Otra renuncia en puertas.
Estamos a dos mese y una semana de que José Sánchez, Pepe para los amigos, entre los que evidentemente no me encuentro, presente la renuncia al obispado de Sigüenza-Guadalajara. Ël y Uriarte son los últimos supervivientes de un lobby episcopal que hundió al antaño boyante catolicismo español. Pueden quedar cuatro o cinco más obispos de esa línea pero son ya figuras secundarias sin afanes de protagonismo y que han puesto al mal tiempo buena cara. Y en diócesis de escasa relevancia: Barbastro-Monzón, Ciudad Rodrigo, Ciudad Real, Huelva, Calahorra-Logroño.
Sánchez fue el perejil de todas las salsas episcopales de los últimos tiempos. De todas las salsas malas. Y así resultó lo cocinado: indigesto. Su personalidad era muy distinta de la del cardenal Amigo. Éste la tenía muy acusada para bien o para mal. Donde estaba se hacía notar y no consentía el papel de gregario. Sánchez era un gregario organizador. Con Fray Carlos no podía contar ningún grupo de obispos porque no se sentía cómodo en ellos. Él iba por libre. De forma ostentosa. Y vaya si se hacía notar. Como arzobispo y sobre todo como cardenal. A Sánchez le iba la sombra. Y la mejor prueba de ello es que es desconocidísimo para los católicos españoles de filas. No así para los progresistas que hasta hace muy poco aireaban su nombre cada vez que se producía una vacante de algún relieve. Con nulo resultado siempre. Como si en Roma lo tuvieran caladísimo.
Sin duda tuvo mayores aspiraciones que el obispado castellano-manchego pero el cambio de aires vaticanos le encontró con el pie cambiado y poco a poco fue convenciéndose de que aquel destino era ya definitivo. Como todos sus amigos deja la diócesis hecha unos zorros. Y ahora a ver quien la levanta.
Visto el resultado es muy fácil preguntarse como Sánchez pudo llegar a obispo. Yo hace mucho que me lo pregunté. Sin duda el apoyo de Gabino y de Yanes fueron decisivos. Y esas desgracias episcopales fueron bastante tiempo determinantes en España. Cuando se le acepte la , que ojalá sea pronto,se habrá pasado una página del episcopado español. Una página negra.