A Juan Masiá Clavel, de la Compañía de Jesús.

No tengo yo por costumbre acudir a los Blogs de compañeros de Religión Digital para criticarlos. Creo que ya tenemos todos, yo ciertamente y Masiá también, suficientes críticas ajenas como para enzarzarnos entre nosotros. Pero, por supuesto, mi actitud no tiene porque ser compartida y el P. Masiá es muy dueño de decir en mi Blog, en el suyo o donde quiera lo que le parezca.

He de comenzar diciendo que no tengo absoluta constancia de que el comentario que voy a transcribir sea suyo:

Autor: Juan Masiá Clavel (jmasia)
Comentario:
Estimado Paco Pepe, tanto la parabolita irónica del blog como muchos de los comentarios recibidos me producen un sinsabor amargo, permítaseme decir con franqueza que guardar un respetuosos silencio orante habría sido humanamente más elegante y cristianamente más caritativo.
Juan Masia, blogger

Ya sabemos todos que hay graciosillos que utilizan nombres ajenos. Si se tratara de una intoxicación pues téngase por no dichas mis palabras.

Yo con el P. Masiá tengo diferencias tan insalvables que me hacen pensar que su Iglesia y la mía se parecen como un huevo a una castaña. Y así lo dije en más de una ocasión.

Respecto a lo de hoy, y siempre dando por bueno que ha salido de él, he de decir varias cosas.

La primera agradecerle el tono educado y casi amable de su discrepancia. Que comienza con un estimado Paco Pepe. Y que más parece una queja dolorida. Pues que no falte en mi escrito un Estimado P. Masiá.

Me debo sentir también satisfecho por la atención que me presta al visitar mi Blog. Aunque no hace más que lo que yo con el suyo que cada vez que cuelga un artículo lo leo con interés. Aunque no debo ocultar que siempre con preocupación.

Al jesuita le producen sinsabor amargo dos cuestiones de mi Blog. Una totalmente achacable a mí y otra de la que soy absolutamente inocente. Mi "parabolita" puede ser afortunada o desafortunada. Seguramente en eso habrá división de opiniones. Y no me refiero al conocido chiste de los toros. Clara, como debe ser una parábola, creo que lo es. La entiende todo el mundo. No voy a decir que incluso el P. Masiá porque no me cabe la menor duda de que es mucho más largo que no pocos de mis lectores. Otra cosa es que no le haya gustado. Ese es otro problema.

La segunda, y él lo sabe perfectamente pues no en vano lleva un Blog, no me atañe a mí. Lo que digan los comentaristas hay que imputárselo a otras personas. Yo no simpatizo con Castillo. Y eso es cosa mía. Pero que otras muchas personas en la Iglesia tampoco lo hagan ya no es mi responsabilidad. Será la de ellos. O la de Castillo.

Luego hay un sentimiento personal del P. Masiá. Y en esas cosas uno no puede meterse. Cada uno siente lo que le da la gana. Y esos sentimientos condicionan no pocas veces nuestras actuaciones. Creo que somos mucho más hijos de nuestros sentimientos que de nuestras racionalidades. Pero ésta es también una opinión particular que no tiene que compartirse. Aunque sus sentimientos impulsen tanto su intervención.

Y ahora viene lo más complicado de contestar. No porque sea difícil, que no me lo parece, sino porque no quiero excederme en el tono.

La "espantá" del exPadre Castillo ha sido un notición en la Iglesia. Aunque en mi humilde opinión no se entiende muy bien. Harto de presiones, de censuras, de incomprensiones, deja la Compañía de Jesús. Pues que me lo expliquen. Porque salvo una última negativa a imprimirle un libro, la Compañía ha sido con él no una madre, una madraza.

Yo podría entender que Castillo, incomprendido por la Iglesia jerárquica y molesto con ella, dijera que se iba de la Iglesia. No faltaría quien pensase que ya se había ido hace tiempo pero tampoco dejaría de ser una opinión particular.

Pero, ¿irse de la Compañía casi a los ochenta años? O, para ser más exactos, ¿a los setenta y ocho y medio? Como decía aquel otro: raro, raro, raro.

¿Va a seguir viviendo en una casa de jesuitas, con su habitación, a mesa y mantel? ¿Cómo ha ocurrido con Díaz Alegría? No faltará entonces algún mal pensado que haciéndose eco de toda aquella leyenda negra antijesuítica de los siglos XVIII y XIX atribuya a la hipocresía y a la astucia de los hijos de Ignacio esta extraña salida de la Compañía.

Tú dices que te vas, nosotros lo damos por bueno, sigues viviendo en nuestras casas como uno de los nuestros pero ya puedes decir todo lo que te dé la gana, y que tanto nos gusta que lo digas, sin que tengamos constantemente encima, llamándonos la atención, a todos estos inquisidores que ampara Benedicto XVI.

Yo no digo que sea así. Sólo que algunos, si sigue viviendo como un jesuita, en una casa de jesuitas, podrá pensarlo. Y hasta decirlo.

Por último llegamos a las casi dos líneas más discutibles del mensaje del P. Masiá. Siempre en mi opinión y en el caso de que sean del P. Masiá.

Él piensa que ante lo del exPadre Castillo habría que haber guardado "un respetuoso silencio orante". Por supuesto que la oración siempre es buena. Lo del silencio me parece mucho más discutible. Algunos pensarán que sí y otros que no. Yo, evidentemente estoy entre los del no.

¿Eso "habría sido humanamente más elegante"? Pues, algo impertinentillo, ¿no? Yo había visto al P. Masiá erigirse en árbitro de muchas cosas en lo que entiendo no lo es. Pero, ¿un nuevo Petronio, arbiter elegantiarum? Me parece excesivo. Y como mis elegancias me las administro yo, y creo, además, que no desmerecen en nada de las del jesuita, pues, elegantemente, y sin acritud, no lo acepto.

En lo de lo que sería "cristianamente más caritativo" no voy a entrar. Siempre me han fastidiado bastante quienes pretenden dictarme mis caridades cuando yo no me dedico a decirles cuales deben ser las suyas. Pero, si quiere, P. Masiá, entramos en ellas. En sus caridades con la Iglesia, con el Papa, con quienes queremos ser fieles a una y a otro.

No se merece usted, dado el tono de su comunicación, un tratamiento más desabrido por mi parte. Hoy.

¿Discrepancias? Muchísimas. Que seguro reaparecerán en no pocas ocasiones. Pero ahora soy yo quien me constituyo en un nuevo Petronio. Y no quiero incurrir en la inelegancia de entrar a saco en tantas cosas. Pues la intervención de vuestra paternidad, caso de que sea de Juan Masiá, no se lo merece.

Pues, eso es todo. Y como usted se ha permitido darme unos consejos yo me voy a permitir, tan jesuítico como soy, tan ignaciano como me siento, rezar por usted. Y por tantos compañeros suyos de la ínclita Compañía de Jesús. Para que sus ejemplos no sean Sobrino, Díaz Alegría, Castillo... sino Ignacio, Javier, Borja, Canisio, Belarmino... Tantos santos excelsos de la Iglesia. Tantos ejemplos admirables de Iglesia.
Volver arriba