La dichosa memoria histórica y lo que tal vez haya sido un error de los obispos de las Vascongadas.
En los dos bandos se cometieron asesinatos atroces. Que nadie puede justificar. O no debería. Porque el asesinato no tiene justificación. Creo que en el bando rojo fueron asesinatos el 99,999% de los cometidos. Y en ocasiones con barbarie que no se puede entender por personas con un mínimo de humanidad. Yo pienso que de acuerdo con la legalidad vigente fueron legalmente ejecutados Goded, Fanjul y algunos más. Muy pocos. Se habían sublevado contra el Gobierno, fracasaron y se les impuso la pena correspondiente. En el otro bando hubo también asesinatos. Desgraciadamente no pocos. Generalmente con mucha menos crueldad inhumana aunque en algunas ocasiones también la hubiera.
Me parece un asesinato matar al alcalde de tal sitio simplemente por ser socialista, masón o de Izquierda Republicana. No teniendo sus manos manchadas de sangre como muchos no las tuvieron. No me parece, en cambio un asesinato sino una ejecución legal acabar con la vida de quienes habían sido auténticos asesinos con una vileza que todavía hoy revuelve las tripas. No estoy en condiciones, por carecer de datos, de establecer el porcentaje de asesinatos en la España nacional. Pero reconozco sin la menor duda que los hubo.
Tampoco debemos juzgar los hechos de ayer con la mentalidad de hoy. En España no existe ahora la pena de muerte. Pero entonces existía. Y en no pocas ocasiones se aplicó con toda justicia. Con la justicia de aquellos días.
La Iglesia española no participó en la génesis del 18 de Julio. Esa es una verdad absoluta. En los cuartos de banderas no había obispos ni curas. Pero, una vez producido el Alzamiento, el pueblo católico, desde los cardenales al último seglar, no tuvieron la menor duda de donde tenían que estar. En un bando se les mataba por ser obispos, curas, monjas o sencillamente por ir a misa. En el otro no se sabía pero parecía que no. Y enseguida se supo que no. Pues como para alinearse con unos o con otros.
La Iglesia, que había intentado convivir con la República hasta que comprobó que aquello era imposible, se encontró con que unos la reconocían y otros la mataban. Pues como para dudar. Es que se dice pronto pero son cifras espeluznantes. Doce obispos y un administrador apostólico asesinados. Siete mil sacerdotes y varios centenares de monjas asesinados. Miles y miles de seglares asesinados no pocos simplemente por ser católicos. Si aquello era una legalidad a mí que me borren de esas legalidades. Primum vivere deinde philosophare.
¿Que en el bando nacional hubo asesinos impresentables e incluso sacerdotes que les azuzaban? No me cabe la menor duda respecto a lo primero y hasta concedo que algunos pudiera haber de los segundos. Pero hubo muchísimos sacerdotes que salvaron muchas vidas. Mintiendo a conciencia sobre esas vidas. Y bendita sea tal mentira. En el otro bando también hubo personas honradas que se opusieron a la barbarie asesina. Pero tan pocas que sus nombres han pasado a la historia. Las del bando nacional, empezando por los sacerdotes, fueron muchas más.
Creo que el cardenal Vidal y Barraquer no puede ser instrumentalizado por su repudio al Alzamiento. Acabo de dejar un testimonio, de su propia pluma, de lo que llevaba en el alma. Y de con quien estaba. Y de monseñor Múgica cabe decir lo mismo. Luego vinieron cicaterías e injusticias. Con ambos prelados. No eran como para tenerles entusiastas.
Está clarísimo, y más después de la misa del sábado, que los catorce sacerdotes muertos en las Vascongadas no son mártires. Y que por esa muerte no van a llegar a los altares. A mí no me cabe la menor duda de que fueron asesinados. Pero por motivos políticos. No religiosos. Una vez que le llegó a Franco, que no fue quien ordenó su muerte, la protesta del cardenal Gomá, aquello concluyó. Pero estamos hablando de menos de dos decenas frente a siete mil.
Yo no me creo que esos catorce no tuvieran funerales católicos. Rara explicación de los funerales del sábado. Supongo que los suyos, en la zona todavía roja, algún funeral les harían. Y en caso de que no la desidia estaría allí. No en el bando de quienes, y repito que injustamente, les fusilaron.
Y, por favor, no hagáis a monseñor Iceta protagonista destacado. Él fue con su obispo. Y nada más. Los culpables de todo este absurdo no han sido Blázquez, Asurmendi ni Iceta. Todo esto es cosa de Uriarte y de su genio malo, Setién, que creo también estuvo presente. Los tres fueron instrumentalizados. Si bien es cierto que, con la valentía que les caracteriza, se dejaron instrumentalizar. Pêro Iceta allí no podía hacer otra cosa. Sí, en cambio, en Roma, donde no se deciden de una vez a librarnos del impresentable Uriarte.