El papa Francisco y las casas

El Evangelio como referente

No había posada para ellos (Lc 2,7).
Jesús, el Hijo de Dios, el Rey del Universo, en vez de palacio nació en un pesebre. Ese gran acontecimiento, que ha cambiado la historia del mundo y de las personas, no ocurre por casualidad. Bien al contrario, en lo que es, y en la manera que es, se manifiesta Dios y nos comunica que Jesús nace en la humildad, sencillez, austeridad.
Nada que ver, pues, con palacios episcopales, oropeles, boato…

Del entonces cardenal Jorge Mario Bergoglio sabemos que vivía en Buenos Aires en un piso que compartía con otro jesuita (enfermo) y que en ese piso el cardenal incluso cocinaba.
Más tarde, tras ser elegido Papa, también sabemos que quiso pagar la residencia en la que se había alojado días antes de comenzar el cónclave que lo eligió.
De estos dos detalles que nos sirven como avance, empezamos a vislumbrar que el Papa Francisco intenta vivir la sencillez desde la normalidad.

Esa sencillez y esa normalidad le han llevado a generar capítulos que se suceden como noticias en los medios de comunicación.
El Papa renuncia vivir en los departamentos papales y se mantiene en la Casa de Santa Marta, en unas dependencias mucho más sencillas. Y los miembros de la curia se lo encuentran desayunando en el comedor, en una mesa más, uno más entre los que van a empezar sus tareas diarias.

Al ser preguntado por todo ello, el Papa responde que él necesita vivir en compañía, compartir con los demás… Y así, además, cada día comparte la Misa y su homilía en la Parroquia de Santa Ana.

Incluso durante el verano se mantiene en la Casa de Santa Marta y renuncia a un periodo alejado en Castelgandolfo.

Pero las noticias siguen sucediéndose. Hace una semana supimos que el Papa ha decidió que el Palacio Apostólico no es lugar para ejercicios espirituales y, por primera vez, el Papa y la curia se ejercitarán en una casa de retiros que los Paulinos tienen en Albano, cerca de Roma. Parece lo más normal ¿no? Entonces… ¿a nadie se le había ocurrido hasta ahora?

Y, sobre casas también va el asunto que ha salpicado estos días. Un obispo alemán se gasta (presuntamente) un fortunón en su “palacio episcopal”, con bañera de lujo incluida, y tras ser llamado a Roma, el Papa lo pone en la “nevera” (así se dice con los árbitros) hasta que se acabe de conocer las dimensiones del asunto.

Acabo con una anécdota casera del Papa. El Papa se acerca a una religiosa en la Casa Santa Marta y le pide que le deje unas monedas para la máquina del café. La religiosa se ofrece rápidamente a ordenar que se le haga al Papa el café de su preferencia. Pero el Papa deja bien claro lo que quiere:
-Perdone, pero quizá no me ha entendido bien. ¿Ese es el café del que toman todos? ¿Sí? Pues ese es del que yo quiero.

Quique Fernández
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