Domingo 4 de Pascua
Jn 10,1-10
Jesús no es un pastor de «borregos» sin capacidad de pensar y que siguen a alguien de forma mecánica: «¿dónde va Vicente?, donde va la gente». Jesús es el buen pastor que conoce y respeta a cada una de las ovejas de su rebaño; las conoce personalmente y por eso llama a «cada una por su nombre». Y estas ovejas siguen a Jesús de una forma consciente y libre, de manera que «no reconocen la voz de los extraños»
Más aún, Él es «la puerta», donde las ovejas encontrarán la salvación, la respuesta a todos sus anhelos y esperanzas. Y podrán «entrar y salir libremente», no condicionadas o manipuladas por nada ni por nadie; pero allí «encontrarán pastos» para saciarse. Y es que Jesús quiere que «tengan vida y la tengan en abundancia».
El símil es fácil de entender, de aplicar. La narración del evangelio está manifestando cómo Jesús muestra el camino de la fe, al que estamos invitados todos y todas, un camino de libertad, donde la persona se siente valorada por sí misma, por lo que es, reconocida individual, personalmente, y encuentra la plenitud de sus aspiraciones más profundas. Pero hay otras «ofertas», con frecuencia tentadoras, pero que no dan vida.
Javier Velasco-Arias