¿Dios ha muerto? Queda el rumor de ángeles
Estamos constatando cómo en una sociedad cada vez más emancipada de lo religioso, tiene lugar “la muerte de Dios”. Es un fenómeno cultural que ya en el s. XIX percibieron observadores atentos como F. Nietzsche. Pero el misterio de algún modo nos constituye y cuando Dios desaparece del horizonte brota un rumor de ángeles como anhelo de infinitud que nos habita. No podemos vivir sin mitos que remiten al misterio y sin ceremonias rituales que alimentan el mito. Sólo que ahora los mitos y los ritos son seculares. La coronación solemne del campeonato mundial que ha tenido lugar hace una hora, donde los representantes oficiales, cada un con su estola en el cuello, saludaban y entregaban el trofeo a los jugadores, también ellos distinguidos con sus medallas ciolgantes, tiene un valor sacramental.
Hay sin embargo un detalle importante. La trascendencia, el anhelo de infinitud, el mito que se alimenta en estos acontecimientos seculares, no está fuera de la realidad que vivimos y palpamos; no está en otro mundo imaginario; brota como latido de más en el aquí. Y ese detalle puede hacernos pensar: ¿hasta qué punto las religiones tradicionales, incluida la cristiana, dan muchas veces la impresión de que la trascendencia evoca otro mundo que nada tiene que ver con éste? Sintonizo con la expresión iluminadota del dominico Chenu: “encarnación contenida”. Si de verdad creemos en la encarnación la verdadera trascendencia es inseparable de la inmanencia. Sólo amplía el horizonte de la misma.
Santo Domingo (R.D) 11 de julio, 2010