Don Miguel Ángel Cárceles y el escándalo de Murcia.
Ya he dicho que su nombramiento como administrador apostólico fue la única cosa sensata en un cúmulo de dislates. Pues como si se hubieran arrepentido de que en un momento, en un único momento, se hubiera impuesto la sensatez. Y en un tiempo record. Quemando al galope todas las etapas.
Cuando se prolongan meses y meses las administraciones apostólicas y diocesanas, en Murcia se ha ido a matacaballo. Un nuncio perezosísimo en todo ha querido ir de superveloz en la más desdichada de sus nominaciones episcopales. Algo así como si una tortuga reumática para despedirse quisiera hacer de Supermán. O mejor, de Hormiga Atómica.
A un dignísimo sacerdote, bueno, sabio, prudente, entregado, acogido por una diócesis malherida como un bálsamo benéfico, se le retira en un par de meses con una premura insólita, desagradecida y maleducada. Lo de la toma de posesión del nuevo obispo el 1 de agosto no lo entiende nadie. Tal vez ni el mismo obispo a quien le han impuesto esa fecha. Como si quisieran hacer todavía más impopular su entrada en la diócesis.
Todo se ha hecho mal y se remata peor. No es de extrañar que ante tal cúmulo de desaciertos y hasta de tropelías se disparen los rumores y los bulos. No falta quien dice ya que Monteiro quiere rematar sus servicios a Mendoza dando la mitra a otro candidato del omnipotente señor de la UCAM y que, faltándole el tiempo, quema todas las etapas. Hasta circulan los nombres de dos sacerdotes muy próximos a Don José Luis y el de un tercero que le prestó notables servicios jurídicos para Teruel. Pobre Teruel. Me resisto a creer en esta nueva bajada de pantalones pero, visto lo visto, ya todo es posible.
Don Miguel Ángel es de esos sacerdotes que cuando uno le ve piensa que está ante un sacerdote santo. Lleva en su persona esa hoy tan desaparecida unción sacerdotal. Tan rara ya que sorprende cuando se la encuentra en alguien. Muy gratamente. Como el buen olor de Cristo.
Yo no voy a adjudicar santidades pero sí puedo apreciar apariencias de santidad. Como en Don Miguel Ángel. A quien Dios Nuestro Señor le ha hecho un gran regalo en el otoño de su vida activa. De esos regalos que hace Él a los que más quiere. La ocasión de santificarse más en la incomprensión, el sufrimiento, los azotes y los salivazos. Tengo ante mis ojos la pantalla del ordenador pero me parece estar viendo a Don Miguel Ángel con su paso leve, su figura fina y esa sonrisa de hombre bueno encaminar gozoso la cuesta del Calvario. Sabe que allí arriba, con los brazos abiertos, le stá esperando Aquel al que hace ya muchos años le ofreció con gozo juvenil su vida.
Gracias, Don Miguel Ángel, siervo bueno y fiel, por su persona, por su sacerdocio, por su ejemplo, por su elegancia, por su buen hacer. En días tristes de Calvario su sonrisa nos da seguridades de Resurrección.