Lectura para el verano (II)
Os decía hace unos días que la lectura más provechosa era la vida de los santos. De esas personas que la Iglesia nos propone como modelos a imitar. Y que si no los conocemos no hay imitación posible. Y hasta pudiera ser que fuéramos nosotros mismos quienes nos inventáramos unos modelos que nada tienen que ver con la santidad. Aunque se nos los figuren.
Tiene esa lectura una ventaja más. La de enamorarse de una Iglesia que ha producido en su seno semejantes `personas. Estoy convencido de que un lector de vidas de santos es imposible que aborrezca a la Iglesia. Son por tanto esas lecturas el mejor antídoto contra el relativismo ambiente o el progresismo eclesial.
Hoy os propongo que conozcáis a una santa francesa, Juana de Chantal, desgraciadamente muy poco conocida en España. Yo sabía muy poco de ella. Que había fundado las salesas, su vinculación a San Francisco de Sales y la anécdota de pasar sobre el cuerpo de su hijo para entrar en religión. Creo que nada más. Y vale la pena saber más de ella.
El jesuita Ravier (1905-1999), gran conocedor del santo obispo de Ginebra, nos ofrece una biografía de esta francesa admirable a la vez sencilla y densa. No es un trabajo para eruditos sino una síntesis al alcance de todos pero hecha desde un profundo conocimiento de la biografiada. De muy fácil lectura y excelentemente presentada con profusión de fotografías.
Santa Juana Francisca Frémyot (1572-1641), prácticamente contemporánea de nuestra Teresa de Jesús, es, como la de Ávila, un patente desmentido de la postergación de la mujer en la Iglesia. Si así son las postergadas que hubiera sido si no lo fueran. Personalidades acusadísimas brillaron con luz radiante desde los claustros y dejaron una huella imborrable en la Iglesia.
Santa Juana vivió más años en el mundo, treinta y ocho, que en el claustro, treinta y uno. Y en ambos sitios dejó señaladísima traza. Borgoñona, de familia perteneciente a la nobleza togada, ingresó por su matrimonio con el señor de Chantal en la aristocracia de la sangre. Y en el mundo nada fácil de la época se acreditó como mujer de firmes convicciones y notable temple. Viuda muy joven, sus años seculares nos la muestran como ejemplo admirable de virtudes cristianas. Hasta que decidió entregarse totalmente a Dios.
Su encuentro con San Francisco de Sales, obispo de Ginebra, fue decisivo en su vida y a ambos se debe la fundación del las salesas o visitandinas. A partir de entonces esta monja también andariega llenó Francia de casas de su naciente orden. Parece imposible que pudiera fundar tantas.
No puedo hacer aquí un resumen del resumen de su vida que es el libro del P. Ravier. Leedlo. Os quedaréis con ganas de saber más de Santa Juana Chantal. Y amaréis más a la Iglesia que es capaz de dar frutos como éste. Tantísimos frutos como éste.