Invitación a la creatividad
La Palabra. ”Debías haber puesto mi dinero en el banco para que al volver yo, pudiera recoger lo mío” (Evangelio)
1. En una primera lectura esa parábola puede sugerir que Dios es un tirano: ha dado a cada persona unos talentos para que trabajando saquen rendimiento que luego devuelven al amo. Nada tiene que ver eso con el Dios revelado en Jesús de Nazaret: nos ama porque es bueno; su mayor satisfacción es que seamos nosotros mismos, libres y felices; lamentará nuestro posible fracaso pero nunca nos condenará porque no sabe más que amar. El significado es otro: el Creador ha confiado y confía en los seres humanos; hemos sido puestos en manos de nuestra propia decisión, podemos programar nuestra existencia como nos parezca y orientar nuestras cualidades o talentos en uno u otro sentido.
2. La alternativa: ser creativos poniendo en función todas nuestras facultades y arriesgándonos al fracaso, o quedar paralizados por miedo a fracasar como hizo aquel de la parábola que, por miedo a que le fallara la inversión del talento recibido, lo guardó bajo de la almohada. La misma parábola se cuenta en otros escritos del mundo judío, pero de forma distinta que en el evangelio: el que ha guardado sus talentos para no perderlos en una inversión, es alabado por el amo. Pero la versión evangélica de la parábola esa mismo empleado, es tachado de “negligente y holgazán”, no ha sido creativo. Se ha dejado paralizar por el miedo.
3. En una situación cultural opaca y compleja estamos viendo un declive de la misma religión católica; normas y prácticas tradicionalmente aceptadas pierden significado y audiencia. En esta situación caben dos posturas: malhumorarnos por el cambio y refugiarnos en las sacristías, o salir de de nuestras falsas seguridades religiosas, fortaleciendo nuestra fe o experiencia de Dios que también está presente y nos habla en este brusco cambio cultural. Desde esa confianza podemos ser creativos poniendo en acción todos nuestros talentos y arriesgando todas nuestras aparentes seguridades. Por ahí debe caminar una Iglesia “en salida”.
1. En una primera lectura esa parábola puede sugerir que Dios es un tirano: ha dado a cada persona unos talentos para que trabajando saquen rendimiento que luego devuelven al amo. Nada tiene que ver eso con el Dios revelado en Jesús de Nazaret: nos ama porque es bueno; su mayor satisfacción es que seamos nosotros mismos, libres y felices; lamentará nuestro posible fracaso pero nunca nos condenará porque no sabe más que amar. El significado es otro: el Creador ha confiado y confía en los seres humanos; hemos sido puestos en manos de nuestra propia decisión, podemos programar nuestra existencia como nos parezca y orientar nuestras cualidades o talentos en uno u otro sentido.
2. La alternativa: ser creativos poniendo en función todas nuestras facultades y arriesgándonos al fracaso, o quedar paralizados por miedo a fracasar como hizo aquel de la parábola que, por miedo a que le fallara la inversión del talento recibido, lo guardó bajo de la almohada. La misma parábola se cuenta en otros escritos del mundo judío, pero de forma distinta que en el evangelio: el que ha guardado sus talentos para no perderlos en una inversión, es alabado por el amo. Pero la versión evangélica de la parábola esa mismo empleado, es tachado de “negligente y holgazán”, no ha sido creativo. Se ha dejado paralizar por el miedo.
3. En una situación cultural opaca y compleja estamos viendo un declive de la misma religión católica; normas y prácticas tradicionalmente aceptadas pierden significado y audiencia. En esta situación caben dos posturas: malhumorarnos por el cambio y refugiarnos en las sacristías, o salir de de nuestras falsas seguridades religiosas, fortaleciendo nuestra fe o experiencia de Dios que también está presente y nos habla en este brusco cambio cultural. Desde esa confianza podemos ser creativos poniendo en acción todos nuestros talentos y arriesgando todas nuestras aparentes seguridades. Por ahí debe caminar una Iglesia “en salida”.