Os pido oraciones por un queridísimo amigo sacerdote.

Me comunican ahora mismo de Santiago que Juasn José Cebrián Franco, queridísimo amigo,está a punto de entregar su alma a Dios.

Hace unos días había hablado por teléfono con él para felicitarle por el nombramiento de canónigo compostelano. Don Julián Barrio reconocía así los méritos de uno delos sacerdotes más distinguidos de su presbiterio. Juanjo estaba feliz y agradecidísimo a su arzobispo. No se lo esperaba y la sorpresa fue gratísima para él. Hablamos, como no, del cáncer contra el que venía luchando desde hace tiempo y nada hacía suponer que unos días después le iba a dar el último navajazo. Y en esta ocasión al parecer definitivo.

Quedamos en nuestra comida de todos los años, pasadas las fiestas del Apóstol, que éste ya no se va a celebrar según me comunican hoy. Juanjo era una gozada, socarrón, inteligente, brillante, simpatiquísimo... Nos hicimos amigos hace cuatro años desde la discrepancia. Yo había criticado a Don Julián por el intento de retirar la imagen de Santiago Matamoros de la catedral. Ya sé que ahora lo políticamente correcto es llamarle Santiago Caballero pero yo no soy políticamente correcto y además no voy a contradecir la historia.

Me escribió indignado. Había tocado dos de sus grandes amores. El Apóstol y su arzobispo. Quedó claro que aquello no iba a ocurrir y que el arzobispo no era responsable del intento. Y nos hicimos grandes amigos. Ya ese año 2006, el 2007 y el 2008 comimos en Santiago. Y durante los meses restantes nos telefoneábamos con frecuencia. Me daba sus libros y, sobre todo, su desbordante amistad. Me presentaba en su despacho en la curia sobre las dos y la sobremesa se prolongaba hasta las seis. Y todavía la prolongábamos paseando por las maravillosas rúas compostelanas.

Era sin duda el más acreditado santiaguista de nuestros días en la estela de Guerra Campos, a quien tanto admiraba. Y de la diócesis sabía todo. Repito, una gozada charlar con él. De muy sólido criterio atenuado siempre por una bonhomía consustancial a su persona.

Estoy consternado por la noticia y creo que lo mejor que puedo hacer por el amigo es pediros que lo encomendéis a Dios. Estamos en vísperas del Santo Apóstol al que tanto amaba. A él le pido un milagro, si le conviene, y en otro caso que le conduzca de la mano ante Dios Nuestro Señor.

Este mes de julio va a ser triste para mí pero gozoso para Juanjo. Fue feliz al vestir las ropas de canónigo y no puedo ni imaginarme lo que va a ser para él recibir el abrazo del Apóstol y oír del mismo Cristo llamarle siervo bueno y fiel.

Queridísimo Juanjo, la próxima comida ya será en el cielo. Échame una mano desde allí para que así sea.
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