¡Que esto no es para vosotros, los curas que os habéis casado!

La admisión al sacerdocio católico de los pastores anglicanos que vuelvan a la Iglesia ha querido instrumentalizarse por algunos como una puerta que se abre para la vuelta al ministerio sacerdotal de aquellos del clero secular o del regular que han contraído matrimonio. Bien canónico, con la consiguiente dispensa o simplemente civil.

Creo que es una sonda que lanzan algunos a ver si cuela y pienso que no va a colar.

En primer lugar la gran mayoría de los que han abandonado el sacerdocio católico por una mujer no tienen la menor intención de reintegrarse en sus funciones. Se han organizado la vida de otra manera, algunos muy bien, y no entra en su pensamiento volver a una parroquia. No hay más que ver la escasísima respuesta que tiene el MOCEOP. Son poquísimos los nostálgicos y en general ya muy mayores.

Apenas esos, y alguno que esté muriéndose de hambre, porque la vida en el exterior es dura, reclamarían la reintegración. Pero en ellos se da además otra circunstancia disuasoria. En su rebote no sólo han despotricado del celibato sino de la Iglesia misma. Sus manifestaciones son pura y dura contestación eclesial. Como para volver a meter la zorra en el gallinero.

Por último, los anglicanos al casarse hacían lo que podían hacer. Lo que era lícito. No traicionaban nada. No incumplían nada. Ahora se les reconoce sacerdotalmente una opción legítima. Por vía de privilegio. Premiándoles el paso que dan. No el hecho del matrimonio. En nuestros sacerdotes casados no hay nada que premiar. Porque lo que hicieron no merece premio. Respeto, todo el que se quiera. Pero premio, no
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