A los tan evangélicos seguidores, de boquilla, de Cristo.

Por seguir tocando las narices. Y continuando con la indumentaria de sacerdotes, religiosos y monjas. Con el Evangelio en la mano.

El del pasado domingo: En aquel tiempo llamó Jesús a los Doce y les mandó de dos en dos por ahí, diciéndoles: compraros varios trajes, unas cuantas corbatas porque no vais a ir siempre con la misma, tres o cuatro pares de zapatos, unas cuantas camisas, preferiblemente de cuadros, polos diversos, blancos y de alegres colores, de buenas marcas si es posible... Ellos le obedecieron, los más austeros fueron al Corte Inglés y los más exquisitos a tiendas más caras y salieron a predicar la conversión. O a lo que se terciara. Por ejemplo danzas hindúes.

Luego algún talibán modificó la instrucción de Cristo con la absurda pretensión de que nada más que una túnica. Y hubo bobos como San Francisco, San Ignacio o Santo Domingo que se lo creyeron. Menos mal que hoy se ha hecho por fin la luz.

Que sepan los del clergyman o la sotana que están haciendo caso de una interpolación del siglo IV. Que los verdaderamente evangélicos son los deshabitados. Y que Marcos 6, 7-13 es un apócrifo infumable. ¿Quien se puede creer lo del bastón y lo de no llevar dinero? Y ya lo de los espíritus inmundos y los demonios es pura coña.

Pues eso. A deshabitarse que es gerundio. Y si no lo es ¿qué más da? Total, si el hábito no hace al monje y lo importante es el interior. ¿Para qué diría Jesucristo esas chorradas? Pues decirlas, las dijo.
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