El cardenal Martínez Somalo pierde el derecho de voto.

El pasado 31 de marzo cumplió ochenta años el cardenal español Martínez Somalo por lo que, según disposición de Pablo VI que sigue vigente, ya no tiene derecho a participar en un cónclave que se celebrara mientras siga con vida.

Y cuatro días después el Papa le aceptó la renuncia al cargo de camarlengo que venía desempeñando desde el 5 de abril de 1993. Le sucede en ese puesto el cardenal Bertone, Secretario de Estado.

Don Eduardo Martínez Somalo es un riojano nacido en Baños de Río Tobía que desarrolló en la curia romana sus actividades eclesiales. Pablo VI le creó en 1975 arzobispo de Tagora, in partibus infidelium y el cardenalato le llegó de manos de Juan Pablo II en el consistorio de de 28 de junio de 1988.

Fue prefecto de la Congregación para los Institutos de vida consagrada y las Sociedades de vida apostólica y, hasta ayer, camarlengo de la Santa Romana Iglesia.

Persona de gran confianza de Juan Pablo II, discreto, conservador y amable, a él le tocó la triste tarea de ejercer de camarlengo, cosa que sólo puede hacerse en los breves días de interregno entre Papa y Papa, a la muerte de su amigo Juan Pablo II.

Hubo entonces dos figuras cardenalicias que ocuparon las pantallas de las televisiones en aquellos días que conmovieron al mundo. Y curiosamente ambos eran de la misma edad. Ratzinger diez y seis días más joven que Martínez Somalo.

En años previos al fallecimiento de aquel Pontífice que en verdad fue varón de dolores, Martínez Somalo era uno de los nombres que sonaban como papabile en las quinielas de los tradicionales. En las de los otros, sólo había un nombre, el de Martini. También nacido en 1927 y apenas mes y medio mayor que Martínez Somalo. Aún de ese año, si bien de finales, es el anterior Secretario de Estado, Sodano. Hay que reconocer que fue de buena cosecha.

Pues los actos celebrados con motivo del fallecimiento de Juan Pablo II mostraron a todo el mundo imágenes de los cuatro. Había llegado el momento decisivo. Los cardenales iban a votar en días al sucesor de aquel Papa extraordinario que los fieles querían santo subito y que, en verdad, se había ganado el apodo de Magno.

Los cuatro eran muy mayores. Martini estaba tocado por la enfermedad y no tenía votos. Sodano, espléndido de aspecto, levantaba recelos. Ratzinger parecía imposible, era la encarnación de la ortodoxia que a tantos molestaba. ¿Podría ser el español la sucesión en la cátedra de Pedro?

Inmediatamente vimos que no. Llegaba muy acabado. Era, sin duda, el más anciano de los cuatro. Y así como él se apagaba, Ratzinger crecía. Supongo que los cardenales no hacen campaña electoral. Que simplemente se comportan como son y como tienen que comportarse. Pero, si hubiera habido campaña, la del cardenal alemán habría sido perfecta. No se podía estar mejor. Claro, valiente, llenándolo todo. Seguro que muchos cardenales tenían el voto asegurado en su persona. Pero posiblemente hubo algunos, y esos son los votos decisivos, que en esos días decidieron que él debía ser el próximo Papa.

Hasta hace muy poco teníamos a dos cardenales españoles con peso importante en la curia. Se han ido los dos de los cargos y el riojano incluso de un eventual cónclave. El peso de España ha decaído mucho. Nos quedan todavía cuatro votos pero al que eligió a Benedicto XVI fuimos con seis. Yo no hago de eso cuestión importante pero la señalo.

Creo que el adiós al cardenal Martínez Somalo, en su vida cardenalicia activa, debe ser una despedida con agradecimiento. Por su dignísima trayectoria eclesial, ciertamente, pero también porque estoy convencido de que fue pieza muy importante en la restauración de la Iglesia en España.

Don Eduardo, qué Dios nos lo conserve. Y gracias.
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