Benedicto XVI y su entorno.

Creo que tenemos un Papa extraordinario. Lo mejor de lo que podíamos imaginar. Incluso imaginándonos lo mejor.

Pero me da la impresión de que sus colaboradores no le secundan. Él conocía mejor que nadie lo que era la Curia. Miembro curial durante muchísimos años. Pero, o no tiene mimbres, o no sabe elegirlos. Porque los nombrados no le siguen.

Uno oye al Papa y se entusiasma con él. Mejor imposible. Y presta oídos a los colaboradores que nombró y no oye nada. O mememces futbolísticas en el Secretario de Estado. Levada, Hummes, Dias y Bertone parecen no existir. Salvo las tonterías del Secretario de Estado que son mayúsculas.

Seguramente el Santo Padre les habrá dicho que callados, que la Iglesia la gobierna él. No discuto esa determinación. Mil veces mejor en sus manos que en las de sus colaboradores. Pero, ¿colaboran? Salvo que lo hagan tan discretamente que no se entere nadie, da la impresión de que no hacen nada.

El cardenal Ratziger era notorio. Y notable. Y Sodano. Y Castrillón. Y hasta el portavoz vaticano. Hoy no existe nadie. Y las pocas veces que existen, peor.

Tenemos un extraordinario Papa. Cada vez más parecido a Pío XII. La cabeza de la Iglesia es él y, los demás, administrativos de segunda fila. Podrá, tal vez sorprendernos, pero el ministerio petrino está en la cabeza y no en sus colaboradores. Él sabrá los que se busca. Para lo que él quiere. Y seguro que tiene muchísimos más conocimientos que yo. Pero también podré opinar que me parecen muy discretitos. Y alguno pelín mediocres.

Santísimo Padre: mi devoción, absoluta. Desde la fe, y desde el amor, mi incondicional asentimiento a su persona. Y a sus decisiones de gobierno. Vuetra Santidad sabrá. Desde mi absoluta pequeñez, con amor y fervor, simplemente deciros lo que se me ha ocurrido. Desde mi ignorancia. Con inmensa devoción a su persona.
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