Masiá y la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe.
El periodista, Alfons García, no está muy puesto en cuestiones eclesiales y confunde la Virginidad de María con su Inmaculada Concepción que para él son una misma cosa.
Y también da por hecho que la Comisión episcopal se va a ocupar de las opiniones del P. Masiá cosa que todavía está por ver. O al menos a mí no me consta.
Lo que sí es cierto es que la actuación de Luis Fernando Pérez Bustamante armó un revuelo más que notable. Y Masiá y sus doctrinas pasaron a estar en el candelero. O en este caso, y como dijo aquella, en el candelabro. Que parece más propio de la Iglesia.
Yo sostengo el derecho de cada uno a creer lo que le de la gana. Y a decirlo. Me puede parecer acertado o equivocado, una genialidad o una estupidez, y me permito también decirlo. Pues la libertad que sostengo para los demás la recabo para mí.
Pero sí reclamo coherencia. Un oficial del Ejército no puede animar a sus soldados a que tiren las armas. Un policía no puede declarar que él, cuando ve a un ladrón o a un asesino cometiendo un delito lo que hace es esconderse. Un socio del Real Madrid no puede salir todos los días en la prensa diciendo que el gran equipo es el Barça y que el suyo es un asco y cuando llega el día del partido entre ambos no puede ir con la bufanda del Barcelona al Bernabeu y pasarse la hora y media aplaudiendo a los blaugranas y pitando a los merengues.
Si Juan Masiá Clavel, tendero de ultramarinos, notario de Badalona, diputado del PSOE, monitor de esquí, no cree en la virginidad física de María y así lo expresara yo no escribiría ni una línea sobre ello. Cree en lo que le da la gana y lo dice.
Pero si Juan Masiá Clavel es un sacerdote católico debe creer lo que cree la Iglesia. Y manifestarse en ese sentido. Hacerlo como un protestante o un ateo no tiene el menor sentido.
A Luis Fernando Pérez Bustamante le chocaron las tesis de Masiá. A mí también. Pero todas estas cuestiones son complicadas. No tenemos, además, ninguna autoridad para definir la doctrina de la Iglesia ni para declarar hereje a nadie. Lo más que podemos hacer es decir que algo que oímos o leemos no casa bien con lo que la Iglesia nos ha enseñado.
Pero bien pudiera ocurrir que no nos hubiéramos enterado bien de lo que se nos enseñaba o no entendiéramos bien la exposición que nos resulta sorprendente. Y ante la duda, que es bastante generalizada, lo correcto es acudir a los maestros en la fe pidiéndoles nos digan qué es lo que tenemos que creer y si lo que dice el P. Masiá es compatible con ello. Simplemente eso.
Nadie pide hogueras, sambenitos, penitencias... Sólo claridad. Porque tenemos derecho, ya que nos jugamos los cuartos, a saber a que atenernos.
Después vienen las segundas derivadas. Para nosotros o para Masiá. Si quienes tienen autoridad para ello nos dicen que estábamos equivocados, que habíamos entendido muy mal la virginidad de María, que el llamarla Virgen quiere decir otra cosa, o que las tesis del P. Masiá expresan magníficamente la fe de la Iglesia tendremos dos caminos: Reconocer humildemente nuestra ignorancia y aceptar lo que nos dicen o irnos con la música a otra parte. Al lefebvrismo, al ateísmo, a donde nos dé la gana. Y al P. Masiá si le dicen que lo que sostiene no es la fe de la Iglesia pues lo mismo. O reconoce que estaba equivocado o no tendría el menor sentido seguir de sacerdote católico sosteniendo lo que no es católico.
Me ha parecido notar en algunas reacciones síntomas de pánico. A ver si estos soldados de filas nos derriban el chiringuito. Y no podemos seguir en la procesión y repicando.
También podría ocurrir que los obispos se llamen a andana. Que no sería la primera vez. ¿Nos vamos a meter en este lío porque un laico de nada nos interpele? Que cada uno crea y diga lo que le dé la gana y que nos dejen en paz.
Yo sigo pensando que habrá una vez más un enjuaguillo. Algún obispo de campanillas hablará con algún alto responsable de la Compañía. Y tal vez ésta publique una nota blandita y medidita que será un tironcito en las orejitas de Masiá. Con lo que se evitaría la declaración episcopal. Masiá seguiría igual pero se habría salvado la cara.
Y eso siempre que el enfrentado a las verdades católicas fuera él. Que a lo mejor, o a lo peor, somos nosotros. Porque tíos tan raros que creen que existe Dios, que tiene un Hijo, tan Dios como Él y distinto a Él pero que no son dos Dioses. Y en la Tercera Persona ya ni entro. Que Dios, en la Persona del Hijo se encarnó por obra del Espíritu Santo en María Virgen en el parto, antes y después, que desde su Concepción fue Inmaculada y a su muerte Asumpta al cielo. Que el Hijo murió en la Cruz por amor a nosotros y en remisión de nuestros pecados. Y después resucitó. Y ascendió a los Cielos. Y estando junto al Padre está también, real y verdaderamente presente en todas las misas del mundo y en todos los sagrarios del mundo.
Pues hay una gente tan rara que creemos a pies juntillas todo eso. Y más cosas. Sin el menor problema. ¿Cree en eso la Iglesia? Sólo los obispos nos lo pueden decir. ¿Cree Masiá? Sólo nos lo puede decir él. Los obispos lo más que pueden hacer es manifestarnos si las palabras o los textos de Masiá coinciden o no con lo que cree la Iglesia.