El papa Francisco y los coches
Bajo el epígrafe «El Evangelio como referente» se enmarcan una serie de artículos sobre los gestos y actitudes del Papa Francisco en relación con los gestos y actitudes de Jesús de Nazaret.
En el anterior artículo «El Papa Francisco y las entrevistas» recordamos cómo, a raíz de una pregunta sobre el coche utilizado en Río de Janeiro, respondía el Papa al periodista del canal brasileño O Globo:
“Siento que tenemos que dar testimonio de cierta simplicidad. Incluso diría de pobreza”.
El Papa, con esas palabras explicativas de ese gesto, estaba siendo testimonio ante el mundo de la austeridad que la Palabra de Dios nos presenta: en los profetas del Antiguo Testamento, en Juan Bautista, en Jesús de Nazaret, en Pablo de Tarso…
Así pues, el Papa llevando ese espíritu a la práctica, ha optado por utilizar coches sencillos, incluido un “4 latas” que le han regalado.
Cada Viernes Santo nos sentamos en casa delante del televisor para seguir el Via Crucis del Papa en el Coliseo de Roma. El realizador del programa televisivo nos ofrece la llegada y salida del Papa a la colina del Palatino. Recuerdo cómo en varios de los años del papado de Benedicto XVI le comenté a mi esposa el flaco favor que le hacía el realizador al papa y a la Iglesia mostrando el cochazo en el que llegaba el Papa.
¿Cuestión de “dignidad”?
Pero los que defienden que el Papa no puede ir en un coche demasiado sencillo. Una de esas personas es Lucrecia Rego de Planas, miembro de Regnum Christi (movimiento apóstolico de los Legionarios de Cristo) y ex-directora de Catholic Net. Ella conoció al Papa siendo Arzobispo de Buenos Aires y ahora, con fecha 26 de septiembre, publica una carta que ha enviado al Papa Francisco y, donde entre otras tantas cosas, dice:
“Si los demás llegaban en un coche correspondiente a la dignidad de un obispo, tú llegabas, más tarde que los demás, ajetreado y presuroso, contando en voz alta tus encuentros en el transporte público que habías elegido para llegar a la reunión.
Al ver esas cosas, ¡qué vergüenza contártelo!, yo decía para mis adentros:
Uf… ¡qué ganas de llamar la atención! ¿por qué no, si quiere ser de verdad humilde y sencillo, mejor se comporta como los demás obispos para pasar desapercibido?”
¡Vaya! Parece ser que es cuestión de “dignidad”. Quizá se hayan olvidado que el mismo Hijo de Dios, el más digno entre todos los dignos, podía haber entrado en Jerusalén en una lujosa carroza o llevado en volandas por una legión de ángeles… pero entró en un asno.
Ya apuntaba en el anterior artículo que creo firmemente que muchas de las sorpresas y extrañezas que nos están sacudiendo estas actitudes del Papa Francisco pueden estar más que enmarcadas en la triste y maquillada inversión que hemos hecho con los valores del Evangelio.
Me asalta la duda, eso sí, si en algunos casos ese maquillaje persigue, además, justificar cierta manera de vivir, ciertos ritmos de vida económicamente poco evangélicos. Se trataría, pues, de dar cobertura a cierto “catolicismo de salón” que se mueve solo entre oropeles y que gusta mucho de la religiosidad de ribetes y “puntillitas”.
Y el “papa-móvil”
Y no nos olvidemos del papa-móvil. También se le preguntó al Papa, en la mencionada entrevista, por ese extremo. A lo que el Papa respondió:
“Para mí es fundamental la cercanía de la Iglesia. No conocemos ninguna mamá por correspondencia. La mamá da cariño, toca, besa, ama”.
Incluso el Papa llegó a aseverar tajantemente que “o uno hace el viaje como se tiene que hacer, con comunicación humana, o no lo hace”
Es decir, que la Iglesia al igual que el Hijo de Dios, se ha de rozar con la humanidad. Para eso Dios se hizo hombre. Y se dejó rozar.
Me pregunto cómo hubiese podido la hemorroisa del evangelio (Lc 8, 43-48) haberse acercado a un Jesús en “papa-móvil”, en una caja de vidrio (así lo llamó el Papa Francisco). Se habría evitado ese encuentro, a partir de ese rozar la túnica de Jesús, que le regaló a la hemorroisa estas palabras: “Tu fe te ha salvado. Vete en paz”.
Incluso a los que aducen la primacía de la seguridad por encima de las razones que esgrime el papa Francisco, podemos recordar que el Maestro se jugó y dio la vida por todos nosotros. Que estamos todos nosotros, “alter Christus” por nuestro Bautismo, llamados a aceptar los riesgos que supone vivir para Dios y para el hermano.
Como dice la canción: “Oh! Señor Jesús, nos da miedo dar la vida, pero la vida tú nos la has dado para darla”
Un par de anécdotas
Cuentan estos días dos anécdotas del Papa Francisco que pueden completar el tema del transporte.
El Papa iba a salir de Santa Marta en dirección a alguna dependencia cercana, en el mismo Vaticano. El Papa dice el lugar hacia dónde va y le preguntan que coche desea que le lleve, a lo que el Papa pregunta-responde “si están de broma”.
También en la puerta de Santa Marta se encuentra a un monseñor que le dice hacia dónde va (también muy cerca) y que está esperando el coche que le llevará, a lo que el Papa le pregunta perplejo “¿y no puede ir andando?”.
Ir andando… dar testimonio de cierta simplicidad… el Evangelio como referencia.
Quique Fernández