos da en todo momento».
Quique Fernández