En puertas numerosos nombramientos episcopales debería el Vaticano dar instrucciones a los nuncios para que incluyeran en sus indagaciones sobre candidatos al episcopado algo que hoy es muy importante. Y que si carecen de ello el ministerio episcopal va a quedar muy tocado.
Se pregunta sobre vida espiritual, sobre virtudes morales y aun así se cuelan unos cuantos por el pelo o por la pluma, se procura un cierto nivel de inteligencia aunque haya casos en los que parece que el listón está muy bajo, hasta se quieren ciertas aptitudes económicas... Muy bien. Pero también debería tenerse en cuenta la simpatía del candidato.
Es una desgracia el obispo antipático. Y abundan. En múltiples variantes: esaboríos, muermos, tocapelotas, cojotímidos, déspotas, cuasi autistas, fotofóbicos, ausentes... Que nada tiene que ver con el obispo payasete o el que quiere dar gusto a todos que son otra calamidad todavía mayor.
El obispo tiene que conectar con el clero y con el pueblo. Y a los antipáticos de libro les es imposible. Sin embargo en todas las conferencias episcopales hay unos cuantos de esos.
A nadie se le ocurriría poner a un Don Cicuta como vendedor o a una María Antonia Iglesias de modelo de lencería. Pues en la Iglesia todavía no han caído en eso. Y nos los ponen. Con el agravante de que en otras actividades cuando se dan cuenta de que así no venden ni una rosca cambian inmediatamente al sujeto y ponen a otro. Mientras que al obispo nos lo tenemos que tragar hasta que cumpla 75 años. Y Uriarte ya va por los 76.
Pues a ver si espabilan los nuncios. Y ya con algunos de los que tenemos no les vendría mal un cursillo acelarado de relaciones públicas. Algo mejorarían.