Un sacerdote que no estuvo en una manifestación galleguista.

Don José María Díaz Fernández es el deán del cabildo compostelano. Y un sacerdote celoso, prudente, inteligente, culto... De lo mejor de aquella corporación y seguramente lo mejor.

Un períodico del Bloque le contó entre los integrantes de la manifestación galleguista celebrada hace unos días en Santiago. Y un bullicioso comentarista me reprochó con insistencia digna de mejor causa, por lo menos media docena de veces, que yo no hubiera comentado la importantísima noticia.

El Bloque no se caracteriza precisamente por su catolicismo y no sabía ni como se llamaba el deán compostelano. Pero había que decir nombres y así, entre los concurrentes a la manifestación, señaló al deán de la catedral, José María Domínguez.

Y ahora una obviedad pero que conviene decirla para instrucción de algún despistado por bullicioso que sea. Yo escribo de lo que me da la gana a mí. Y lo digo con esa redundancia. Para que se entienda mejor. Aunque no sea correcto castellano. No de lo que quieren otros. La importancia de los temas a tratar la decido yo. Con mis filias, mis fobias, mis saberes y mis ignorancias. Si alguien quiere marcarme temas, va listo.

Pues ahora, una semana después, traigo al Blog a Don José María que no estuvo en la manifestación. Aunque le vieran entre los manifestantes. Iba, como todos los días, a la catedral y no disponiendo de un helicóptero que le depositara en el claustro catedralicio tuvo que cruzar a los manifestantes. Esa es toda su presencia en aquel acto político. Y lo que digo es versión tan autorizada que la suscribe el mismno interesado. Así lo hizo público.

No culpo al periódico del Bloque de mala intención. Alguien vio a Don José María, a quien conoce todo Santiago, y lo apuntó entre los manifestantes. Y los redactores, tan expertos en cuestiones de Iglesia que ni su nombre sabían, le pusieron un Domínguez como le podían haber puesto un López o un Sánchez. Como para que supieran, además, del modo de pensar de ese excelente sacerdote.

Pues aclarada la cuestión. No para satisfacer a mi bullicioso interpelante, que me trae absolutamente sin cuidado, sino para dejar meridiana la verdad de unos hechos.

Y no conozco personalmente a Don José María. Aunque sé no poco de él. Y todo bueno.
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