El Bautismo del Señor, ciclo A
Mt 3,13-17
Jesús se presenta en el Jordán, ante Juan Bautista, como uno más, «para que lo bautizara». En este acto sencillo, humilde, se produce una gran teofanía –la manifestación de Dios trinitario–, la Palabra del Padre avalando la misión del Hijo, de Jesús, y la acción del Espíritu Santo que desciende del cielo y se hace presente también en Jesús.
Las palabras y las acciones de Jesús en toda su vida pública, que se inicia con el bautismo a orillas del Jordán –episodio al mismo tiempo sencillo y sublime–, van a estar caracterizadas por un respeto exquisito por las circunstancias concretas de cada persona, con una atención especial a los débiles, a los sencillos, a los humildes, como nos recuerda la profecía mesiánica de Isaías (primera lectura): «la caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará». A ellos y a todos ofrecerá una «Buena Nueva» de salvación, de liberación.
Los gestos y el mensaje de Jesús nos interpelan al cristiano y a la cristiana actuales, no sólo para cambiar de actitud personal sino, sobre todo, para contrastar nuestra relación con los demás: ¿responde a un respeto delicado a sus limitaciones, diferencias, carencias, etc.? ¿Sus problemas, dificultades, angustias, necesidades..., las vivo como propias?
Javier Velasco-Arias