¿Y a mí que me parece que el Papa no está acertando?

Que no se hagan ilusiones mis queridos enemigos. No me van a pillar en posturas antipapales. Eso va con ellos. No conmigo. Mi devoción por él es absoluta. Y mi admiración inmensa.

Sin embargo sus nombramientos en la Curia no están dando el resultado que se esperaba. Y el hecho es sorprendente. Por varios motivos. No cabe duda de que Benedicto XVI conoce la curia como nadie. Procede de ella y en ella estuvo muchos años. Que no era el caso de Juan Pablo II. Absolutamente novato en ese terreno.

Tampoco le gustaba al Papa polaco el gobierno de la Iglesia. Que delegaba mucho en la Curia. Él era un Papa viajero, feliz entre las masas, como un gran misionero de Cristo por todo el mundo. El Papa alemán es mucho más de despacho, de estudiar concienzudamente los problemas de la Iglesia y de dedicarse a resolverlos.

Hasta casi podríamos decir que Juan Pablo II fue el gran actor que representaba como nadie un papel y Benedicto XVI el gran escritor de esos papeles.

Y, para concluir este parangón, el Pontífice actualmente reinante, y tan felizmente reinante, es más inteligente y más teólogo que su inmediato antecesor. Sin que ello suponga por mi parte desmerecimiento alguno a la inteligencia y a la teología de Juan Pablo II. Sobre las que tengo elevadísimo concepto.

Sin embargo... En muy poco tiempo están pasando cosas que antes no pasaban. Sigo pensando que el cardenal Bertone, posiblemente más piadoso, más místico y hasta más simpático que su antecesor el cardenal Sodano, no termina de dar la talla. Nos dijo que no quería ser Secretario de Estado sino Secretario de la Iglesia. Lo que pasa es que la Iglesia no necesita para nada un Secretario de ella y sí un Secretario de Estado. Que funcione como tal. Y bien. Tengo para mí que el enorme lío que se armó con el discurso de Ratisbona, con todas las aclaraciones, anotaciones, medio rectificaciones, perdones que no lo eran, disculpas, declaraciones de respeto no correspondidas, etc., etc., con Sodano no hubieran ocurrido.

El Papa, con una valentía extraordinaria en su viaje a Turquía, con esa levedad de tanto peso que hace presente con sólo su presencia, con su voz tan débil y que tanto y tan bien se oye, con esa sonrisa suya permanente, tan tímida y tan próxima, volvió las aguas a su cauce de un modo que nadie creía posible. Es casi inevitable recordar aquellos versos: La primavera ha venido. Nadie sabe como ha sido.

El nombramiento del jesuita Lombardi en sustitución de Navarro Valls, al margen de comentarios que no creo con fundamento de deslastrarse del Opus Dei, ha dado también lugar a un suceso llamativo. La publicación oficial de un discurso del Papa que éste jamás pronunció y que hubo que "despublicar" al día siguiente para colocar en su sitio las verdaderas palabras del Papa. Eso antes tampoco pasaba. Y, además, si tenemos en cuenta que el discurso no era de circunstancia sino un torpedo en la línea de flotación del Episcopado suizo, pues más grave todavía. En unas instancias que no fueran las eclesiásticas, donde no dimite nadie ni se cesa a nadie, el responsable de tal patinazo estaría ya dimitido o cesado.

Y acaba de producirse otra cencerrada. El cardenal Hummes sucedió al cardenal Castrillón al frente de un importante dicasterio romano. Sucesión normal impuesta por la edad. El cardenal brasileño, haciendo las maletas para venir a Roma, es decir, hace unos días, se lució con unas declaraciones sobre el celibato sacerdotal un tanto sorprendentes. Inmediatamente aireadas por todos los medios de comunicación críticos con la Iglesia. Quienes nos queremos hijos fieles de la misma pusimos a mal tiempo buena cara y, aunque sorprendidos, no hicimos sangre de las declaraciones del brasileño. Un día desafortunado lo puede tener cualquiera.

Pero algo muy raro ha tenido que pasar. Ayer se produjo una "Dichiarazione di Sua Eminenza il Card. Cláudio Hummes a proposito degli echi suscitati dall'intervista al Giornale "Estado de Sâo Paulo"". Y nada menos que en el Boletín de la Oficina de Prensa de la Santa Sede. No nos atrevemos a darla por segura porque tal vez hoy desaparezcan del Boletín. Como el famoso discurso a los obispos suizos que nunca se pronunció.

Pues, el cardenal, donde dijo digo ahora dice diego. Sorprendente. Y más todavía en el lugar en el que lo dice. Lo lógico es que, bien porque le hubieran interpretado mal, bien porque tuviera una pájara cuando hizo esas declaraciones, o bien porque le hayan obligado a rectificar, es en el periódico brasileño donde se debería recoger la rectificación. Pues, no. En un órgano oficial de la Santa Sede.

Que le llamaron al orden resulta más que evidente. Y, ¿quién es la única persona que puede llamar al orden al cardenal Hummes? Creo que sólo hay una. Porque si el cardenal se hubiera dado cuenta de que había metido su purpurada pata y quisiera sacarla del barro habría recurrido a medios menos estrepitosos. Tampoco esto hubiera ocurrido con el cardenal Castrillón.

Todo esto tiene importancia. Aunque tampoco demasiada. La Iglesia universal la gobierna el Papa. No Bertone, Lombardi o Hummes. Y al timón de la nave de Pedro hay un extraordinario piloto. Pero podemos constatar que algunos de los grumetes no parecen la tripulación más adecuada. Esperemos que la impericia actual se corrija y pronto sepan secundar al timonel para que le ayuden a llevar la nave al rumbo seguro de la Jerusalén celestial. En otro caso, Benedicto XVI más que ayudas tendrá obstáculos. Tampoco me preocupa mucho porque le sobran condiciones para salvar todos ellos. Y el Espíritu está con el timonel y no con los grumetes.
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