Creo que me pasé en mi artículo de ayer sobre monseñor Catalá.

He vuelto a leer todo el affaire y me parece que me dejé llevar de la alegría que me produjo lo que entendí como una rectificación. Sigo pensando que Don Jesús Catalá es un buen obispo y que es inteligente. Pero lo del chapeau hoy lo creo excesivo. Y como lo pienso, lo digo.

Compruebo también que no pocos comentaristas no participaban de mi optimismo y tal vez fueran ellos quienes estuvieran acertados. No voy a entrar a analizar la primera carta y el comunicado posterior. Doy por bueno el intento del obispo de reconducir una situación que se le había ido de las manos y con ecos mundiales.

Acepto sin el menor problema lo que el obispo dice de Benedicto XVI. A uien "estima de todo corazón y (con) quien mantiene plena fidelidad y comunión eclesial". Seguro que es así. Pero el obispo de Málaga no simpatiza con la misa tradicional. Y así lo hizo evidente en su carta. No es una "falsa noticia". No le gusta y no la quiere.

Ante la escandalera formada tuvo que recoger velas y manifiesta que la acepta, sólo faltaba después de la que se armó, pero no da ninguna facilidad. Que quienes la deseen se atengan a la literalidad del Motu. Él no mueve un dedo para facilitarla. Sin embargo esto es ya un gran avance sobre la carta inicial.

Creo que los fieles malagueños que desean el modo extraordinario están hoy mucho mejor que anteayer. Consta por escrito que el obispo da vía libre a la misa tradicional. Autorización que según el Motu no era necesaria pero que se ha revelado imprescindible.

Y, además, se sabe observado desde muchos lugares del mundo. Con lo que va a medir sobremanera sus pasos en adelante. Porque la que se montó se puede volver a montar. Pîenso que sería un error gravísimo coaccionar subrepticiamente a los sacerdotes para que se nieguen a celebrarla. Pues en ese caso la pelota volvería al patio del obispo. No encontramos sacerdote y queremos la misa a la que tenemos derecho. Facilítenos usted uno. Y a ver que dice.

Lo inteligente sería decirle el obispo a algún sacerdote propicio a celebrarla que lo haga sin temor a represalias y se desharía de la patata caliente que todavía tiene entre sus manos. Y la misa que crezca o que se muera sola.

Monseñor Catalá ha adquirido un protagonismo, estoy convencido de que sin el menor gusto por su parte, que excede con mucho las fronteras diocesanas e incluso las españolas. Y a él le aterra el protagonismo. Y si es tan comprometido, peor. Pues, ya que ha dado un paso importante, aunque sea a disgusto, si da el segundo también por el buen camino esto se deshará en nada como una tormenta de verano. Y si ha quedado empapado por el chaparrón en nada se seca la ropa. Salvo que se empeñara en atraer los monzones sobre la diócesis malagueña.

Y ojo con las falsas noticias. Sobre todo si son verdaderas. O si, no siéndolo, todo el mundo las ha entendido así. Porque la falta no estaría en quien así las entendió sino en quien tan mal se expresó.

Yo con esto doy por terminado el tema salvo que surjan nuevas noticias que haya que comentar. Esperemos que no. O que la única que tengamos que recoger sea la de que, a la vuelta del verano, los fieles malagueños que desean la misa tradicional, a la que tienen derecho, la disfrutan pacíficamente.
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