Abre tu tienda al que viene (.12-13)
1. Comenzamos el año litúrgico con el Adviento: caer en la cuenta de que Alguién está viniendo. Un tiempo de preparación a la Navidad, ese acontecimiento decisivo en que Dios mismo se ha manifestado haciendo suya nuestra condición humana y garantizando un destino de vida para nuestra historia. El niño nacido en Belén ya es vencedor de de la muerte. Pero Adviento se refiere también al sentido de la existencia humana siempre en actitud de espera.
2. Según la fe cristiana, Navidad significa Dios-con-nosotros. Más íntimo que nuestra propia intimidad, Dios está viniendo continuamente a nosotros, esperando que con libertad abramos la puerta y su amor humanice nuestras vidas. Hoy la Palabra insiste: “es hora de espabilar”, “estad en vela”. Es decir, urge que hagamos una parada, que no flotemos en la superficialidad. Antes de comenzar el Adviento, ya los medios de comunicación y los grandes comercios se visten de Navidad para vender más cosas que llenen nuestras casas. No debemos quedarnos ahí. Necesitamos despertar a esa presencia de Dios como amor en nosotros, avivar así nuestros anhelos de ternura y relacionarnos con los demás siendo testigos de esa presencia.
3.”Dos hombres estarán en el campo: a uno se lo llevarán y al otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo, a una se la llevarán y a otra la dejarán”. No sólo cuando hacemos oración nos abrimos a esa presencia de Dios que llama continuamente a nuestra tienda. La espiritualidad es una forma de conducirnos en la vida cotidiana. En la cultura rural donde hablaba Jesús de Nazaret las faenas diarias eran el trabajo del campo para los hombres y el molino para las mujeres. Actualmente las faenas que tenemos entre manos son otras. Y es ahí, en la cotidianidad de cada día donde debemos actuar no cerrándonos en el individualismo sino abriendo nuestra tienda al Señor que acerca y llama en cada ser humano, de modo especial en aquellos a quienes todas las puertas se cierran.
2. Según la fe cristiana, Navidad significa Dios-con-nosotros. Más íntimo que nuestra propia intimidad, Dios está viniendo continuamente a nosotros, esperando que con libertad abramos la puerta y su amor humanice nuestras vidas. Hoy la Palabra insiste: “es hora de espabilar”, “estad en vela”. Es decir, urge que hagamos una parada, que no flotemos en la superficialidad. Antes de comenzar el Adviento, ya los medios de comunicación y los grandes comercios se visten de Navidad para vender más cosas que llenen nuestras casas. No debemos quedarnos ahí. Necesitamos despertar a esa presencia de Dios como amor en nosotros, avivar así nuestros anhelos de ternura y relacionarnos con los demás siendo testigos de esa presencia.
3.”Dos hombres estarán en el campo: a uno se lo llevarán y al otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo, a una se la llevarán y a otra la dejarán”. No sólo cuando hacemos oración nos abrimos a esa presencia de Dios que llama continuamente a nuestra tienda. La espiritualidad es una forma de conducirnos en la vida cotidiana. En la cultura rural donde hablaba Jesús de Nazaret las faenas diarias eran el trabajo del campo para los hombres y el molino para las mujeres. Actualmente las faenas que tenemos entre manos son otras. Y es ahí, en la cotidianidad de cada día donde debemos actuar no cerrándonos en el individualismo sino abriendo nuestra tienda al Señor que acerca y llama en cada ser humano, de modo especial en aquellos a quienes todas las puertas se cierran.