Fragmentos bíblicos indispensables para un Cónclave
Cuando este escrito se publica, los cardenales de la Iglesia reunidos en cónclave para designar al sucesor de Benedicto XVI y, por tanto, al sucesor de Pedro, ya están aislados entre paredes.
Lejos de mí la pretensión que alguno hubiese leído estas palabras. Más bien lo que deseo señalar es que este escrito no va para ellos (que también), sino por nosotros, los que sin entrar en cónclave ya estamos eligiendo al nuevo Papa con nuestras disquisiciones, predicciones, discusiones de sacristía, quinielas e, incluso, apuestas.
Benedicto XVI nos ha “descolocado”. A muchos porque se han limitado a concebir el papado en términos más de “dignidad” que de ministerio, o sea, servicio. Y a otros, incluso a los más progresistas, precisamente por lo mismo. Claro está que estos últimos, no tanto por abrazar esa concepción sino por combatirla. Pero, en fin, unos y otros fijando su interés en un centro equivocado.
Y Benedicto XVI nos ha recordado algo tan básico como es el que la Iglesia tiene una sola Cabeza, un solo Maestro, que es y sólo es Cristo. La función del Papa es, pues, ante todo, servicio, ministerio petrino.
Pero, ¡ojo!, si bien por ser ministerio no es tan importante si el que lo hace es León, Pío, Juan o Pablo, no por ello deja de ser muy importante ese ministerio y lo que conlleva en cuanto a pastoreo, guía, magisterio, en resumen, señalarnos el camino, llamarnos a la conversión, recordarnos nuestro compromiso de cristianos.
Primer Nivel: Fragmentos bíblicos petrinos
Es Pedro el que, desde esa vertiente de guía magisterial, nos señala el camino, ayer y hoy. Es decir, entre tanto charlatán de feria, que los ha habido siempre (falso mesianismo), Pedro es capaz de distinguir quien es Jesús en todo su alcance:
“Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” (…) Simón Pedro contestó: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo” (Mt 16,15-16)
Y en seguida Jesús le confirma en ese servicio:
“Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos” (Mt 16,18-19)
Pero que el mal no podrá con la Iglesia de Cristo, no quiere decir que los miembros de la Iglesia, incluido el Papa, no seamos pecadores. Nuestra realidad humana es la que es. No somos, pues, una “iglesia angélica”. Pedro, llamado a ser cabeza de la Iglesia, flaquea y decepciona: niega a Jesús hasta tres veces.
Y Jesús, que nos conoce bien, que conoce nuestras fuerzas y flaquezas, también tres veces le renovará su confianza:
“Apacienta mi rebaño” (Jn 21,15-17)
Otros también a lo largo de la historia han ejercido su ministerio petrino de una manera bien difícil de entender y defender…
Y los ha habido a los que les faltaron capacidades, salud e, incluso, buenos acompañantes.
Quizá haya que decir que una de las fatales consecuencias de ver el papado tan solo como “dignidad” es concebir al Papa como un “superhombre” al que, además de iluminar el Espíritu Santo, se le requiere una salud física y mental “contranatura”.
Segundo Nivel: Algunos fragmentos bíblicos sobre ministerio
Para tratar sobre el qué y por qué del papado, los anteriores fragmentos citados son tan básicos que resulta bien fácil escogerlos e, incluso, son o deberían ser fácilmente asumibles por un católico.
Pero en este segundo nivel, no pretendo tanto el hablar del ministerio petrino como el centrar la mirada en cuáles son las pistas que nos da el Evangelio sobre el cómo del ministerio-servicio apostólico.
Nos dice el Evangelio:
“Y los envió de dos en dos” (Lc 10,1)
Ya no solo hay que superar esa citada idea del apóstol (incluso del Papa) “superhombre”, sino que también hay que desterrar la peliculera imagen de “solo ante el peligro”, es decir, la tentación del individualismo.
Y quede claro que esto no va tanto por el Papa, sea el que sea, como por la imagen que nosotros nos forjamos, desarrollamos, transmitimos y, por desgracia, equivocamos.
Veamos una vez más el recorrido “simplón”: de una concepción del ministerio petrino que se queda solo en “dignidad”, y que de resultas de ello, exige un “superhombre”, desemboca en una errónea idea de un papado más cercano al continuo apagafuegos, parcheando lo que le dejan, que no a un ministerio que proyecta, trabaja y evalúa en comunión.
Pero la realidad de la Iglesia, de ese ministerio petrino, nos permite comprobar que, gracias a Dios, la bien llamada “Eclesología de Comunión” funciona. Quizá no lo bien que funcionaría si todos ya fuésemos santos. Pero funciona. Es decir, que el Papa no está solo, que no ejerce sólo, que no lo hace todo solo.
Veamos en que se concreta ese ir de “dos en dos”: Concilios, Sínodos, Dicasterios, Conferencias Episcopales, en fin, cientos, miles de colaboradores que, incluso, ayudan a escribir discursos y, no es ningún secreto, también documentos magisteriales.
Es por ello que hoy más que nunca no solo se elige a un Papa, sino que a través de él, también se escoge una manera de trabajar y un equipo de trabajo.
No pocas veces he discutido fraternalmente con los que valoran casi siempre negativamente tantas elecciones de nombres del Papa. Ellos aseguran, y realmente es verdad, que en esas elecciones el Papa no es infalible. Pero… si aseguramos que el Papa se equivoca al elegir a su Secretario de Estado, a su Portavoz, al Prefecto de la Doctrina de la Fe, al Presidente de Cultura o al de Nueva Evangelización, al elevar a éste al cardenalato y al nombrar a ese y aquel como obispo de tal o cual diócesis… pues bien, al calificar a todos ellos de inútiles (no exagero ni miento, basta un simple paseo por el espacio cibernético), no es difícil de concluir que tratan también de inútil a quien los elige.
Una vez más, gracias a Dios, no es así. El Papa que no es ni solo “dignidad”, ni “superhombre”, ni individualista ni solitario, no solo escoge a un equipo con el que proyectar, trabajar y evaluar, sino que además pide al Espíritu Santo que también les ilumine. Y es, pues, por medio de esos cientos y miles de colaboradores que también el Espíritu Santo ilumina al Papa. ¿Qué es sino un Concilio o un Sínodo? ¿Si no le transmitiesen también la luz del Espíritu Santo, pondría algún Papa sus escritos y documentos magisteriales en manos de otros?
La bien llamada “Eclesología de Comunión”, denostada por los fundamentalistas que no aceptan la Lumen Gentum (recordemos que es Constitución Dogmática) porque no aceptan su definición de Iglesia como Pueblo de Dios, nos acerca una realidad más coral del gobierno de la Iglesia.
Y al enviarlos de dos en dos, también Jesús les da unos consejos que parecen bien válidos para nuestra situación a día de hoy:
“No llevéis oro, plata ni cobre, ni alforja” (Mt 10,9-10)
“Cuando digáis sí, que sea sí, y cuando digáis no, que sea no” (Mt 5,37)
Cuando se está hablando más de los escándalos financieros y sexuales que, por desgracia, de comunión y evangelización, debemos escudriñar en la Palabra para encontrar claridad de ideas y claridad de acción.
Lo primero de todo, hay que resaltar que Benedicto XVI nos ha dado un gran testimonio de coherencia. Y no solo por su decisión de renunciar al ministerio petrino. Durante todo su pontificado se ha esforzado, hasta donde le han llegado las fuerzas, en “barrer” todo lo que de suciedad ha encontrado.
Lo que pasa es que estamos dando al mundo una sensación de partido de futbol con dos bandos de “hooligans”, de partidos políticos en campaña preelectoral.
Estamos en una dinámica en que lo que hacen “los míos” siempre está bien y lo que hacen “los otros” siempre está mal.
Y así, no hay manera de ponerse de acuerdo. Porque la premisa inicial ya debería resultarnos falsa y peligrosa, la de que “los otros” no son “los míos”.
Somos la Iglesia de Cristo que pidió al Padre que “todos sean uno”. Que todos seamos uno requiere que, al deseo de Cristo, se sume nuestra disponibilidad y nuestro esfuerzo.
Tercer Nivel: Oración bíblica para la elección
Fijémonos en el fragmento de los Hechos de los Apóstoles, en que se ha de llenar el vacío creado por la traición de Judas:
“Es necesario, pues, que de estos hombres que han estado juntos con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre nosotros, comenzando desde el bautismo de Juan hasta el día en que de entre nosotros fue recibido arriba, uno sea hecho testigo con nosotros, de su resurrección.
Y señalaron a dos: a José, llamado Barsabás, que tenía por sobrenombre Justo, y a Matías” (Hch 1,21-23)
Aunque la situación es bien distinta, ya que Benedicto XVI no ha abandonado a Cristo y a su Iglesia sino que tan solo, con su renuncia, permite dar paso a que otro nuevo apóstol ejerza el ministerio, debemos pues sumarnos a la oración que, en aquel importante momento, elevaron al Señor:
“Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muestra cuál de estos (dos) has escogido, para que tome la parte de este ministerio y apostolado, de que cayó Judas por transgresión, para irse a su propio lugar”. (Hch 1,24-25)
Quique Fernández